Clasificación [*]

Dirección: Cameron Crowe. Guión: Aline Brosh McKenna y C. Crowe, basado en el libro de Benjamin Mee. Fotografía: Rodrigo Prieto. Música: Ion Thor Birgisson. Intérpretes: Matt Damon, Scarlett Johansson, Thomas Haden Church, Elle Fanning, Carla Gallo, Maggie Elizabeth Jones, Colin Ford, Patrick Fugit, Angus Macfadyen. Nacionalidad: EE UU. Duración: 124 minutos.

Excesivamente blanda e ingenua, sin capacidad además para que sus personajes cobren la dimensión humana requerida, esta es una película fallida y sin encanto que no logra aportar esa magia que busca a la hora de mostrar la aventura familiar de un hombre que acaba de enviudar y que está empeñado en emprender una nueva existencia con sus dos hijos. Lo peor, desde luego, es que no se ha sacado partido alguno de una historia que es real y que permitía una lectura y una interpretación mucho más fiel, auténtica y, sobre todo, verosímil. Un tropiezo grave que no viene más que a reforzar la irregularidad, cada vez más preocupante, del director y guionista Cameron Crowe, autor de la estimable Jerry Maguire pero también de la funesta Vanilla Sky, remake de la cinta española de Amenábar Abre los ojos. Ni siquiera dos nombres de la dimensión de Matt Damon y Scarlett Johansson han podido compensar las carencias de origen de sus respectivos personajes. Desde el propio comienzo se deja sentir la fragilidad de unos seres que están cortados por los patrones propios del cine de Disney menos inspirado y más empalagoso. El retrato que se hace del hogar de Benjamin Mee, tras la muerte de su esposa, está marcado por las carencias y por la falta de sensibilidad. Empeñado en sacar adelante a sus dos hijos, decide no sólo dejar su trabajo de columnista en un periódico para entregarse de lleno a ellos, también adquirir una nueva casa que les libere de ataduras emocionales. Y no se le ocurre otra cosa que adquirir un antiguo zoológico que aunque tiene las puertas cerradas todavía da cobijo a un grupo de animales salvajes. Es más, su disposición, a pesar de las carencias económicas que atraviesa, es poder abrirlo de nuevo al público. Aparte de que no sepamos nunca las verdaderas razones de ese capricho tan peculiar, la película fracasa también en el planteamiento de la relación entre el padre y los hijos, realmente insípida, y en la que todo el clan establece con los empleados del zoo.