Lo ha dicho el propio Roland Fischer respecto de su quehacer artístico: se trata de crear "una tercera realidad". El fotógrafo alemán, una figura esencial para conocer la evolución de este soporte artístico en las últimas décadas, ha estado llevando a los umbrales de su propio genio creador el carácter performativo de la fotografía: su capacidad para crear algo radicalmente nuevo a partir de imágenes previas, su pericia para dejar totalmente atrás lo que estaba dado visualmente.

Procedente del DA2 de Salamanca y, producto de un feliz intercambio entre este pujante centro de arte y la sala La Regenta, que envió a cambio la retrospectiva de Pedro Garhel, pionero en el arte electrónico y multimedia en España, el público canario tiene hasta el 22 de enero una extraordinaria oportunidad que lleva por nombre Roland Fischer.

Intriga interna, ambigüedad, retratos despojados, edificios abstractos. La crítica usa -y bien- esas expresiones cuando habla de Fischer. No es para menos: si ya reproducir había quedado en los anales de la disciplina en su plano artístico, tampoco se trata siquiera de escenificar, resignificar, decodificar o pervertir las fotos que le sirven de material, como se había hecho desde las vanguardias históricas hasta entrado el siglo XXI.

Se trata de suplantar la imagen dada, de producir formas (Fischer sabe que todo es forma en el arte) que liberen al "pensamiento visual" de los aspectos más discursivos que la propia forma fotográfica o pictórica imponen al ser hablante cuando se enfrenta a una imagen, recortando el estallido de significados y sentidos.

Es un programa no apto para cualquiera: crear unas imágenes que nada tienen que ver, aunque partan de ellas, ni con las catedrales góticas que le fascinan, ni con los rascacielos corporativos de última hornada, ni con los iconos del Movimiento Moderno en el ámbito de la arquitectura; ni, en el ámbito del retrato, con el clasicismo formal (adora a Giotto, a Zurbarán) de los individuales y de grupos.

Por ello Fischer subraya una y otra vez que no fotografía edificios, sino aquello que -sujeto a su propia orfebrería digital- es capaz de alumbrar lo que la imagen literal vela, aunque parezca que lo registre todo... El artista alemán lo expresa con extraordinaria lucidez [ver anexo de algunos pensamiento escogidos]: No le interesa mostrar la variedad de gente que hay en el mundo cuando hace su retrato, sino tratar de expresar, de captar "eso que llamamos individualidad". Fischer no quiere mostrar la realidad, sino lo real que se escapa.