Hay cosas que saltan a la vista detrás de las suposiciones. Por ejemplo, que al Granca le queda un mundo para ser un equipo con todas sus letras. También que este engranaje que está en construcción tiene una buena dosis de talento que puede explotar por cualquier lado. Pero mejor que andar entre supuestos, entre tanto modo subjuntivo, el Herbalife Gran Canaria cimentó esas conjeturas con certezas. Ante el MoraBanc Andorra, crecido tras pegarle el primer bofetón de la temporada al Barça Lassa -el equipo del verano por sus movimientos en el mercado-, agarró su segunda victoria de la temporada, puso su balance en estado neutro y levantó al Arena de Siete Palmas por primera vez en la campaña (80-67).

En parte, lo hizo por esa explosión de clase que se le presupone. Cuando el partido, tras un inicio espeso, lento, tedioso, estaba encarrilado, se le torció. Y ahí, la baraja de Fotis Katsikaris eligió como comodín a la figura de Beqa Burjanadze -el mejor amarillo con 20 puntos y 6 rebotes para 21 de valoración-. El georgiano completó su primer gran partido de claretiano a partir del tercer cuarto, en un momento donde quemaba el balón, donde el Granca vivía un momento crítico.

Hasta el instante en que la mano del ala-pívot de Tiflis apareció, el Herbalife se había metido en un buen laberinto. Llevaba en contra un parcial de 0-13 para dilapidar una renta notable: justo esos 13 puntos que le habían levantado (del 52-39, min. 26 al 52-52 , min. 30). Y ahí, para que los amarillos se pudieran encarar los últimos diez minutos por delante, apareció el georgiano con una acción forzada, labrada en sus músculos y en su mano.

Fue el inicio para su liberación. Burjanadze, líder en Gipuzkoa para todo y de todo la temporada pasada, sacó su lado sutil. Porque aunque parezca un hombre rudo, hecho para cargar cemento, no solo es eso. Anotó dos triples consecutivos: el primero, abierto; el segundo, casi sin tiempo para cargar el brazo y con el reloj de posesión como una soga en su cuello (57-52 y 60-55, min. 33). Su historia siguió para sumar los nueve últimos puntos del Granca (61-55, min. 33) en un tramo donde levantó un parcial de 20-6 con el que se llevó el partido.

De ahí al final del duelo, el Herbalife Gran Canaria se gustó. Cerró su aro de manera notable, impidió otra reacción del cuadro del Principado y se lanzó a por la victoria sin temblar. Burjanadze siguió anotando y Harper, Beirán y Bourousis pusieron de su parte para acabar con el Andorra, bordeando siempre una distancia de 15 puntos hasta encarar un final de partido plácido en Siete Palmas (80-67).

Sin embargo, para llegar a ese punto, el Granca se tuvo que embarrar desde el inicio. El objetivo ante el Andorra no difería del de ningún otro partido al uso que se preste en el deporte: ganar. Pero si algo quería el Granca también era el de empezar a convencer, el de firmar un día pleno ante un rival peleón, guerrero, llamado a buscar un hueco en la burguesía de la ACB.

De entrada, el Andorra empezó a sacar esa credencial. Su aspereza complicó cada ataque del Herbalife Gran Canaria en el cuarto inicial. Era difícil encontrar huecos, saltear manos, encontrar líneas de pase cómodas entre el tejido defensivo de Ibon Navarro.

Tampoco andaba cómodo el equipo del Principado en ataque. El partido, en sus primeros minutos, en su primer cuarto, transcurrió como esa fase de inspección ocular previa al de recoger pruebas en una escena de crimen, como esos dos perros que se olisquean antes de entablar una relación con tacto de por medio.

Sin rentas largas, sin ningún equipo con ganas ni aparente intención de despegarse en el marcador, el choque transcurrió lento, impreciso. (7-4, 9-8, 9-12). El trecho más grande entre los dos equipos fue el que señaló el electrónico cuando acabaron los diez minutos: 14-19 -tras canasta de David Jelínek-.

De Frank a Elvis

Esa distancia creció con el acierto de Todorovic (14-21, min. 11) hasta la irrupción de Matt Costello, que refrendó ser de lo mejor en el arranque de este renovado Herbalife Gran Canaria. Costello, de apellido ilustre como el mafioso Frank y el guitarrista Elvis, sacó sus dos caras. Taponó duro y mató el aro, en un alarde de intimidación y contundencia; después, rasgó la línea de tres con suavidad -el primero del día para el Granca-. Los dos Costello: Frank y Elvis (22-21, min. 13).

El juego entre pívots, la química a conjugar entre quintetos, también reafirmó otra cosa: hay un planteamiento con Bourousis en pista y otro sin él. Con Costello, el Granca es uno y con el heleno, otro. La capacidad del griego para generar juego desde sus manos y desde sus bloqueos transforman al Granca. También su continua charla con los árbitros para reclamar lo que es y lo que no es, para protestar, para agitarse cuando falla él y cuando fallan los otros. Para lo bueno y para lo malo.

En esas, los claretianos se estiraron, con un primer arreón de Burjanadze, mientras otros hombres como Stan Okoye aún no se han reivindicado en este Granca (34-25, min. 17, con tiro libre de Beirán). Jeremy Senglin mantuvo al MoraBanc en ese momento delicado y Frantz Massenat dejó la diferencia entre los dos equipos en un tres puntos al descanso (36-33).

A la vuelta, el éxtasis: dos triples del tirón, los mismos que llevaba hasta el descanso (2/10). Costello siguió a lo suyo, el Granca se disparó en el marcador y aquello parecía estar hecho (47-35, min. 24 y 52-39, min. 26). Un parecer que no es ser. El parcial se revolvió, el Granca se lió, pero Burjanadze y la tropa salvaron el entuerto. Saldo positivo en la cuenta de resultados y al Palau con otra cara.