Las galas de la reina han llegado a tal grado de perfección que en ocasiones lo más divertido de la entrega televisiva son los anuncios de mayonesa, pero con todo, siempre queda un resquicio para el antes y un después.

El de ayer ocurría a las 20.40 horas Zulú. En ese momento la candidata Vasi Tiuticova entró en la historia contemporánea cuando en el paseillo alonga la pierna, se suelta del chasis madre ¡y se sale de la fantasía!

Si sí. Salió a lo Ave Fénix, un soporte andamio de fuerte influencia drag que versiona efectivamente un gran avechucho de color negro y rojo, tan dramático y siniestro que usted nunca desearía que aterrizara en su azotea.

El paseo estuvo reforzado por el tema de Alaska A quién le importa. Pues a todos, querida Tiuticova, porque si vas a reinar te debes a tus súbditos y te has salido del tiesto. Hasta la fecha, era del común que las candidatas a reinas eran así. Indivisibles. Son mitos como el que los reyes no son los padres, sino los reyes propiamente dichos. Y ya hemos visto todos los que le pasó a un chancleta por quitarse la cachucha, cómo para ahora ver una fantasía aparcada en zona de vado.

Este Ave Fenix era el pináculo de la tendencia que marcó el diseño de la noche. Mucho insecto, mucha flora y algo del establo, también. Con respecto al primer reino animal los primeros en dar pistas de lo que estaba por venir aparecía en la solapa del señor presidente de la Comunidad canaria, Ángel Víctor Torres, que presentóse a la ocasión con una suerte de evolución de coleóptero posado en la banda izquierda de su chaqueta. En cualquier otra ocasión, digamos a la salida de una comisión informativa, se le hubiera advertido del fenómeno, e incluso espantado con la mano, pero como es Carnaval, te ríes. Pero es que luego apareció el alcalde de la ciudad toda, señor Hidalgo, con otro coleóptero calcadito al primero, motivo por el que cundió la preocupación. Una cosa es encontrar un elemento aislado y otra intuir una plaga.

Que fue lo que llegó con la flamante reina de la fiesta, Minerva Hernández Hernández, que irrumpía en la segunda tanda justo después de que la comparsa Nuevo Estilo alertara los sismógrafos de El Hierro, donde estuvieron a punto de anunciar una nueva irrupción del volcán submarino de La Restinga.

Hernández Hernández no cabía en el escenario. Toda ella era una nube blanca, una concatenación de remolinos de arquitectura incierta portando un viaje de anisópteros. Los tenía por babor, por estribor, proa y popa, a tamaño gigante, pero sutil.

Y es que la sutileza es importante. Otros intentos por incorporar algo de zoológico a la fantasía se estrellaron estrepitosamente. Porque no es lo mismo llevar encima a un primo del sarantontón que llevar un caballo a remolque. Era el caso de Shamira Santana, y su fantasía Aires de Libertad, y cuyo diseñador la despedía como si la mandara al sacrificio.

Otro mixto drag-reina, un clásico de óvalos por delante, y por detrás un caballo entero, como si entrara en una cuadra y se le hubiera enganchado algo. Y tampoco es eso, ni por ella, ni por el équido.