L a cineasta y directora teatral Josefina Molina (Córdoba, 1936) defiende la vigencia de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes (1920-2010) como si fuera la primera vez que lo dirige tras treinta años dando oxígeno a este clásico de la dramaturgia del autor vallisoletano. La obra llega este fin de semana a la capital grancanaria en una nueva versión con Natalia Millán en el rol de Carmen Sotillo, con tres funciones en el Teatro Cuyás (sábado 17, a las 20.00 y 22.30 horas, y domingo 18, a las 19.00 horas). En esta entrevista, Molina reivindica el valor perenne del verbo de Delibes y la importancia de preservar y difundir el legado teatral para las nuevas generaciones.

- ¿Qué aporta esta nueva versión al texto original que hasta el año 2005 venía protagonizando Lola Herrera?

- Cuando un texto teatral se convierte en clásico, cada representación es un homenaje a su autor, y era obligado este homenaje a Miguel Delibes volviendo a recuperar Cinco horas con Mario ahora que el autor no está entre nosotros. Con ese talante hemos abordado la obra ahora. Lo hemos hecho con la misma puesta en escena que a él le gustó, el texto último que aprobó, pero con una gran novedad que es que Carmen Sotillo está interpretada por una actriz joven que toma el relevo de Lola Herrera. Esto es lo que pasa con los grandes personajes teatrales. Carmen Sotillo es un gran personaje que distintas generaciones de actores proyectan su trabajo sobre sus peripecias para desentrañarlas, y entonces esas distintas generaciones de espectadores también se encuentran con ellos y con la época en que el autor los colocó. De esta manera, conservamos la memoria de lo que fuimos para entender lo que somos y reflexionar sobre nuestro futuro.

- ¿Dónde reside la fuerza dramática de Cinco horas con Mario para que se haya convertido en un clásico imperecedero?

- Cinco horas con Mario es un retrato hiperrealista de una sociedad, de un país y un momento histórico. La acción transcurre en marzo de 1966, y en este velatorio de Mario, además de ser un documento vivo, están reflejadas todas las preocupaciones religiosas, políticas, sexuales y morales de entonces, pero por encima de todo esto creo que nos habla de los asuntos eternos en el ser humano, podíamos decir de lo universal. Y éste es uno de sus valores porque habla de la culpa, de la soledad, de la incomunicación, del sentido de la vida, y refleja también un personaje con esa maestría que tenía Delibes, capaz de definirlo con pocos trazos pero muy profundo, de mucho contenido. Son los personajes los que nos traen un tiempo, una forma de vivir, la vida en provincias, son muchas cosas. Llevo treinta años con esta obra y cada vez me fascina más el lenguaje, el poder que tiene de evocación y de presencia de cosas. Oyes hablar de los personajes y parece que los estás viendo. Es un texto muy bonito y muy interesante para trabajar.

- ¿Cómo fue la elección de Natalia Millán para suplir a Lola Herrera teniendo en cuenta la responsabilidad actoral y hasta histórica que suponía asumir este reto escénico?

- El listón estaba muy alto, Lola lo había puesto muy alto, y había que atreverse a esa identificación del texto que se ha hecho con Lola Herrera. Pero Natalia es una mujer muy valiente, y a los actores y actrices, lo que más les puede gustar es un reto.

- Un reto que aceptó la actriz, entiendo.

- Yo no fui la primera que habló con ella, fue el productor José Samano, y no lo dudó ni un instante. A ella le gustaba el texto, lo había visto con Lola y quería participar en este tour de force, porque es estar hora y media en un escenario prácticamente sin salir ni un momento. Casi es una demostración a sí misma de su poder, no solo de convocatoria, sino de su poder como actriz. Natalia tiene un gran dominio de su voz, de su cuerpo, de sus posturas, y mucho talento como actriz y se supo capaz de hacerlo desde el primer momento. Y es un paso importantísimo, el que la actriz crea que lo puede hacer, y así ha sido. Ha tenido un gran triunfo, y ahí están las críticas, que todas son unánimes, hacia su trabajo.

- ¿El público añora a la otra Carmen Sotillo o aplaude las formas de Natalia Millán con el personaje?

- Eso no quita, son dos actrices distintas, y de distinta generación. Lola puede comprender a Carmen Sotillo por haber vivido su época, pero Natalia tiene que intentar entenderla desde la distancia. Ahora tiene 44 años, justo los años del personaje, pero no es lo mismo 2011 que 1966.

- ¿La puesta al día de la obra es una garantía de una mayor longevidad en la cartelera de la que ha tenido hasta ahora?

- No lo sé, pero espero que así sea. Es obligación del mundo de la cultura no olvidar a sus autores emblemáticos, y un espectáculo tiene que ser útil, y con esta obra el público se va a casa con algo que no solo le ha tocado la memoria, sino también a su conciencia. Y en este país yo encuentro dos problemas: primero, conservar la memoria de nuestros talentos; y luego que a los jóvenes no se les dé oportunidad, el mundo del teatro es muy cerrado para los jóvenes autores porque hasta que un autor no se enfrenta con el público no sabe cuál es su poder de convocatoria. Habría que procurar abrir caminos a los jóvenes que se han asomado a la dramaturgia.

- En febrero de 2012 recibirá usted un premio Goya de Honor en reconocimiento a su carrera. ¿Qué le parece recibir este homenaje a estas alturas?

- Soy la tercera mujer y primera directora que lo recibe de la Academia. Mis antecedentes son Rafaela Aparicio e Imperio Argentina. El premio es para compartir con las cineastas de mi generación, las que luchamos para abrirnos camino en una sociedad más difícil, y que conseguimos hacer nuestro trabajo. Me ha tocado a mí no s por qué circunstancias, pero no estuve yo sola en esa batalla.