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El derbi del basket canario

Un ‘deja vu’ en Siete Palmas

El Granca, tras una segunda parte nefasta, vuelve a mostrar fotogramas de su pobre inicio de curso | En el tercer cuarto registró ocho pérdidas y 15 puntos tras ellas

Khalifa Diop, pívot del Herbalife Gran Canaria, intenta anotar frente a la posición de Aaron Doornekamp, ayer, en el derbi canario.

Por un momento, en Siete Palmas hubo un ‘deja vu’. Era como si nada hubiera cambiado, como si todo se hubiese puesto de nuevo en aquel Granca sumido en la pena de hace un par de meses, lastrado por un inicio paupérrimo. La estampa era igual: la de un equipo perdido, sin alma, lejos de sacar el músculo colectivo que le había conducido a recuperarse, a sentirse un equipo. Porque el Herbalife, en un escenario como el derbi canario, volvió a dejarse llevar por la pena y arrastrar su escudo. Otra vez. Otra vez más los mismos fotogramas, repetidos hasta doler.

El Iberostar reventó al Herbalife, que había aguantado bien la primera parte. Se marchó al descanso un par de puntos por debajo (53-55), pero el asunto que tenía entre manos no iba tan mal. Sobre todo porque más allá de tapar su aro –no se puede decir que llevar más de 50 puntos en contra en dos cuartos sea para aplaudir por la defensa–, el Granca estaba inspirado en el ataque.

A lomos de Sean Kilpatrick (20 puntos al descanso, letal en el triple), el Herbalife Gran Canaria le estaba dando el día al Iberostar Tenerife, mejor equipo que él y que la mayoría de la Liga Endesa. En ese contexto, al Granca no le iba mal. Se entregró a su ataque, a su talento, a sus prodigios y el partido caminaba a la segunda mitad con opciones. Sin guardia, al conjunto claretiano no le importaba entrar en el juego de quién se llevaba más golpes. Sin embargo, todo se desmoronó cuando el paso por el vestuario cambió el paso del partido.

Tanto Porfi Fisac como Txus Vidorreta aludieron a un aspecto que en la primera parte no se dejó ver: la defensa. “Debemos subir el nivel defensivo al más alto potencial que podamos hacer, parar diferentes recursos”, afirmó el amarillo en la previa. “Hemos recibido 90 puntos en los dos últimos partidos. Debemos recuperar nuestro nivel defensivo, porque el Herbalife Gran Canaria es un equipo con mucho poderío anotador”, contestó el aurinegro. Y visto lo visto, el Iberostar se aplicó.

El cambio lagunero fue notable. Se lanzó a morder desde la primera línea de pase. Presionó a otro nivel. Eran perros guardianes, sueltos, sin cadenas ni bozales. El Herbalife, inmóvil, no encontraba reacción. Spencer Butterfield sacó su mano, Fran Guerra empezó a hacer daño de verdad y el Granca quedó petrificado con un resultado en Siete Palmas que era para temblar. Las diferencias solo crecía: -9, -11, -13, -15. El Herbalife estaba en la lona.

Los problemas se traducían en números. En esos diez minutos, el Granca perdió ocho balones. El drama no solo estaba en su aro sino también en el contrario. Con Albicy sin capacidad para mover al equipo y sin reacción desde el banquillo, aparecieron aquellas estampas del pasado: los gestos de desesperación, las protestas, las miradas de desconcierto cuando no aparecían las ayudas defensivas. En definitiva, el Granca del pasado más reciente.

La traducción de aquellas ocho pérdidas fueron 15 puntos. Al término del cuarto, el Granca perdía de 16 (69-85). Al final del partido, el resultado era más doloroso aún: 87-108. O lo que es lo mismo: 21 puntos de distancia entre uno y otro equipo. La sensación, la misma que la de antaño: la incapacidad de competir durante 40 minutos completos.

En Eurocup, el Granca perdió contra el Mornar Bar con 102 puntos en contra. Contra el Valencia, cayó con 101 puntos en su aro. Al Joventut le ganó, pero arrastró 85 puntos en contra. Su promedio en los cuatro partidos ganados del tirón previos al choque en La Fonteta, el promedio en contra fue de 58 puntos. El camino estaba ahí.

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