Parece que fue ayer cuando, en 2011, se realizó en ExpoMeloneras el primer Salón de la Renovación. Este coincidía con el comienzo de la primavera árabe y en Canarias comenzábamos a ver algunos brotes verdes en la llegada de turistas. ¡Qué casualidad! Y digo yo: ¿estos brotes no serían fruto del levantamiento y la lucha por el estado de bienestar que reclamaba el pueblo de muchos de nuestros competidores? Eran años en el que la renovación de nuestro destino era fundamental y, en mi opinión, y aunque he de reconocer que muchos empresarios han cumplido con esta máxima, aún sigue siendo necesaria la renovación de muchos establecimientos y de muchas zonas públicas.

Esta ansia por mejorar las infraestructuras turísticas, aunque parece mentira, también se apoderó de las instituciones públicas. Recuerdo la urgencia y necesidad que tenían de renovar los kioscos de Playa del Inglés y Maspalomas, hoy patrimonio de la mediocridad y la dejadez, para ofrecer mejor servicio a los clientes prestados. No quiero ni pensar en qué estado se encuentran guardados en vaya usted a saber qué almacén municipal.

La excusa es que están a la espera de un procedimiento administrativo, de un permiso. Lo que es indignante es la dejadez, el poco entendimiento, la falta de negociación con carácter de urgencia de su renovación. Qué pena que teniendo ocupaciones récord, como nos va bien ofreciendo la misma mediocridad no seamos capaces de aprovechar el momento. O tal vez sí lo aprovechamos renovando lo innecesario, véase las sombrillas verdes que con total acierto se integraban en el medio ambiente, con la arena de la playa, cambiándola por un naranja chillón. Pero me pregunto si esta lacra social de apatía y mediocridad no va a tener fin.