Buena parte del equipo que hizo posible esta creación en la histórica sala Jean Vilar de Chaillot, incluidos los técnicos, salieron al final a saludar, invitados por la artista granadina (sur de España) ante el insistente entusiasmo del público.

En el centro de los veinte bailarines y los diez músicos protagonistas, la asistencia ovacionaba a Blanca Li y al bailaor Andrés Marín, quien acababa de dar vida al genial poeta granadino y autor de "Poeta en Nueva York" (1930), Federico García Lorca (1898-1936).

Asimismo, aclamaban al cantante de jazz Rob-Li; y a la cantaora de Linares, Jaén (centro-sur español) Carmen Linares, "Y de España", según destacó la coreógrafa, tras su nuevo éxito parisiense, en declaraciones a EFE y a la Cadena Ser.

"Tenía miedo de que no funcionará" aquí el espectáculo, como en el Teatro del Generalife de Granada (donde el pasado verano lo disfrutaron más de 50.000 espectadores), pero "hoy hemos hecho el estreno y la verdad es que estoy contenta", añadió la artista.

La situación es diferente "porque Lorca en Granada fue la creación, y fue superdifícil, y Lorca en París es la recreación, que también es muy difícil", en particular fuera del Generalife y de ese contexto, recalcó Blanca Li, quien buscó para su "Poeta en Nueva York" "simplicidad y abstracción".

Preguntada por el origen de la pieza, en la que fusionó estilos musicales y de baile muy diferentes, del flamenco al jazz, pasando por el hip-hop y la danza contemporánea, su creadora recordó que fue fruto de un encargo.

"En realidad, surgió porque Rosa Torres, consejera de Cultura de la Junta de Andalucía (sur), me llamó y me dijo 'me gustaría que hicieras esta creación para el Festival de Lorca en Granada", dijo Blanca Li, quien asistió al nacimiento del hip-hop en Nueva York (EEUU), a los 17 años, mientras completaba su formación junto a la estadounidense Martha Graham, entre otros maestros.

Entonces, claro, al oír "Lorca, Granada, pues me tiré como una loca", luego ya, cuando "empecé a meterme en la obra, me empezó a dar miedo", añadió la coreógrafa, que durante aquella primera estancia neoyorquina se sintió "identificada" de alguna manera con lo que Lorca contaba de su viaje, realizado durante la terrible crisis económica y social de 1929.

El miedo venía porque "Poeta en Nueva York" es una obra en la que hay "un gran sufrimiento", y es "muy dura, muy difícil, muy negra, bastante pesimista y con unas sensaciones muy dolorosas también".

Mientras que, a ella, "le apetecía hacer algo bello, positivo", que permitiese "utilizar la naturaleza", aunque reconoció haber vivido, también en la 'Gran Manzana', como Lorca, "momentos de soledad, de nostalgia, de pensar en su familia".

Por eso, quizás, "me apoyé en mis propias emociones, en una situación parecida, para recrear lo que yo imaginaba que él pudo sentir en ese viaje", manifestó la ex directora del ballet de la Opera Cómica de Berlín y desde 2006 directora del Centro Andaluz de Danza.

Fue en las conferencias que Lorca dio de vuelta de su viaje, en las que explicaba sus poemas y su "Poeta en Nueva York", considerada su obra maestra, aunque inacabada, donde "encontró la solución" esta ex gimnasta nacional de elite, madre de dos hijos y residente en París desde hace años.

Así, "en vez de contar poema por poema, que son superduros", optó por contar el viaje del poeta, "sus emociones, sus sensaciones, como ser humano, y como Lorca", destacó.

Contó, ante todo, "los momentos de inspiración que él tuvo", y situó sus poemas "en las canciones, en los momentos de baile", resaltó Blanca Li, quien reunió en su pieza a artistas "de todas partes", de Nueva York, de Andalucía y otras ciudades españolas, y de Francia.

Además del flamenco, el jazz y el hip-hop, el fuego, el agua, también la sangre, son algunos de los elementos claves de la obra, en la que el metal es evocado en los vídeos proyectados sobre la escena y la tierra en los poemas lorquianos.

El público celebró con especial hincapié igualmente la representación de los rascacielos de Manhattan y del incesante ajetreo de Wall Street en forma de escaleras plegables de diferentes tamaños, así como la recreación de las noches musicales y cabareteras de Harlem, símbolo de los momentos más felices de Lorca en Nueva York.