Con la satisfacción de la misión cumplida, hoy volverán a sus casas. Atrás quedaron los días "de convivencia" en medio del Parque Santa Catalina en los que han pasado mucho frío, pero también se han reído. "Es duro", reiteran sentados en sillas de playa que forman un pequeño corro. No obstante, la experiencia es un grado y ellos ya van preparados. A un lado una pila de mantas se erige sobre las sacos de dormir. La caseta donde duermen está plegada y contra la pared. Falta la nevera -que se han llevado a casa para cargarla de nuevas reservas-. Queda por delante tan solo la última noche y estará hecho. Volverán a ser los primeros en comprar las entradas para ver la gala Drag -abren hoy a las 9.00 horas- y con ello podrán levantar el campamento.

La aventura comenzó el pasado domingo, concretamente a las 12 del mediodía, cuando se encontraron en el lugar de siempre: el lateral derecho del escenario, por fuera de las instalaciones, justo al lado de la pequeña caseta de color blanco donde adquirirán el preciado tesoro numerado y de papel. Fue además en ese mismo rincón donde se conocieron años atrás y donde se ha consolidado una amistad de la que presumen. "Somos 11 y nos avisamos para venir aquí", explica Naira Camacho, quien vive la hazaña desde hace cinco años en familia, con sus hermanas Cathaysa y Dara y hasta su madre Adelaida.

Lo que ha unido la pasión por la gala Drag que no lo separe ni el hambre, ni mucho menos el frío. Tras la valla que han puesto estos días para marcar el espacio por el que han de circular los interesados en acudir a uno de los eventos carnavaleros de mayor reclamo, se vislumbra un auténtico arsenal de indispensables para combatir las adversidades. Las chicas aúnan voces para revelar qué se necesita para una "acampada" de tal índole.

Encabezando la lista está, cómo no, la comida cuya conservación se garantiza con una nevera que va y viene de casa al parque y del parque a casa. Una vez solucionado el aprovisionamiento de víveres llega el turno del kit antifrío o antisolajero -según se vaya dando-. No les faltan mantas de todos los colores -de estas que se ponen en las camas y tienen buen grosor-, ni tampoco los sacos de domir. Porque a las viviendas se va para cosas puntuales (para ducharse o reponer alimentos), "pero a dormir se viene aquí", matiza Cathaysa. Aún así, "por las noches es duro", aclara su hermana Naira. ¿Solución? Resguardarse un poco de la intemperie en las tiendas de campaña que también se han llevado. "Las colocamos una al lado de la otra, como si fuésemos vecinas". Eso sí, cuando llega la hora en la que el personal de limpieza del parque tiene que hacer su trabajo, ellos ya tienen "todo recogidito".

Ellos ya se saben los horarios de todo el mundo. "Aquí [a la zona del escenario de Las mil y una noches] no deja de entrar gente y la verdad es que están todo el día trabajando", cuentan. Mientras, ellos pasan las horas "hablando de cualquier cosa", señala Eva Díaz, natural de Marbella. Y es que para ellos conseguir la entrada es importante, "porque luego te ríes, bailas y te lo pasas en grande", pero lo que viven juntos hasta que lo consiguen es uno de los motivos más fuertes para seguir repitiendo cada año. De hecho, Sandra Pérez se pide los días en su trabajo para acudir a su cita anual con el "grupo de la cola Drag", que este año ha sufrido la baja de Fidel "porque tiene a su padre enfermo, pero sin entrada no se va a quedar (porque se la van a comprar)". A pesar de llevar varios días en el mismo lugar el humor no falta. "Merece la pena hacer esto. Se portan genial con nosotros, tanto los de seguridad, que nos cuida muchísimo, como la Policía Nacional, algunos políticos y el propio Israel Reyes que vienen a preguntarnos si nos hace falta algo. Encima nos lo pasamos genial y hacemos amigos". Es más, han avisado a las personas que tienen justo al lado "porque ya empezaba a venir gente", apunta Naira.

A escasos centímetros, en torno a una mesa en la que no faltan las pipas, los dulces y los bocadillos, está Dara Betancor. Junto a otras siete personas guarda el sitio hasta que llegue el relevo. "Somos 32, así que venimos por grupos de ocho", detalla. El primero inició la espera a las cuatro de la mañana del lunes y el último lo hizo esta madrugada. "Lo hacemos porque no nos queda otra, somos muchos y todos queremos ver la gala. Así que aquí seguiremos viniendo mientras el cuerpo aguante", confiesa bajo la sombrilla que les protege del sol. Para Betancor la espera "merece la pena". Será que ella siente por este evento una pasión que compara con la de los que hacen colas para asistir a los derbis de fútbol. Al cierre de esta edición aún faltaban horas para lograr su sueño, pues hasta las nueve de la mañana no abrirán la taquilla.