La tragedia acechaba al Gran Canaria en su visita a Tenerife para disputar el derbi canario de baloncesto. Una derrota hubiera significado dejar muy malherido al conjunto claretiano en su lucha por huir de la zona de descenso de la Liga Endesa y un desierto que caminar por delante en las doce jornadas restantes, contando los partidos prácticamente por finales.

Ayer, tras cuarenta minutos de constante brega, el Herbalife se puso el disfraz del equipo de la temporada pasada y no lloró por tener que enterrar al chicharro después de alzarse con el triunfo, merced a doce tiros libres sin fallo en el último tramo del encuentro y sumar así la séptima victoria liguera -cincuenta días después de la última, contra el UCAM Murcia el 20 de enero- ante su máximo rival por 86-90 y la primera a domicilio esta campaña en la ACB.

El ambiente de derbi se dejó ver desde el primer aliento en la pista. Nadie iba a estar dispuesto a dejarse una gota de sudor sin florecer por su cuerpo en un encuentro, que más allá de la vital importancia para el Granca debido a su catastrófica posición en la tabla, supone hacerse con el cetro del baloncesto autonómico.

Ningún jugador de los dos bandos rehuyó el contacto en los primeros compases. La línea de tiros libres fue una constante desde el inicio. Hasta cinco veces acudieron los dos equipos, a pesar de que ninguno estuviera en bonus.

Y así comenzó la afrenta regional y así concluyó. Ganó el que más acierto tuvo desde los tiros libres. A Clevin Hannah no le tembló el pulso y dejó su impronta en el Santiago Martín de La Laguna al anotar ocho tiros libres consecutivos en los cuatro últimos minutos del partido, de los doce que transformó.

Un show de sangre fría con el que acallar al ambiente festivo que se vivió en el pabellón lagunero desde el primer minuto. Porque la afición aurinegra recuerda bastante a aquella del Centro Insular de Deportes, la que no había perdido la humildad y acudía cada quince días a su recinto deportivo para apoyar a sus jugadores.

Aireando el parqué

Ese preciso primer minuto que tuvo en cuenta, esta vez sí, el Granca para salir enchufadísimo a la pista. Con un ritmo vertiginoso, el balón se paseó entre las manos de los hombres de amarillo para pintar un cuadro agradable a primera vista. El buen gusto por el baloncesto que exhibieron los de García en los primeros compases y el cuarto misil claretiano le permitió doblar en el marcador 11-22 tras siete minutos de juego. Vidorreta dijo basta y frenó la ola que empezaba a surfear sobre la cresta su rival.

Se encontraba a gusto el Herbalife. Salía fuego de sus zapatillas para ejecutar las transiciones rápidas que se ha empeñado este año en disponer con las que encontrar tiros abiertos. A estas alturas de la temporada no le queda otra y ya se encomienda a este estilo, sin dar más vueltas de hoja a la cuestión de cuál es el mejor plan de ruta para mejorar su juego.

Esa inercia de velocidad hizo que controlara al Canarias hasta el cierre del primer periodo con una ventaja cómoda en el marcador 21-27. García siguió apostando por el físico más que por la técnica de sus jugadores. Correr, correr y correr. Ese estilo alocado permite que algunos jugadores despunten en el partido más por su garra que por su lectura de juego, lo que a veces se termina convirtiendo en un lanzamiento de moneda al aire.

Por parte del Iberostar, Sebas Sáiz se hizo dueño de la pintura en el segundo cuarto, sin apenas oposición, pues los centímetros de Ondrej Balvin estaban oxigenándose en el banquillo. El pívot madrileño anotó ocho puntos en un periodo de cinco minutos con el que aguantar los tirones del Herbalife.

El marcador hizo la goma hasta tal punto que a dos minutos de llegar al descanso, el Canarias lograba alcanzar en el marcador a su rival después de ir a contracorriente más de diez minutos.

En ese preciso momento, el técnico claretiano, viéndole las orejas al lobo, tiró de la clásica protesta con la que ganarse una técnica y sembrar la duda en el trío arbitral en las siguientes acciones en las que hubiera discrepancia de opiniones entre los colegiados.

44-44 en el luminoso y salió Oliver a jugar sus minutitos. El catalán, tirando de clase transformó cinco puntos: una bandeja y un 2+1 de los de pillo. Oliver en estado puro. De esta forma se marcharon ambos conjuntos a vestuarios con una ínfima ventaja para los amarillos en el luminoso (50-51).

Se conjuró el Granca nada más regresar de la caseta. La charla técnica de García debió funcionar como un auténtico pegamento entre sus hombres, pues en cada acción en la que se paraba el crono, los claretianos se reunían para hacer piña y comentar la jugadas. Saben que la mejor forma para salir de la situación tan dramática en la se encuentran parte de la base de sentirse una familia sobre la pista.

El único inconveniente con el que se iba a topar en su intención de repetir la soltura del primer cuarto iba a aparecer con el dominio de Colton Iverson. Los 213 centímetros de la torre tinerfeña dictaminaron el ecuador del tercer periodo a su antojo. Además de los ocho puntos que sumó a su casillero, incidió con su envergadura cada visita de un claretiano a su latifundio bajo el aro.

García se dio cuenta de que tenía que emparejar a Balvin con Iverson si quería cambiar el signo del partido. La sombra del checo empequeñeció al estadounidense y el Granca volvió a sentirse libre en ataque.

Parcial 0-9 con el que poner el 59-66 en el marcador y volver a poner en un aprieto al Tenerife. Las buenas sensaciones del conjunto claretiano se trasladaba a la grada del Santiago Martín y un pequeño murmullo de los cincuenta fervientes seguidores que se trasladaron a la isla vecina ayer, se llegó a escuchar el Pío Pío entre el estruendo de la grada aurinegra.

Encararía el Granca el último tramo del partido con un pequeño margen de ventaja en el tanteador (69-73) después de un triple del ex amarillo, Nico Brussino.

Nervios de acero

El periodo final lo inició un tanto despistado el Herbalife. Radicevic perdió la primera bola al remolonear en exceso ante la presión de Richotti, que le robaba la cartera y asistía a Brussino para que machacara el aro con rabia. Tanta pasión le puso el argentino que le valió para anotar un triplazo en el siguiente ataque y darle la vuelta a la tortilla de nuevo con la que poner la décima alternancia del partido en el marcador (74-73).

Reaccionó de la mejor manera el Granca. Le devolvió la moneda con otros cinco puntos gracias a una bombita de Radicevic y un triplazo de Eriksson que valía más que un kilo de aguacates para la moral amarilla con la que afrontar los minutos calientes.

Se enfangó el derbi y la pelota comenzó a arder para quedar reservada a aquellos que les corre hielo por sus venas.

Clevin Hannah acaparó el balón en todos los ataques finales y recibió cuatro faltas con los que tirar ocho tiros libres, sin fallo y poner tierra de por medio en el marcador.

La distancia fue insalvable a ocho segundos del final y el base cerró el encuentro con dos lanzamientos de la línea de 4,60 metros para poner el definitivo 86-90.