Hay convocatorias que, a priori, ya se sabe que van a ser éxitos rotundos en todos los aspectos, por mucha crisis que estemos atravesando. Pero unir en una misma noche el rock rumbero y castizo de La Cabra Mecánica, con el pop-rock de impecable factura de Fito y Fitipaldis, es a todas luces, una decisión acertada e inteligente.

El concierto que ambos artistas ofrecieron el pasado viernes en la zona de aparcamientos del Estadio Gran Canaria tuvo la progresión de lo perfecto y equilibrado, el encanto de presenciar, uno tras otro, a dos de los máximos representantes de diferentes conceptos musicales de gran predicamento en este país. Por un lado, la ironía y el sentido del humor de Miguel Ángel Hernando, Lichis. Y por el otro, las reflexiones y observaciones cotidianas de Fito Cabrales.

Comenzó el grupo de Lichis quien quiso dejar claro que ésta era su última gira ("pero no el final, que aún queda un disco en el mercado", dijo). Con la vista puesta ya en su nuevo proyecto, Miguelito, el músico se mostró igual de espontáneo y campechano que siempre y, bromeando constantemente, echó la culpa de esta decisión a su edad. Tras arrancar con el reggae de Felicidad y ofrecer títulos como Gracias por nada o Valiente, Lichis regalaría, entre otras, ya en el ecuador una arrebatada Ay, poetas, quintaesencia de su sonido de ritmo y letras irresistibles.

El concierto de La Cabra fue mucho más que un aperitivo, y la actuación fue creciendo en intensidad y mientras el flujo de espectadores aumentaba de una manera constante por el acceso del aparcamiento, tras la pausa, y tras la salida de Fito y Fitipaldis al escenario, el recinto ya alcanzaba un lleno absoluto, con más de 10.000 personas que dejaron chico el recinto. Fito Cabrales siempre ha presumido de la calidad de su actual banda, e insiste en que la mejor manera de comprobarlo es asistiendo a sus actuaciones. El grupo mostró un sensacional dominio instrumental con canciones directas y sencillas, pero que no escondían sus picoteos por el blues, el soul o incluso el swing.

Comenzó con la canción que titula el disco Antes de que cuente diez, y tras recordar Un buen castigo de Lo más lejos a tu lado, Fito no se lo pensó mucho antes de atacar uno de los grandes éxitos de su repertorio, Por la boca vive el pez, interpretada con una factura impecable y preparando al público para disfrutar el resto de un concierto que no bajaría en fuerza y ritmo. También rescató La casa por el tejado, y tras hora y media, se despediría con Soldadito marinero.

Fito y Fitipaldis tuvo, además, tiempo para desfogarse con impecables versiones, destacando Todo a cien, guiño a La Cabra Mecánica que incluye en su último disco, con, Lichis sobre el escenario; Deltoya, de Extremoduro; y Quiero beber hasta perder el control, Rebeldes, con el acelerador al máximo. Antes de despedirse, Fito mostró la camisa del Athletic, aunque luego volvería para interpretar un set de varios temas que incluiría una versión casi unplugged de Por la boca vive el pez y que finalizaría con el tema Acabo de llegar de una forma totalmente arrolladora. Un diez para el artista y otro diez para un público al que la lluvia del final de concierto no logró amedrentar.