Los Premios Mastropiero importa una novedad frente a anteriores espectáculos de Les Luthiers. Si hasta ahora venía siendo habitual que los shows de los argentinos asumieran la forma de un programa musical, en este caso el formato es el de una entrega de premios.

Los diálogos entre los presentadores del simulado evento de entrega de galardones, Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich, son lo más suculento del plato dejando esta vez en un lugar más discreto a las actuaciones musicales, que despliegan, no obstante, la habitual pericia de los argentinos como intérpretes, inventores de instrumentos imposibles o compositores de esas piezas siempre atribuidas al talento heterodoxo de Mastropiero.

Son casi dos horas descacharrantes, con ironías, juegos de palabras y una gestualidad sugerente. A Les Luthiers no les hace falta mucho para provocar la risa. La televisión nos ha acostumbrado al humor histriónico, de trazo grueso cuando no decididamente chocarrero. Esto es otra cosa, a veces apenas una entonación, la variación de un acento o una mirada bastan para hacernos reír, algo que nos viene haciendo bastante falta en estos tiempos que corren.