Seguramente, para empezar con un adverbio -enseguida sabrán el porqué-, el nombre de Daniel Handler, un escritor de 38 años nacido en San Francisco, no les diga nada. Pero me gustaría disipar de inmediato los recelos que el nombre del autor pueda acarrearle a su libro de relatos Adverbios, que acaba de publicar Tusquets, diciendo que Daniel Handler es en realidad el nombre auténtico de Lemony Snicket, el enigmático autor de Una serie de catastróficas desdichas, de la que Tusquets ha publicado los títulos La villa vil y El hospital hostil (tomos 7 y 8). La saga de esta atípica familia de huérfanos que llevan el alias del autor de Las flores del mal (los hermanos Violet, Klaus y Sunny se apellidan Baudelaire) está compuesta por once títulos que ya han vendido 50 millones de ejemplares en todo el mundo.

Handler pertenece a ese grupo de escritores que, teniendo el favor del gran público, cuenta con admiradores no menos incondicionales entre escritores (Michael Chabon, Dave Eggers) y críticos, y, dentro de este grupo, a los más circunspectos. En lugar de ganarse el respeto en el mundo literario y más tarde conquistar lentamente lectores, Handler tuvo casi desde el principio lectores y lo que ha venido luego ha sido el reconocimiento gradual pero implacable de quienes, reticentes primero ante un escritor que tomaba sus temas de la América más provinciana y los desarrollaba con un sentido del humor tan ingenioso como macabro, han acabado reconociendo las indudables riquezas de su estilo.

Dicho esto, lo que corresponde señalar de Adverbios es que en este libro de relatos encabezados cada uno con un adverbio (Inmediatamente, Obviamente, Posiblemente, Brevemente, Profundamente, Claramente, Naturalmente, Erróneamente, Realmente, A menudo, Apenas) encontramos a un Handler plenamente consciente de sus principales recursos. El argumento común a todos ya sugiere que nos adentramos en terreno especialmente abonado: todos giran en torno al "modo en que el amor se manifiesta a pesar de todas las catástrofes". En Adverbios Handler edifica con sencillez un complejo edificio en el que los más variados matices del amor quedan al descubierto: el amor homosexual y el heterosexual, el amor juvenil, el platónico, etcétera.

Pero donde sin duda Handler demuestra toda su maestría es en la construcción psicológica de los personajes y, en particular, de ese proceso subterráneo que les lleva a enamorarse en los momentos y los lugares más improbables, como le ocurre al protagonista del relato que abre el libro, Inmediatamente, que se enamora del taxista que lo lleva a su casa después de romper con su novia: "El amor estaba en el aire, y los dos lo atravesamos de camino hacia la esquina. Lo inspiramos, sobre todo yo: el aire también venía cargado de olores y pájaros, pero era el amor, estoy seguro, lo que bajaba dando tumbos hasta mis pulmones, vecinos y confidentes del corazón". No sé si será muy importante el detalle, pero a mí Handler me ha conquistado.