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NCAA

Aldama entra en ebullición

El jugador grancanario de Loyola Maryland toca su tope de puntos en la liga universitaria (25)

Santi Aldama, con el balón, en uno de los partidos de esta temporada con los Greyhounds de Loyola Maryland.

“Me siento muy bien. El último recuerdo de la primera temporada aquí era bueno, pero no me sentía como ahora. Venía de la operación de rodilla, pero no estaba físicamente a tope. Este año, a nivel físico me encuentro de lujo. Empezar a jugar después de la cuarentena ha sido complicado, pero me noto superbien. Y la rodilla la siento como si nunca hubiera tenido ningún problema”.

No miente Santi Aldama. El grancanario, probablemente uno de los mejores proyectos del baloncesto español, viene de cuajar otra exhibición. En su partido del sábado ante American 71 firmó 25 puntos, su tope en la NCAA. De pasó también dejó 10 rebotes –doble-doble al canto–, tres asistencias, dos tapones y un par de robos en apenas 30 minutos. En los tres primeros partidos de la temporada promedia 19.3 puntos y 7.3 rebotes para liderar a los Greyhounds de Loyola Maryland, la universidad que eligió junto a sus padres para esculpir su carrera en el baloncesto universitario de Estados Unidos.

“Más pasa el tiempo y más siento que tomé la decisión correcta al venir aquí”, cuenta

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“No me duele nada. No sé exactamente cuándo empezaron aquellos dolores, si en preinfantil o en infantil. Aprendí a convivir con aquellas molestias, pero llegó un punto en el que no podía más. Me operé y es como si no hubiera tenido nada”, insiste Aldama, que se ha visto obligado a volver a resetear su baloncesto dos veces en apenas dos años. La primera vez, por aquella calcificación en el tendón rotuliano; la segunda, por la pandemia.

Un camino marcado

Después de ganar el Europeo sub 19 y ser el mejor jugador del torneo, Santi Aldama emprendió su gran salto. A diferencia de lo que hubieran hecho otros muchos jugadores para continuar sus carreras, Aldama eligió Estados Unidos. Ningún club perturbó su elección. El torneo que hizo con España no cambió su decisión: el camino estaba elegido y solo quedaba recorrerlo. Los Greyhounds, un equipo sin una gran tradición en baloncesto, era el lugar. Una senda que hoy volvería a empezar.

“Mientras más pasa el tiempo más me doy cuenta de que fue la elección correcta. Me lo dieron todo en la operación y en la pandemia. Todo ha sido menos caótico con ellos aquí. Además estoy estudiando, ya voy por el segundo año de la carrera. Siento que tanto el ambiente deportivo, académico y personal va perfecto. Estoy muy contento y sigo con lo mismo en mente”, reflexiona. Sin cuestionárselo ni insinuarlo sale de su boca el mundo académico.

“Me encuentro muy bien, la rodilla la siento como si nunca hubiera tenido nada”, afirma

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-”¿A pesar de estar en el foco del baloncesto nacional sigue siendo una prioridad estudiar?”

-“Sí, obviamente. No hay nada que me gustaría más que ser jugador profesional de baloncesto. No voy a mentir, quiero ser jugador y trabajo cada día por y para ello. Pero también soy consciente de que esto igual un día se acaba y los estudios, tener una formación es muy importante. Además me valen para apoyarme. Si tengo la posibilidad de ser jugador de baloncesto y acabar una carrera, voy a hacerlo”.

En cada respuesta, Aldama (Las Palmas de Gran Canaria, 2001) destila tranquilidad y madurez. Lo suyo nunca han sido las prisas. Tras perderse gran parte de su primera temporada en la NCAA por la lesión y la pandemia, el interior grancanario aparta los lamentos. “Fue un año de aprendizaje. Venía de haber ganado un oro con España y todo me iba realmente bien. De repente, me tenía que operar, parar por completo. Lo llevé bastante bien porque sabía que era la decisión correcta, aunque cueste. Cuando volví y empecé a jugar me quedo con las sensaciones que fui cogiendo más que conmigo mismo o con los números. Ahora conozco la competición. Solo esa experiencia me valió mucho. Aunque después vinieran diez meses de parón de la competición. Me apliqué igual, aproveché el tiempo para fortalecer y mejorar sin competir”, concreta.

“No soy distinto al resto: todos quieren jugar en la NBA, pero paso a paso”, sentencia

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Tras salir de Baltimore antes del cierre de Estados Unidos junto a Golden Dike, su compañero de selección y de universidad, Aldama volvió a casa. Organizó sesiones individuales con el entrenador croata Davor Matkovic y se puso la camiseta del Herbalife Gran Canaria para participar en la pretemporada con el primer equipo. “Fue una toma de contacto con el deporte profesional. Además pude competir y jugar con jugadores a los que he seguido durante muchos años. Fue un aprendizaje intenso, como también con los entrenadores, tanto con Porfi [Fisac] como con Víctor [García]. Me ayudaron mucho. Fue entrar en ritmo y conocer de cerca el baloncesto profesional”, explica el jugador formado en el Canterbury.

Porque los ‘Lions’ es su escudo. No se iba a mover aunque el Granca u otros equipos tocaran en su puerta. “Al final, Canterbury y Granca siempre son rivales en categorías inferiores. Los dos clubs trabajan muy bien. Estudiaba allí, era mi equipo y en el Canterbury se trabajaba tan bien que me quedé allí. Es que no veía ninguna ventaja en cualquier otra opción que tomase, incluso si quería venir a jugar en Estados Unidos”, argumenta Aldama.

Un salto donde tuvo mucho que ver el entrenador serbio Ivo Simovic, exdirector deportivo en Torrelodones y exasistente de Gregg Popovich en San Antonio Spurs. “Estoy aquí en parte por él”, narra Santi Aldama. Ahora es su muleta cuando las cosas no van bien. “Siempre te ofrece la mano, no solo a mí sino al resto”, sentencia. La relación entre Simovic y Santi Aldama padre cimentó la base del puente que llevó al interior a Loyola Maryland años después.

Una operación y la pandemia aplazaron la explosión del ex del Canterbury

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El torno del baloncesto universitario moldea ahora a Santi Aldama. “Tuve que apretar para intentar recuperar el tiempo perdido, entre comillas. Debía ganar peso, debía poner a tono mi físico para añadir más kilos y jugar alrededor del aro”, cuenta. Ahora mismo está en 102 kilos de peso y 211 centímetros de altura descalzo. Cuando pisó Maryland por primera vez entró con poco más de 90 kilos. “Ahora durante la temporada no hacemos tantas pesas, pero en pretemporada... una locura. Hacíamos cuatro veces a la semana trabajo de gimnasio”, afirma entre risas.

Al fondo se asoma el draft de la NBA de 2023. Su universidad no logra colocar a ningún jugador ahí desde 1989. “Es el sueño de cualquier jugador de baloncesto. Si esa oportunidad me llegase, que ojalá sea así, ahí quiero estar. No soy distinto al resto: cualquier jugador quiere estar en la NBA. No estoy obsesionado con ello, así que paso a paso. Lo que no puedo permitir es que no pase por falta de trabajo”. Palabra de Aldama.

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