La gran estrella de la temporada 2010/2011 del Teatro Pérez Galdós tiene 28 años, cumplirá 29 en junio, y se llama Lang Lang. El joven pianista chino es la excelencia a las teclas, la mano prodigiosa cuya técnica, impronta y proyección mediática le convierten en el artista clásico de moda, cotizado, admirado y venerado a partes iguales. Lang Lang llega hoy a la capital grancanaria para celebrar dos recitales de "auténtico lujo", esta noche a las 20.30, y mañana a la misma hora, como escala excepcional en territorio español dentro de una gira europea en la que estará ocupado hasta finales de mayo con fechas en París, Lyon, Múnich, Hannover, Stuttgart, Dusseldorf, Berlín, Milán, Copenhague, Estocolmo, Oslo, Notingham, Cardiff, Manchester y Londres.

En el Galdós está todo vendido desde hace unos diez días, hecho insólito según la Fundación, y que es la respuesta del público al perfil y proyección de un artista de moda. Sobre el atril, el intérprete chino ejecutará la Partitura nº 1 en Si bemol Mayor, de Bach; Última Sonata en Si bemol Mayor D. 960, de Shubert; y Doce estudios, Op. 25, de Chopin.

El estatus del que ahora disfruta Lang Lang es fruto de un esfuerzo y una dedicación titánicos no exentos de sinsabores y decepciones. El artista que conjuga títulos como Embajador de Unicef y de la cultura de su país, que ha se codeado con el firmamento de la dirección clásica y las orquestas más importantes del planeta, que es reclamado por los teatros y salas de conciertos de mayor prestigio, el mismo que en 2008 protagonizó la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín y que ha despertado el interés de millones de niños chinos en aprender el manejo del piano, no lo tuvo fácil. El esfuerzo le ha costado media vida, como el propio Lang Lang reconoce en su autobiografía titulada Lang Lang, un viaje de miles de kilómetros, escrita en colaboración con David Ritz, que el pasado año publicó en España Alba Editorial. Traducida a una docena de idiomas, este libro de 288 páginas es una confesión sin precedentes de un artista que sin cumplir los 30 ya siente la necesidad vital y editorial de dar a conocer el camino que le ha llevado hasta la cima por la que suspiraban sus padres, cuando con menos de tres años ya le habían comprado un piano.

'Tom y Jerry'

Aquel niño encontró en los dibujos animados de Tom y Jerry y otros de su época los principios de su vocación pianística. Esa es la gran influencia que reconoce en su relato biográfico. Escenas de una niñez de plena dedicación a la música, de la enorme presión que tuvo en su casa, especialmente de su padre, también músico, quien tuvo claro que su hijo tenía que ser la estrella que él no pudo.

La infancia en la localidad industrial de Shenyang, la condición de hijo único, la alargada sombra de la revolución cultural china en su entorno inmediato, la precocidad con que comenzó a despuntar al ganar su primer concurso de piano a los 5 años, el mareante horario de estudio y práctica que tenía que cumplir a rajatabla, su primer varapalo al no conseguir otro concurso a los 7 años, la marcha a Pekín con su padre dejando atrás a su madre para buscar plaza en el conservatorio, los docentes que condenaron sus aspiraciones y la relación amor-odio que trabó con su progenitor dan cuenta de la pesadilla que tuvo que soportar. Las angustias y depresiones de adolescencia le llevaron a olvidar el instrumento. Pero con 12 años comenzó a ganar premios en Japón, Alemania, hasta que llegó a Nueva York. Nada sería igual desde entonces.