Acepto estar en estas fiestas porque son un pretexto para hablar, pero considero que son cursis y vean que yo mismo parezco un cómico vestido de pingüino". Con estas palabras se dirigió Miguel de Unamuno al público que llenaba el teatro Pérez Galdós la noche del 25 de junio de 1910 cuando actuó como mantenedor de los primeros Juegos Florales que se celebraban en Las Palmas de Gran Canaria.

En ese momento, en el coliseo de la capital, se había reunido lo más granado de la sociedad canaria para asistir a la gala de entrega de los premios del concurso de poesía que tuvo como primer galardonado a Tomás Morales, pero, sobre todo, atraído por lo que significaba la presencia del polémico rector de Salamanca. Esta es una de las anécdotas más curiosas de cuantas el pensador e intelectual vasco dejó durante su primera visita a Canarias. Y resulta de lo más reveladora ahora, que el pasado 3 de diciembre se cumplió el 75º aniversario de su muerte.

Poco después de aquella inicial descortesía, planteada en un acto de solemnidad cultural, los propios asistentes tuvieron que soportar cómo un jarro de agua fría volvía a caer sobre sus cabezas, ya que Unamuno se pronunciaba en esta ocasión en contra de la división provincial, tema álgido en aquella década de comienzos de siglo.

Muchos asistentes al acto comenzaron a proferir silbidos y a rechazar las palabras del ilustre rector porque el clima político de la ciudad desde algunos años atrás se había centrado en lo que ya se denominaba pleito insular, en la lucha para conseguir la separación de Santa Cruz de Tenerife, entonces capital de la única provincia de Canarias.

Aparte de ese primer discurso en el teatro Pérez Galdós, Unamuno ofreció una segunda intervención en el Circo Cuyás invitado por el Partido Republicano. Los dos discursos generaron opiniones encontradas ya que, por un lado, los detractores afirmaban que el rector se equivocó en sus dictámenes sobre la situación política que entonces vivían las Islas y que el profesor salmantino no llegó a entender el tema canario, y por otro, el político republicano Franchy Roca justificaba sus intervenciones diciendo que Unamuno no pasaba por ninguna parte sin dejar una amplia estela de controversias, y a la vez que se hacía admirar, se convertía en tema de discusión. Y quizá es eso lo único que se proponía en sus intervenciones orales o escritas.

Según afirma José Antonio Luján, profesor y cronista de Artenara, coordinador del centenario de su primera estancia en la Isla, "Unamuno fue un personaje zarandeado por los tradicionalistas y los conservadores. La Iglesia arremetió contra él de manera furibunda. Es el hombre que interviene en público a través de lo que él mismo denomina los sermones laicos". Luján afirma que Unamuno mantuvo una intensa vida intelectual de constante lucha, debatiéndose entre ideas contradictorias, en un intento de sacudir las conciencias. Una muestra de ello es su ensayo Contra esto y aquello. El propio Unamuno tiene conciencia y expresa que con sus actuaciones públicas lo que pretende es alborotar el cotarro y dejar una estela de agitación en la gente que le escucha.

En este ambiente sociopolítico y cultural, Unamuno, que entonces tiene 46 años, llega a Gran Canaria, tras una breve escala en Tenerife que dura una jornada. Como se ha dicho, el famoso rector estuvo en Canarias en dos ocasiones totalmente diferentes, la primera en 1910 como mantenedor del certamen poético, y en 1924 confinado por motivos políticos.

En su visita inicial se hospeda en el hotel Continental -cuyo edificio ocupa el actual Círculo Mercantil- en Las Palmas de Gran Canaria, donde recientemente se ha colocado una placa conmemorativa que recuerda su visita a la ciudad. Durante su estancia, que se prolongó entre el 20 de junio y el 19 de julio, entra en contacto con políticos y escritores locales como Alonso Quesada, Domingo Rivero y González Díaz y asiste a las tertulias que cada tarde se celebran en la casa de los Millares en Vegueta. También realiza una excursión por el interior de Gran Canaria, acompañado del joven periodista Manuel Macías Casanova, en la que conoce los paisajes de Teror, Moya, Cruz de Tejeda y Artenara, y conversa con algunos personajes de la isla como Manuel Acosta y Antonio Yánez, alcalde y médico de Teror, respectivamente, o con el catalán Segismundo Bertrana, que vive en las cumbres de Artenara. Las impresiones de esta excursión quedaron recogidas en su artículo La Gran Canaria, incluido en el libro Por tierras de Portugal y España (1911), así como en la correspondencia que mantuvo con el médico Luis Millares. El profesor Luján, en colaboración con diversas instituciones públicas, tuvo la iniciativa de trazar en 1999 la actividad literaria La ruta de Unamuno en Gran Canaria, en la que desde entonces han intervenido más de dos mil personas. Unamuno había visitado el antiguo casco de Vegueta que, afirmaba en sus crónicas, "estaba unido a la calle León y Castillo por 'una pista polvorienta". En Teror se aloja en el hotel Royal y el recorrido que hizo por distintos municipios del centro de la Isla son hoy en día recordados con numerosos monumentos y placas conmemorativas.