L actitud es sobre todo no entrar en el contenido del poema, sino emprender una campaña contra mi persona y afirmar que mi reputación ha quedado perjudicada para siempre", declaró el literato en una entrevista con la NDR, la radiotelevisión pública para el norte de Alemania. El escritor, de 84 años, dice haberse dado cuenta de que "en un país democrático, en el que rige la libertad de prensa, impera una cierta obligación a defender una misma línea de opinión y la renuncia a abordar siquiera el contenido, las cuestiones" que plantea su texto.

Las voces críticas recurren a "viejos tópicos" y "en seguida, como era de esperar, se alude al concepto del antisemitismo", señaló Grass en relación a las respuestas que ha suscitado su texto. "También el hecho de que con 17 años entré en las SS -repito, con 17- se incluye en esta clase de polémica, pero lo que no se hace es echar una mirada a mis numerosos libros, en los que una y otra vez abordo y critico este tema, el del antisemitismo alemán", subrayó.

Asimismo, el Premio Nobel calificó de "ofensivos" e "indignos para la prensa democrática" algunos de los comentarios sobre su texto y su persona aparecidos en los medios.

En su texto, titulado Was gesagt werden muss (Lo que hay que decir), Grass rompió la ley no escrita en Alemania de evitar criticar a Israel y arremetió contra el "supuesto derecho a un ataque preventivo que podría exterminar al pueblo iraní".

En este sentido, Grass aludió en sus declaraciones a la NDR a la guerra en Irak. "Se nos quiso convencer de que era necesario librar esa guerra, porque allí se fabricaban gases tóxicos y armas bioquímicas", aunque "no se encontró nada", y "más tarde un exministro del gabinete de (el anterior presidente estadounidense George W.) Bush reconoció que todo había sido una mentira para justificar la guerra". Según el escritor, esas cosas le han vuelto "desconfiado", le hacen estar siempre alerta y han contribuido a que busque "llamar las cosas por su nombre". Su poema fue difundido por periódicos como el Süddeutsche Zeitung, diario de referencia en Alemania, el español El País, el estadounidense The New York Times y el italiano La Repubblica.

Günter Grass levantó ampollas en el año 2006 cuando realizó la confesión tardía de haber estado en las SS a la edad de 17 años, tras décadas de haber sacado los colores a los políticos o intelectuales con pasado nazi.

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,sobre lo que es manifiesto y se utilizabaen juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,solo acabamos como notas a pie de página.Es el supuesto derecho a un ataque preventivoel que podría exterminar al pueblo iraní,subyugado y conducido al júbilo organizadopor un fanfarrón,porque en su jurisdicción se sospechala fabricación de una bomba atómica.Pero ¿por qué me prohíbo nombrara ese otro país en el quedesde hace años -aunque mantenido en secreto-se dispone de un creciente potencial nuclear,fuera de control, ya quees inaccesible a toda inspección?El silencio general sobre ese hecho,al que se ha sometido mi propio silencio,lo siento como gravosa mentiray coacción que amenaza castigaren cuanto no se respeta;"antisemitismo" se llama la condena.Ahora, sin embargo, porque mi país,alcanzado y llamado a capítulo una y otra vezpor crímenes muy propiossin parangón alguno,de nuevo y de forma rutinaria, aunqueenseguida calificada de reparación,va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidades dirigir ojivas aniquiladorashacia donde no se ha probadola existencia de una sola bomba,aunque se quiera aportar como prueba el temor...digo lo que hay que decir.¿Por qué he callado hasta ahora?Porque creía que mi origen,marcado por un estigma imborrable,me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,al país de Israel, al que estoy unidoy quiero seguir estándolo.¿Por qué solo ahora lo digo,envejecido y con mi última tinta:Israel, potencia nuclear, pone en peligrouna paz mundial ya de por sí quebradiza?Porque hay que decirlo que mañana podría ser demasiado tarde,y porque -suficientemente incriminados como alemanes-podríamos ser cómplices de un crimenque es previsible, por lo que nuestra parte de culpano podría extinguirsecon ninguna de las excusas habituales.Lo admito: no sigo callandoporque estoy hartode la hipocresía de Occidente; cabe esperar ademásque muchos se liberen del silencio, exijanal causante de ese peligro visible que renuncieal uso de la fuerza e insistan tambiénen que los gobiernos de ambos países permitanel control permanente y sin trabaspor una instancia internacionaldel potencial nuclear israelíy de las instalaciones nucleares iraníes.Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,más aún, a todos los seres humanos que en esa regiónocupada por la demenciaviven enemistados codo con codo,odiándose mutuamente,y en definitiva también ayudarnos.