El Festival internacional de cine de Venecia cerró hoy, con la entrega de unos premios que coronaron al realizador Alexander Sokurov y al actor Michael Fassbender, una 68 edición cuajada de estrellas pero también de un cine excelente con grandes historias y enormes interpretaciones.

Si al comienzo del festival sólo se hablaba de la llegada de Madonna para presentar su segunda película como directora -"W.E.", que pasó sin pena ni gloria por Venecia- o de George Clooney y sus Idus de marzo, al final ha sido el cine en mayúsculas el que se ha llevado la partida.

Más allá del glamour de la alfombra roja y de los fans enloquecidos que han pasado horas a pleno sol para tratar de lograr un autógrafo o una foto de sus ídolos, este año Venecia ha sido un gran Festival de cine.

Apenas un par de películas de las 23 incluidas en la competición oficial no eran dignas de estar ahí. El resto han presentado un gran nivel, con historias y estilos para todos los gustos, directores emergentes y consagrados y actores y actrices en estado de gracia.

La que más ha impactado en el Lido veneciano ha sido sin duda "Shame", que se ha tenido que contentar con el premio al mejor actor -excepcional Fassbender- cuando todo el mundo la daba por favorita para el León de Oro. Pero que ha consagrado al británico Steve McQueen como el gran director que se veía detrás de "Hunger".

Pero también han gustado y mucho, la ganadora, con una visión muy estética y, al mismo tiempo, desagradable, de Fausto. O ese retrato despiadado de la vida cotidiana que es "Carnage" ("Un dios salvaje) o la dura crítica de las trastienda política de "The ides of march" ("Idus de marzo").

Sin olvidar el impactante naturalismo de la versión de "Cumbres borrascosas" de Andrea Arnold, la delicadeza de la china "Tao jie" ("A simple life") o una de las mejores películas que se han hecho de espías, "Tinker, tailor, soldier, spy" ("El topo"), con la que el sueco Tomas Alfredson ha demostrado que domina cualquier género.

Todas ellas con grandes actuaciones de gente como Gary Oldman, Kate Winslet, Christoph Waltz, Matthew McConaughey, Keira Knightley, Viggo Mortensen, Paul Giamatti, Philip Seymour Hoffman o Monica Bellucci.

Nombres que han adornado la alfombra roja de Venecia en el exterior y han caldeado las salas en el interior, ya de por sí con una alta temperatura por los torrentes de sangre y de violencia tanto física como psicológica que se han podido ver en muchas de las películas de esta edición.

Ha sido el caso de "Killer Joe", una locura firmada por William Friedkin, que de puro surrealista se ha convertido en una gran comedia negra.

Pero también fuera de competición se han visto cosas interesantes.

Como "Wild Salome", una película documental en la que Al Pacino muestra los entresijos de la puesta en marcha de un proyecto teatral sobre la obra de Óscar Wilde y que presentó en Venecia, donde además recibió un premio por su carrera con realizador.

O "Contagion", de Steven Sodebergh y con un reparto a rebosar de caras conocidas. Recepción muy dividida para un filme que muestra el peligro de transmisión de cualquier virus.

Pero sin duda, el momento más emocionante de esta 68 edición fue la entrega a Marco Bellocchio del León de Oro a toda una carrera, porque recibió el galardón de manos de Bernardo Bertolucci, amigo y rival de toda una vida, que no quiso perderse el evento pese a sus problemas de salud, que le obligan a moverse en silla de ruedas.

Una imagen emotiva que resumía la historia del cine italiano y mundial de los últimos 50 años.

Mucho más que cualquier visita de estrella musical encaprichada con convertirse en lo que no es.