Pues es una pena que Cowboys & Aliens no se quedara con los primeros y mandara los segundos a hacer gárgaras a alguna lejana galaxia porque por separado la cosa tiene su gracia pero juntos no hay quien la aguante. El arranque, con un sabor inconfundible a vaquerada clásica (si omitimos la molesta presencia de la pulserona letal de Daniel Craig, que, por cierto, da muy bien el tipo como tipo duro de las praderas, enjuto y seco como un cactus), está bien planteado y Favreau (especialista en empezar bien las películas para luego tirarlas al barranco, véase el primer Iron man) se mueve con soltura y destreza entre los paisajes resecos, las cantinas y las calles polvorientas. Tal vez sea el mono de western el que haga saborear con placer ese inicio con hijos tontainas y matones de caciques, sheriffs sobrepasados por los acontecimientos, mujeres de mirada amartillada y forasteros de sombra turbia. Y, encima, aparece un Harrison Ford en plan extraduro y supermalo para que la pantalla acoja un duelo de lo más tenso entre Indiana Jones prejubilado y James Bond sin pajarita. Corretean ecos de Río Bravo, El hombre de las pistolas de oro y un puñado de westerns gloriosos, y se agradece que el director se ponga clásico con la cámara y no se rinda a la tentación de ponerse modernillo (no, no mencionaré esta vez a Michael Bay como ejemplo de esa plaga).

Y entonces todo se viene abajo cuando el confortable (que diría John Wayne en Río Lobo) paisaje del western es invadido por naves extraterrestres y peleas interminables que mandan a paseo cualquier interés por dar espesor a las tensas relaciones entre los personajes. El disparate parece divertido si te lo cuentan (los buenos y los malos se tienen que apoyar entre ellos contra el enemigo común, y eso incluye la irrupción de unos indios zarzueleros) pero visto es francamente repetitivo y fatigoso. Entre planos cegadores de los ojazos de Olivia Wilde (que carga con un personaje incoherente que parece escrito por algún boicoteador), sostenida a duras penas por las miradas ceñudas de Ford (hombre, ¿no le llegan papeles más jugosos en los que lucir su presencia incontestable?) y la profesionalidad del curtido Craig y un puñado de secundarios valiosos, la carísima película (los efectos especiales son muy buenos, sí, vale, de acuerdo, ¿y qué si no hay ni un ápice de emoción tras ellos?) se arrastra hasta un desenlace donde vaqueros, indios y etés malvados y muy feos... Oh, perdón, casi les cuento el final, aunque, verdaderamente, la película es tan poca cosa que no importa cómo acabe, sino que acabe cuanto antes.