El Auditorio Alfredo Kraus despide esta noche a Carmina Burana, la célebre cantata de Carl Orff sobre textos de los siglos XII y XIII y estrenada en 1937, en una producción de La Fura dels Baus y el Orfeón Pamplonés, en colaboración con la Orquesta y Coro de la Filarmónica de Gran Canaria. Segunda función a aforo lleno, al igual que ayer lunes, y como ocurrirá en las otras dos fechas en Tenerife los días 20 y 21.

La apuesta de La Fura en sinergia con el Orfeón y ahora para el 28º Festival de Música de Canarias con el concurso la OFGC y los titulares de la orquesta y coros, Pedro Halffter y Luis García Santana, huye de la interacción artista-público, de la violencia escénica que ha caracterizado desde sus comienzos a la compañía catalana, para crear un fresco escénico-coral próximo al imaginario del compositor y al ideario furero. Es también el pulso actual de La Fura, en cuyo horizonte priman otros valores, entre ellos, el teatralizar a su manera el repertorio sinfónico y operístico que mejor se ajusta a su filosofía.

"Nuestros orígenes vienen del teatro callejero, de la fiesta de carnaval y dionisíaca, de lo que tiene mucho esta obra, y nuestra provocación ahora es el silencio, la vida tiene estaciones y ahora estamos en la ópera, empezamos haciendo un teatro de deportistas al que no puedes jugar toda la vida", dijo ayer el director Carlos Padrissa en la capital grancanaria. El director, uno de los seis que mantiene en activo La Fura, quiso abundar en esta transición diciendo que "antes veníamos a naves industriales y ahora a auditorios", y que la impronta de la compañía va mas allá de colgar en el vacío o sumergir en cubetas a los cantantes.

Por aire y agua

El paso de La Fura a la ópera data de 1996 cuando la compañía se atrevió con La Atlántida, de Manuel Falla, haciendo que los solistas "cantaran por tierra, mar y aire", que en Carmina Burana se manifiesta nuevamente. Según Padrissa, "la humedad va bien y cuesta convencerlos para que de alguna manera lleguemos al espectáculo total".

Sin renegar de su currículo de alborotadores de la escena, criaturas del performance industrial, Padrissa reiteró que "hemos ido creciendo, tenemos otras visiones, y como quiera que el mundo clásico siempre ha buscado la repercusión global, La Fura no quiere ser el eterno adolescente".

La madurez a la que alude Padrissa se manifiesta en la carpintería escénica, que el en caso del Auditorio Alfredo Kraus se ha adaptado sin problemas, con un cilindro de tul que envuelve a la orquesta, sobre la que se lanzan proyecciones y capturas en vídeo en tiempo real de los protagonistas. Efectivamente, los cantantes, las sopranos Amparo Navarro y Luca Espinosa, el bajo Thomas E. Bauer y el contratenor Vasily Khouosheu, certeramente caracterizados, se elevan en brazos mecánicos y se sumergen en cubetas de agua que se tornan en vino, llegando a transitar por el patio de butacas rompiendo la rigidez del perímetro del escenario, a la vez que el Coro no es un elemento sonoro estático, sino que participa de coreografías y de los cambiantes juegos de luces que portan en sus partituras.

Fuerza poética

Ayer todo fueron alabanzas al montaje de La Fura y el Orfeón, tras el ensayo general del domingo. El maestro Pedro Halffter, que conoce bien a Padrissa por el envite de llevar la Tetralogía wagneriana a Sevilla, apuntó que "es una fortuna trabajar con La Fura, y estamos encantados de colaborar en la producción estelar del Festival de Música, es muy importante para nosotros con una obra y escenografía impactante y una producción que visualiza la fuerza poética de los textos". Dice Halffter que "La Fura todo lo hace fácil".

Por su parte, Igor Ijurra, director del centenario Orfeón Pamplonés, recordó que la empresa ha sido "todo un reto". Según dijo, "un proyecto fresco y diferente y una buena apuesta para los que quieren iniciarse en la música, y donde la Orquesta Filarmónica tiene un empaque impresionante".