"Escribir o leer en estos tiempos son actos revolucionarios", dice Silvia Rodríguez (LPGC, 1971), que se ha alzado ex aequo con Patricia Severín con el premio María del Villar de Tafalla (Navarra), por su obra Marabulla. Tiene ocho libros publicados, sus poemas se incluyen en varias antologías y ha colaborado con distintas publicaciones especializadas. "Ha supuesto una alegría y significa que tengo que seguir trabajando ya que para mí la poesía es ante todo una profunda vocación", confiesa sobre el galardón.
¿Qué relata en su obra Marabulla, de dónde surge esta palabra y a qué hace referencia?
Rescata momentos del pasado, especialmente de la infancia, con los traumas, miedos o impresiones de un imaginario personal. Son poemas que expresan la rebeldía ante la premonición de la pérdida cruel de lo que más amamos, de a quien más amamos. El título remite a un juego de la niñez al que llamábamos "marabulla sin bulla". Se trata de revisitar el tiempo de la inocencia y la felicidad, que vistos desde la perspectiva del presente dejan al descubierto el poso agridulce del tiempo ido.
¿Pasa la creación poética por un buen momento? Los datos reflejan un interés entre los jóvenes lectores.
La poesía siempre ha tenido su sitio en el mundo, una marginal latitud que por fortuna conserva. La creación poética es para mí algo muy serio. Las redes sociales han propiciado que se publiquen textos como poesía y no todo lo que se publica concuerda con los cimientos de esta disciplina. Sobre el interés de la juventud, creo que se debe a la mezcla que algunos pocos desean: la de contener en su identidad lo mejor del siglo XXI y el sabor de la nostalgia de otros tiempos. Ahí se interesan por la poesía y también quieren escribirla, que siempre es interesante. Escribir o leer en estos tiempos son actos revolucionarios.
¿Qué le ofrece como autora el verso frente al uso de la prosa como vehículo de expresión?
Es un tema de pulsión. Escribir poemas es algo más natural para mí. Me arde esa vocación en mi interior, la siento y la sufro.
