"Era todo tan surrealista que yo sólo podía reflejar la realidad", evoca la "prohibida" poeta Ana Blandiana, una autora de culto en media Europa que se publica ahora en España.

"Somos un país vegetal" es no sólo el título de uno de sus más famosos poemas sino una declaración de cómo se ve ella y muchos de sus compatriotas "por haber conseguido aguantar tanto", explica en una entrevista con Efe para presentar "oficialmente" su libro de relatos "Proyectos de pasado" (Periférica), impreso en 1982 tras un largo periodo de censura.

El libro, traducido a 23 lenguas, convirtió a Blandiana, una figura legendaria en Rumanía por su activismo contra la dictadura, en una de las voces fundamentales de la literatura de la Europa del Este, a la par de Anna Ajmatova o Vaclav Havel.

Sus relatos, que cultivan el misterio como paradigma existencial traducido en aporías como la del título, son "visiones" biográficas y hablan del "alma" abarcando experiencias vividas en su país desde que el comunismo se instala y afianza (1948-1964), una época en la que murieron medio millón de personas, a la represión de la era Ceaucescu.

Blandiana, seudónimo de quien vino al mundo en 1942 en Timisoara como Otilia Valeria Coman, se "reveló" al publicar sus primeros poemas, con 17 años, como hija "de un enemigo del pueblo" -preso político por ser sacerdote ortodoxo- y, por tanto, "prohibida" ella misma.

En 1964, logra publicar su primer poemario, "Primera persona del plural", y sigue escribiendo esquivando como puede la censura.

Lo "peor" viene cuando, en 1985, denuncia en unos poemas la miseria y terror del régimen de Ceaucescu.

Uno de ellos, "Todo", una reiteración de palabras de la vida cotidiana como "gato", provoca especialmente la ira del régimen.

Lo de "gato" no lo entendía nadie fuera de Rumanía, pero dentro, todo el mundo. Ceaucescu visitó un día un hospital con sus doberman.

En el centro tenían gatos para espantar a las ratas y uno de ellos le hizo frente a uno de los perros: "se montó un lío enorme y todo el mundo se reía menos él".

Consecuencia: el dictador mandó derribar el hospital, la primera de los muchas demoliciones de edificios antiguos que emprendió -"las casas volaban", dice Blandiana en uno de sus poemas- y que acabaron con casi todos los vestigios del pasado de Bucarest.

No puede publicar durante mucho tiempo pero eso hizo que se estableciera "una relación indestructible" con sus lectores, "que se jugaban la vida" tanto como ella al leerla en "samizdat", es decir copias a mano de sus poemas.

"La gente vivía pendiente de los poetas. La palabra tenía un poder supremo. Ahora la gente mira la tele", lamenta aunque reconoce que también "la problemática" ha cambiado.

"Ahora ya no existe esa obligatoriedad de escribir para que te lean entre líneas. Que no haya censura ha cambiado las coordenadas estéticas, pero hay otros problemas como la soledad, el paso del tiempo y la indiferencia".

En 1988 logra editar un libro de versos para niños, "Acontecimientos en mi calle"", que se ve de nuevo como una crítica al dictador porque estaba protagonizado "u00A1por un gato!".

La represalia fue retirar todos sus libros de las bibliotecas y prohibir la simple mención de su nombre. Vive "custodiada" hasta 1989 y tras la caída del régimen funda y preside la Alianza Cívica y ahora dirige el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia.

Su nombre ha sonado como merecedor del Nobel pero Blandiana está segura de que quienes, como ella, denuncian los totalitarismos de izquierdas "lo tienen muy difícil" y eso, a pesar de que, revela, la mujer del presidente de la Comisión de los Premios "es bastante feminista" y "por eso", bromea, lo lograron Doris Lessing (2007) y Elfriede Jelinek (2004).