18 de febrero de 1995. Sandra Soto Martín logra coronarse Reina del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria con una fantasía de Alberto Robaina Cejudo ante un parque Santa Catalina a rebosar de público. A la nueva soberana casi le da "un soponcio" cuando los presentadores, los televisivos Carlos Castilla y Mercedes Ortega, pronunciaron su nombre, según apuntó el periodista José Febles hace ahora 25 años. Una gala memorable por los juegos de luces que inundaron un escenario dedicado a los años dorados de Hollywood, con una serie de Oscars a modo de estatuas gigantes coronando el decorado y con un espectáculo en el que no faltaron Marilyn Monroe, con su vestido más reconocible de La tentación vive arriba, o Audrey Hepburn en Hilda.

Aunque Santa Catalina ya había acogido la gala de la Reina en 1990 de manera experimental, el año 1995 significó el desembarco definitivo en el parque. Ante el desastre que supuso el Carnaval del año anterior, el Ayuntamiento resolvió tomar una decisión que hoy sigue vigente... concentrar los actos de la fiesta en único gran espacio. Desde entonces, este ha sido protagonista de hasta completar 25 alegorías.

Habría que retroceder a febrero de 1994 para comprender tal decisión. La gala de la Reina, inspirada en el cuento de Aladino, fue un auténtico caos tildado de robo por la prensa del momento y la opinión pública. Tras varias dimisiones, el Ayuntamiento necesitaba un auténtico revulsivo. Ya en abril, el entonces concejal de Festejos, Sebastián Franquis, anunció que el epicentro de los carnavales se trasladaría a Santa Catalina. "El último carnaval y su mala imagen generaron un sentimiento negativo", reconoció el hoy consejero de Obras Públicas del Gobierno de Canarias.

La persona escogida para diseñar el nuevo corazón del Carnaval sería el escenógrafo Alberto Trujillo, quien ya había realizado varias puestas en escena para la Gala de la Reina en años anteriores en el Teatro Pérez Galdós. En 1982 creó una caja de muñecas, en 1987 realizó un homenaje a Néstor, y en 1992 desplegó una serie de caballos alados en el interior del coliseo capitalino por excelencia. "Quería darle a la ciudad una recuperación, porque estaba muerta, la gente se estaba contagiando para bien después del desastre que supuso la fiesta del 94", señala el diseñador a este periódico.

Trujillo y Franquis llegaron a la conclusión de que necesitaban "un revulsivo", explica el escenógrafo. De esta manera, nació un espacio de mil metros cuadrados, coronado por una serie de Oscars de 3,6 metros de alto traídos en contenedores desde Valencia. El periodista José Febles destaca en su libro Cuatro décadas de Carnaval que "hubo gran expectación y ganas de revancha" de cara a la gala de la Reina, la primera que se celebraría en el nuevo escenario según marcaba el programa de fiestas de aquel año, bajo la dirección artística de Francis Suárez. Y lo cierto es que la organización se vio obligada a ampliar el aforo de sillas, "y aun así, en pocas horas se agotaron", apunta.

Bocetos del escenario

Pero, más allá de este éxito el mes previo a la gala se caracterizó por "la improvisación", apunta Trujillo, quien recuerda que el día de Reyes de 1995 todavía estaba dibujando los bocetos del escenario. "Aquel día todavía no estaban contratados los servicios, encima el parque estaba todavía en obras", señala. "Se hizo en tiempo récord, tuve incluso que coger un sacho para quitar los escombros", destaca el escenógrafo, pues había obras en Santa Catalina.

"Es más, no había pintura para el piso, por lo que tuve que ir hasta Las Arenas, a Continente, a comprar unos cuantos botes", indica como anécdota, pues el ensayo de la gala se realizó el día anterior con el suelo aún sin pintar. "Lo cierto es que al final quedó espectacular", apunta Trujillo orgulloso del trabajo bien hecho hace ahora 25 años. No obstante, buena parte del público quedó sorprendido con la magnitud del escenario del cine.

