El escritor y filólogo tinerfeño Miguel Martinón retoma su labor poética en Penúltimo mar (Idea Ediciones), colección que sucede a Desde el otoño (2008) y en la que el autor ahonda en los rasgos que marcaban aquel poemario. Así, en palabras del también poeta Alejandro Krawietz, que presentó el libro en el TEA el pasado 8 de febrero, "Penúltimo mar prolonga y acentúa el camino iniciado en Desde este otoño alrededor de la reflexión sobre el tiempo y el hombre".

Krawietz se pregunta si se puede hablar de una humanización en la poesía de Martinón. "Creo que simplemente se ha modificado su manera de mirar: lo que antes se veía ahora se contempla, lo que antes se pensaba ahora se medita. Pero la poesía de Miguel Martinón ha asumido siempre una profunda raíz humanística, en la medida en que la toma de conciencia que el lenguaje permite ha sido siempre, en esta obra, un regalo de la palabra al ser", dice.

Penúltimo mar está estructurado en seis suites de composiciones breves a las que sirven como pórtico y epílogo dos poemas largos, Estas palabras y Mañanas de Añaza, respectivamente. Ambos son significativos en cuanto desvelan una preocupación esencial, el transcurso del tiempo.

Una de las suites incluidas, Pautas para un réquiem, surge de un viaje a Alemania y Polonia, y en ella se incorpora la reflexión sobre la shoa, que, como señala Krawietz, "desde Celan o Sachs en adelante ha compuesto uno de los núcleos duros del pensamiento poético europeo". Esta poesía que interpela al mal tiene su base en la experiencia del holocausto, cuyo recuerdo evoca el poeta en Estigma. Son las fotos de Auschwitz que el poeta ve en Berlín, y a las que no llega la música de órgano de la iglesia. "La música no llega ahí / al interior de esas fotos, / donde aún miran fijas unas almas. / La música no llega a esos rostros / que sin fuerza preguntan todavía / en la luz detenida de esas fotos: / la luz del día aquel de invierno, / la luz del día en que nací, / la luz primera que mis ojos vieron".

En Museo del hedor, el poeta se adentra en el Museum Stasi de Lepizig. "Pero de pronto entramos / en este otro aire / un aire corrompido / que huele acre y húmedo / en los pasillos, / en los despachos y en los calabozos: / un aire mantenido aquí, / aire que hiede / que hiere todavía, frío, ácido / con el hedor de la maldad del hombre".