Cuando todos se pirran por ponerse bajo los focos, ella ha preferido dar un paso atrás y contar las historias, las que de verdad merecen ser contadas, desde el otro lado de la cámara. La actriz y presentadora Mercedes Ortega volvía hace meses de México con el documental Cautivas bajo el brazo, un trabajo rodado en condiciones muy complicadas en una cárcel de mujeres del Distrito Federal. En el filme, esas celdas aparecen ante el espectador como un concentrado de vidas arrasadas desde antes de empezar a vivirlas, de existencias sin consuelo sobre las que pesan las peores losas que atenazan la condición femenina.

La cinta, que acoge historias realmente duras, ya ha merecido dos reconocimientos, una del certamen Miradas Doc y otro de la Delegación del Gobierno, pero es ante todo un homenaje a esas mujeres proscritas, condenadas a un olvido fabricado de rutinas, patios y alambradas.

Ortega, que pasa largas temporadas en México, no llegó al penal con la idea de hacer un documental, sino como voluntaria. "Convivía con las reclusas. Me pedían cosas básicas del exterior, comida, champú, muchas medicinas... Esas cárceles no te dan ni el uniforme que llevas, todo te lo tiene que dar tu familia, y muchas de esas familias son muy pobres", comienza recordando. La prisión era, para muchas de aquellas mujeres, una estación más en un trayecto sobre raíles deformados. "No suelen contar su historia porque no hay nadie que se interese. La cárcel para ellas es una continuación de sus vidas. Llegan tras una infancia totalmente desestructurada, con mucho dolor, con muchas secuencias violentas, con una falta de protección importante. Vienen destruidas, no tienen esperanza y piensan que ese dolor que han vivido es algo normal".

Pronto le llamó la atención el velo que la sociedad había corrido sobre las reclusas. "No son sólo marginadas, es que están olvidadas, son absolutamente invisibles", dice. Además, las condiciones de vida son extremas. "Hay hacinamiento, en una celda puede haber 24 personas para diez camas. No pueden dormir, por lo tanto no pueden vivir".

Un día alguien rompió el hielo y Cautivas cobró forma. "Se me acercó una presa y me dijo: 'Quiero contar mi historia, tengo 24 años y me acaban de diagnosticar el sida; dicen que lo tengo muy avanzado". Esa joven, que apenas se relacionaba con el resto de la población reclusa, iba a disparar una especie de catarsis de confesiones que la canaria pudo registrar con no pocas dificultades porque, para empezar, no está permitido filmar en el interior de la prisión. ¿Y qué historias encontró? "Hay aspectos muy extremos en esa población carcelaria. Nadie se quiere ocupar de ese tema. Es como escabroso, pensamos que los que están ahí es porque se lo merecen, han cometido un delito y se los apartan de la vida diaria. En el caso de muchas de esas mujeres mexicanas, se habían visto obligadas a delinquir porque tienen que sobrevivir, no han visto otra cosa. El perfil de la mujer en sus entornos aparece arrasado por el machismo y asumen cuestiones como el maltrato como algo natural", explica la realizadora.

Así, entre los testimonios recogidos se repetían frases como mantras. "Vi a mi madre en un charco de sangre mientras mi padre nos abandonaba" o "mis padres bebían y se drogaban". Y sin embargo, "a pesar de que están en condiciones infrahumanas, de que no tienen espacio, sanidad o higiene, de que no se las provee de las cosas básicas, a pesar de esa fealdad profunda que tiene la cárcel, muchas afirmaban que estaban mejor dentro que fuera". Esa es la paradoja, tantas de aquellas mujeres baqueteadas por la vida hallaron allí la serenidad, hallaron allí el amor. "La mayoría encuentra el amor en la cárcel, con otra reclusa. Ellas han vivido en una cárcel interna desde que nacen, así que encuentran en el contacto con otra mujer la complicidad que no tuvieron con un hombre", añade.

El documental salió adelante sin permiso, pero sin cámara oculta, prácticamente sin presupuesto, con equipos prestados y filmado en un maratón de seis horas. El material, muy crudo, permaneció en un cajón un tiempo, hasta que Ortega se sintió con fuerzas para visionarlo y montarlo. Lo terminó el pasado abril. El filme no se ha podido aún ver en México.

Su buena acogida ha permitido a la autora recaudar fondos para las reclusas, que es uno de los fines del documental, y ya se plantea otros dos proyectos, uno de ellos en Guatemala, siempre con la mujer como eje. Ayer se celebró el Día Internacional contra la Violencia de Género. Hay expresiones, como "remover conciencias", que aparecen gastadas, de tanto que hemos abusado de ellas. Cautivas se empeña en lograrlo sin recurrir a artificios, dejando que la realidad con toda su crudeza te golpee. Noble empeño.