Una mezzo "de la frontera", según sus propias palabras, con una voz muy singular y de amplia variedad de registros, que se ha distinguido igualmente como soprano dramática, y que ha aceptado el reto de participar junto al pianista Sergio Alonso, del estreno de Tres canciones amarillas, de Juan Manuel Marrero, en un recital en el que cantará otras dos piezas de Wagner, compositor de cabecera que admira. Un acto que se celebra mañana en el Paraninfo de la ULPGC organizado por el Aula Wagner, con patrocinio del Hotel Santa Catalina.

- ¿Cómo surge la posibilidad de protagonizar el estreno de esta obra de Juan Manuel Marrero en el Aula Wagner?

- Es una obra de 2005 sobre poemas de Tristan Corbiere que no se había podido estrenar hasta ahora. Y todo ha sido gracias a Guillermo García-Alcalde, y desde luego es un honor muy grande que me llamaran para invitarme a participar en el proyecto, y aquí estamos para defenderla. No conocía al compositor y ha sido todo un descubrimiento.

- ¿Qué podría contar de la obra? ¿Es una partitura especialmente compleja?

- Es difícil para los intérpretes hacer un análisis de una obra cualquiera, eso tendrían que hacerlo los compositores. Mis impresiones acerca de la partitura es que es una pieza muy compleja para la cantante y el pianista, porque hay que realizar un conjunto de acciones, de movimientos, además de cantar frases o pasajes tonales y atonales, es decir, efectos vocales y sonoros con distintas partes del piano, el instrumento cobra protagonismo. Para un cantante y un pianista, el instrumento no es algo externo, es el tercer elemento, y lo que no es tan frecuente es jugar con el piano por dentro, trabajar con sus entrañas con elementos percutivos, baquetas de distintos tipos, y otros como monedas de distintos tipos, peines, bolsas de plástico, hojas de papel, elementos poco frecuentes. Me parece muy original.

- La creación contemporánea es una de las formas musicales que usted ha frecuentado en su carrera profesional.

- La verdad es que hasta ahora he hecho cosas bastantes complicadas. Recuerdo, por ejemplo, una obra de Claudio Prieto, piezas de Cristóbal Halffter, de Luciano Berio, estoy familiarizada en cierta medida, pero nunca antes había tenido un gran reto de esta envergadura. Y si no tuviera confianza en que puedo hacerlo, no lo haría. Aquí no se puede ni sufrir ni hacer una cosa mal hecha. Hay conexión, hay algo en esas acciones, en los efectos que también hace la voz, son elementos que vienen a reforzar el texto.

- ¿Qué haría falta para que el público se acercara con mas frecuencia a la música contemporánea y participara activamente de estas propuestas experimentales como lo hace con la música sinfónica, de cámara o la ópera?

- Creo que es una cuestión de tiempo, porque hay un dato interesante en el hecho de que este concierto se celebre en el Aula Wagner de la Universidad. No me parece un hecho gratuito que en este foro también se apoye a la nueva creación. Wagner fue un rupturista, un incomprendido en su época y es único en la historia de la música, y se puede hablar de un antes y un después de Wagner. Esto no dista mucho de la composición actual. La música tiene que conmover siempre, sea la que sea, de lo contrario estaríamos hablando de experimentos de laboratorio. El arte es otra cosa, es conmover, del tratamiento de las emociones humanos, y el canto es especialmente emotivo. Y cuando esto falta, no es fácil de cara al intérprete y el oyente. Volviendo a la obra de Marrero, decir que tiene momentos tonales, y cuando llega con unas frases ligadas, es una maravilla. Si esto aparece es por una razón evidente. Sea la obra que sea, debe que tener un sentido dramático, si es demasiado abstracto, es difícil que llegue porque tampoco el intérprete lo hace suyo.

- El recital se completa con dos composiciones de Wagner, un compositor que ha frecuentado en diversas ocasiones.

- En el programa hay el final de una escena de Ortrud, del segundo acto de Lohengrin, que es muy veloz y enérgico, y contrasta muchísimo con las canciones a Mathilde Wesendonk, que son mas soñadoras, de tiempos lentos. Es de las obras favoritas de Wagner, sus preferidas por encima de muchas de sus óperas. Son estudios para Tristan e Isolda, y le encantaban por ser obras de pequeño formato que no tenía que desarrollar hasta el infinito. Las he cantado bastante, y he hecho más Wagner en la Ópera Estatal de Baviera, en 2004, que hice una Walkiria con Zubin Mehta, y fue una gran sorpresa porque me dieron el rol. Wagner es un reto para cualquier cantante, hay que tener muchos decibelios, pero el mundo wagneriano me apasiona y estoy estudiando muchísimo. Hace poco hice una audición para Daniel Barenboim, y me sugirió que estudiara el rol de Fricka. Y es algo que está ahí, que me lleva, sin fecha cerrada para próximos compromisos wagnerianas, y me gustaría dedicarme por completo a ello, aunque el problema es que también me encanta el recital, el oratorio, me gusta Mozart.

- Usted debutó en zarzuela y se ha distinguido en roles operísticos dispares. ¿Con cuál de ellos se siente más cómoda y cuál se le resiste?

- En una cantante hay una evolución. Yo empecé joven, desde los 15 años ya estaba en coros, debuté haciendo zarzuela, he tocado todos los géneros y los roles más importantes de los grandes compositores, y en verdad no tengo un catálogo muy grande de óperas en teatro, pero he hecho la Walkiria en Baviera, Carmen, de pronto me he visto debutando en roles en teatros muy importantes, algo que es muy raro en esta profesión. He hecho de todo, desde Haydn en el Liceo de Barcelona en el rol travestido de Ernesto, debuté en Austria con Abigaille, el primer rol de soprano que hice. Soy una mezzo de la frontera, primero cantaba mas barroco, luego he ido evolucionado hasta llegar a roles de soprano dramática. Pero no me quedaría ahí, yo me identifico con un tipo vocal de registro amplio, que puede subir y bajar.