El resultado fue tan satisfactorio que la experiencia volvió a repetirse un año después. En esta nueva ocasión, Trujillo diseñó una escenario dedicado a la Roma imperial, cuyas dimensiones rondaba los 1.200 metros cuadrados. El escenógrafo diseñó un foro repleto de detalles, con leones y cuádrigas. Hasta la legendaria Loba Capitolina y Rómulo y Remo se dieron cita en Santa Catalina. En total, unas 36 figuras decorativas distribuidas entre un anfiteatro, un arco del triunfo y varios templos. Incluso, se reciclaron los famosos caballos alados de la Gala de 1992, según destaca Febles en su libro.

"La iniciativa de concentrar el Carnaval en Santa Catalina reactivó la zona", señala tajante Trujillo. "Aquellos años marcaron lo que ha sido después la escenografía de la fiesta en Gran Canaria", recalca en la entrevista. Precisamente, el periodista Paco Luis Quintana recordó el pasado viernes en la gala de la Reina de esta edición el 25 aniversario de la fiesta en el parque.

Tras el éxito de los dos primeros años, llegó el tercer escenario, en este caso dedicado al Extremo Oriente, con una gran pagoda de estilo japonés y varios leones chinescos. 1997 significó también la completa unificación del Carnaval en Santa Catalina. Las murgas y comparsas abandonaron definitivamente el Estadio Insular, después de haber desplegado allí sus actuaciones desde finales de los años 70. "Son ellas las que solicitaron poder actuar en el parque", indica Trujillo.

Un año más tarde, el Carnaval centró su alegoría en al espacio y el Universo. Un escenario que vio por primera vez el despliegue de una gala Drag Queen en las carnestolendas capitalinas. En 1999 la fiesta se centró en el mundo del musical, con un decorado "con más de 30 metros de murales inspirados en la obra de Néstor, representando un teatro", señala Febles en su libro.

En el año 2000 la alegoría escogida fue el Antiguo Egipto. Trujillo desplegó un decorado inspirado en los templos de los faraones, custodiado por unas estatuas sedentes similares a las del templo de Abu Simbel. "Recuerdo que aquellos días vino una calima fuerte y trajo langostas", apunta Trujillo, y es que el siroco del pasado fin de semana no ha sido el primero en carnavalear.

En el 2001, el mundo del Circo inundó Santa Catalina. Un año más tarde, el ritmo de las Antillas llegó hasta la capital, en esta ocasión de la mano de Trujillo, quien ideó un escenario "inspirado en el hall de entrada de un hotel caribeño, con muchos detalles... frutas, palmeras, columnas".

Año 2003. Una gran estatua de El Rey, Elvis Presley, coronaba la puerta del escenario por donde salían los distintos grupos en el Carnaval del Rock. Los colores psicodélicos inundaron la decoración en un escenario nuevamente diseñado por Trujillo. En 2004, escenificó el ambiente de la sabana africana, con una puerta central enmarcada con unos grandes colmillos de elefante. Un año después, con motivo del cuarto centenario de la publicación de El Quijote, el Carnaval dedicó su espacio a la obra de Miguel de Cervantes.

El Carnaval Latino de 2006 contó con un decorado más sencillo, unos grandes pladures blancos y una gran puerta repleta de frutas. 2007 fue el año del París de La Belle Époque, Torre Eiffel incluida. Un año más tarde, con el cambio de gobierno en el Ayuntamiento -la entrada en la alcaldía de Jerónimo Saavedra en lugar de Pepa Luzardo-, el Consistorio prescindió de Trujillo y, en su lugar encargaron el escenario de la antigua Grecia a los escenógrafos Hamid Blell y Víctor Medina.

Tras el Carnaval de la piratería, de la televisión y del Mar y Culturas, Trujillo volvió a la fiesta en 2012 con el mundo del Cómic y años sucesivos bajo el mandato del popular Juan José Cardona. Unos años difíciles por lo "ajustado" del presupuesto. "Había que darle la vuelta al calcetín", apunta. En 2016, con la llegada del tripartito que preside el socialista Augusto Hidalgo, la autoría de los escenarios ha pasado a decidirse por concurso público. Y así, hasta llegar al escenario de los cuentos de Érase una vez.