Febrero de 1986, España se preparaba para decir Sí o No a la OTAN, en Suecia asesinan a su primer ministro, Olof Palme, y en Japón se estrenaba la serie Dragon Ball. Mientras, Las Palmas de Gran Canaria vivía su particular polémica. La lluvia amenazaba un año más el transcurso del Carnaval. Además, se rumoreaba que la Comisión Mixta del Ayuntamiento y el Patronato del Carnaval quería cobrar por primera vez la entrada a un acto, una Fiesta Veneciana en Vegueta. "Estamos por el Pueblo y con la Fiam, no con la organización", rezaban las pancartas de la mayoría de murgas durante la Cabalgata.

Los primeros veinte años de carnestolendas en la capital grancanaria estuvieron llenos de "piedras en el camino", tal y como relata el periodista José Febles Felipe en su libro Cuatro Décadas de Carnaval. La lluvia, los continuos cambios de ubicación de los actos o los continuos desencuentros entre el Consistorio y el Patronato eran el pan de cada día. "Cada edición exigía costes más importantes y apenas entraba dinero en las arcas carnavaleras", apunta Febles.

Como ha ocurrido en los carnavales de La magia y las criaturas fantásticas, en 1986 la organización tuvo que retrasar varios actos, entre ellos la gala de la Reina, que era en la plaza de Santa Ana. La fuerte lluvia sí sorprendió a la afición murguera durante la final en el Estadio Insular. La Fiesta Veneciana también causó revuelo, pues, aunque no cobraron entrada, sí se condicionaron los disfraces. Además, tanto en la Cabalgata como en el Entierro de la Sardina se multiplicaron las pancartas contra la permanencia de España en la OTAN.

En aquella ocasión el Carnaval cumplía diez años. Manuel García Sánchez y otros vecinos de La Isleta decidieron entonces recuperar las fiestas después de cuarenta años en la clandestinidad durante el franquismo. Tras la muerte del dictador, García Sánchez llamó al gobernador civil para que los isleteros pudieran organizar una fiesta en la calle. Según recoge Febles en su libro, las autoridades pusieron el grito en el cielo al oír hablar de mascaritas.

La primera Cabalgata

El 7 de marzo de 1976 la prensa de la época destacó en grande la vuelta del Carnaval a la capital. De esta manera, el día anterior unas cuatro mil personas recorrieron varias calles del Puerto y de La Isleta por primera vez en cuatro décadas. Fueron los propios vecinos quienes se organizaron para montar la fiesta, al fin y al cabo, el gobierno civil no se hizo responsable.

Un año después la fiesta gozó de un rotundo éxito. En la Cabalgata participaron 67 carrozas, 26 murgas y 16 comparsas, algunas provenientes de Tenerife. Aunque fueron la murga Los Nietos de Kika y la comparsa Los Caribe quienes se llevaron la fama.

La celebración acabó con polémica eclesiástica, cuarenta años antes de la actuación de Drag Sethlas. El obispo Infantes Florido protestó por el uso de hábitos y objetos litúrgicos como disfraces en la Cabalgata. Un hecho por el que manifestó "su dolor y protesta", según recoge Febles. El miedo a los coletazos del franquismo y la censura era palpable. Incluso, García Sánchez tuvo que retirar del desfile a una pareja disfrazada de monja embarazada y su pareja de cardenal.

En cuanto a la gala de la Reina, al principio se celebró en el Teatro Pérez Galdós, el resto de actos se hicieron en los jardines del Castillo de La Luz. Después, las murgas y comparsas pasaron al López Socas, para tener sede en 1984, y hasta 1997, en la grada curva del Estadio Insular. Así, el concurso tomó gran popularidad con grupos como Los Hijos de Caín o Los Rockefeller.

Precisamente, en ese año, la gala de la Reina se trasladó a la plaza Santa Ana. Una decisión que peligró por la lluvia y, encima, tenía unos cuantos detractores. La reina de la noche grancanaria, Rosy Curbelo, fue una de las presentadoras junto al actor Luis Suárez, conocido por la serie Cañas y Barro. "Llovió por la tarde pero al final nos libramos", señala Curbelo. Aún recuerda su llegada en un rolls royce que les prestó el Conde de la Vega Grande y, después, en un coche de caballos con un flamante vestido rojo.

El incremento de popularidad obligó al Ayuntamiento a tomar las riendas y crear una Comisión Mixta. Un papel, el de organizador, que fue creciendo hasta desaparecer el Patronato. Durante esos años el Carnaval disfrutó de concursos y actos que hoy ya no existen, como la elección del Príncipe Infantil o la verbena de la sábana.

La sardina se incineró por primera vez en Las Canteras en 1985, a la vista de los turistas. Un año que resultó muy lluvioso y hasta el Charlot de la capital no pudo ir a la Cabalgata "por una fuerte gripe", apunta Febles en su libro.

Tras unos años sin sede fija la elección de la Reina se trasladó a La Puntilla en 1994. El experimento no salió bien, el Diario de Las Palmas tituló entonces "¡Atraco! Nos robaron el Carnaval". Por primera vez la gala se retransmitió para toda España, por lo que se invitaron a grandes estrellas del panorama nacional como Marta Sánchez o Ramoncín. Un espectáculo que no gustó.

En 1996, ya asentados en Santa Catalina, la corporación de José Manuel Soria organizó unas fiestas ambientadas en Roma. Piedra Pómez hizo el pregón disfrazados del emperador Nerón y su esposa Popea. Mientras, en la gala de la Reina el alcalde y su esposa Carmen Benítez; Pepa Luzardo, entonces concejala de Carnaval; y los ediles Tino Montenegro y Felipe Afonso El Jaber; acabaron cual corte del Imperio Romano sobre las tablas del Santa Catalina. En 1998 llega de la mano de Luzardo, Anatol Yanowsky, entre otros, una gala que cambiaría los carnavales para siempre: la gala Drag Queen.