Un salón de actos, dos salas de exposición y dependencias para la conservación y el mantenimiento de material y fondos de diverso tipo son las estancias que ha ganado el Museo Canario con la primera fase de su ampliación, una obra que es el principio del cambio de su oferta expositiva, cultural y global.

El proyecto, que firman los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, está estructurado en tres fases, cuesta 19 millones de euros, y posibilitará un espacio total de 11.300 metros, de ellos alrededor de 5.000 sólo dedicados a la exposición de sus fondos (ahora únicamente son 600).

No obstante, esta primera fase, que ha supuesto una inversión de nueve millones de euros, no podrá utilizarse hasta que no esté completada la segunda. "Hemos tenido que dividir las etapas de ejecución del proyecto para poder encontrar financiación", explica Diego López, gerente del Museo.

La segunda y tercera (en realidad desmembradas ahora hasta una quinta) no tienen horizonte de ejecución, porque las administraciones públicas se acogen a los tiempos de incertidumbre económica para no comprometer su apoyo financiero. Con todo, Nieto y Sobejano proyectaron un plazo de actuación de seis años hasta culminar la ampliación y reconversión del inmueble cultural.

Una remodelación que se ha empezado a ejecutar en una de las seis fincas propiedad del Museo, en la manzana urbanística en la que están las actuales instalaciones, entre las calles Dr. Verneau y Luis Millares, y Dr. Chil y López Botas.

Otras cinco fincas, de las que también es propietario el Museo, correrán el mismo camino, quedando otras dos, de propiedad privada, fuera de la actuación.

De tal forma que en esta primera fase se ha construido en el solar del edificio del antiguo colegio Viera y Clavijo, que en la década de los años 90 del siglo pasado pasó a ser de titularidad del Museo.

Aunque no podrán ser utilizadas hasta que se complete con la segunda fase, en esta primera etapa de las obras se han construido dos de las 'joyas' con las que contará el nuevo edificio.

Se trata del salón de actos y de dos salas de exposición, estas últimas con continuidad en las fases tercera y quinta.

Sin los muebles y otros equipamientos, el salón de actos se convertirá en un espacio ideado para 160 butacas, en un primer nivel, mientras en una segunda planta dispondrá de varios asientos para personas con movilidad reducida y tres cabinas, dos para la interpretación/traducción, y una tercera destinada a la proyección.

El interior de este espacio está revestido en su totalidad de madera de iroko, tratada con aceite de teka. Y su perímetro, que linda con el pasillo que distribuye a las salas de exposición y otras dependencias, también a dos alturas, estará recubierto de acero negro. Un material que ofrecerá un notable contraste con el blanco global de techos, suelos y paredes.

Las otras novedades son las salas de exposición. En este primer módulo de ampliación, el Museo dispondrá de dos espaciosas y luminosas estancias para mostrar sus fondos, gracias a las troneras que los arquitectos han situado de forma estratégica para que irrumpa la luz y los visitantes, a su vez, puedan ver el exterior desde sus cristaleras.

Cuando el conjunto de la obra esté finalizado se estima que habrá en una sola planta más de 3.000 metros cuadrados dedicados a sala de exposición, abierta al patio central ubicado en la planta baja.

Otra de las curiosidades del proyecto es la colocación de pasarelas en las plantas sobre la rasante del edificio. Con ellas se salvará el imposible espacio continuo en una manzana urbanística en la que existen dos fincas de propiedad privada, y los pequeños espacios abiertos en el conjunto de la edificación.

La obra de Nieto y Sobejano hace posible, además, que se multiplique el espacio. En algunas zonas de la ampliación prevista habrá seis pisos de altura (hasta dos plantas sótano bajo la rasante).

En el proyecto se da relevancia a los espacios dedicados al trabajo conservacionista del Museo. Y, así, dispone cinco almacenes para el depósito de materiales arqueológicos, prensa, revistas o libros. Dos de ellos ya aparecen en esta primera fase próxima a concluirse. Al igual que un pequeño garaje para cinco plazas y una zona de desinfección y desinsectación para el material de nueva entrada.

Si se mira bien, el que empieza a ser el nuevo Museo Canario es obra a imagen y semejanza de sus diseñadores. El estudio de arquitectura español ha dejado también en el edificio de Vegueta su constante exploración de los huecos, con la colocación de troneras en cada esquina y aberturas en la cubierta. Esa búsqueda de la luz de Nieto y Sobejano, del gusto por yuxtaponer lo nuevo con lo antiguo y de cuidar el inmueble original se repite en la recientemente inaugurada rehabilitación del Museo Joanneum de Historia Natural de Graz (Austria), el más antiguo del país.