El papel de un personaje nacido al calor de un guión teatral es como una carta en blanco que busca un destinatario, un rol del que sólo puede ser merecedor el actor en su afán de escribir con su lenguaje y sus maneras las líneas que faltan para dar un sentido a esa misiva, para hacerla suya.

Esta y no otra es la circunstancia que se da en las audiencias para conseguir un puesto en el elenco interpretativo de cualquier pieza dramática, y es la situación a la que se enfrentaron los pequeños Diego Poch (seis años), Isabel García (siete años) y Alejandro Navarro (siete años) el pasado seis de noviembre en el Teatro Pérez Galdós, junto con más de un centenar de chiquillos cuya aspiración compartían. Será en el coliseo capitalino donde los tres actuarán alternativamente en la piel del personaje de Chip durante las funciones del musical de La Bella y la Bestia, que se darán entre los días 11 y 27 del próximo mes de enero, todos los días de la semana salvo los lunes.

La sensación que experimentó Alejandro cuando su madre le dijo que podrá interpretar a la tacita de La Bella y la Bestia en el escenario del Teatro Pérez Galdós, fue como un viento huracanado que le subió desde el estómago hasta la coronilla y desembocó en un estallido de alegría. El chico parecía haber metido el gol que le da la victoria a su equipo en la final de un Mundial, mientras su madre que, cómplice de la ilusión, había sentado a su hijo en el sofá después de anunciarle una gran sorpresa, grababa al nuevo actor novel con la cámara de su teléfono móvil.

Para Alejandro, su actuación en la audición para el papel de Chip fue lo suficientemente buena como para quedar "satisfecho, me gustó cómo lo hice", de modo que aunque obtenerlo sí sorprendió al niño, en su foro interno ya amasaba con ayuda de su intuición la certeza de que la tacita del castillo de Bestia sería suya, y "había que intentarlo". Frente a la idea de la sala del teatro capitalino repleta de público expectante ante sus gestos, sus palabras y sus entonaciones, el pequeño Navarro se muestra férreamente seguro de sí mismo, de modo que no atisba ni un ápice de nerviosismo, ni sensación alguna de que algo pueda salir mal.

En lo que respecta a sus gustos, el chico apuesta por el teatro como arte, por encima del cine, no en vano ya se puso en la piel de un personaje en un cuento navideño que interpretó en el colegio el pasado mes de diciembre bajo el título de El sueño de Navidad. Esa vez, la obra era de teatro convencional, fuera del esquema de los musicales. Si de cantar se trata, Navarro participa junto a sus compañeros de colegio en el Día de Canarias, en los conciertos corales para los que le suele escoger su profesor de música. Sus padres recalcan que su hijo no ha recibido lecciones de canto o interpretación con anterioridad, y que esta faceta lo descubre como "un diamante en bruto" tras la primera prueba de estas características a la que se presenta. En todo caso, entre el canto y el recital de pasajes literarios, se mantiene ecuánime: "Me gustan las dos cosas", afirma tajante.

Sus maneras artísticas son un rasgo que a sus padres no se les escapaban del todo, puesto que Alejandro toca la guitarra española en parte de sus momentos de ocio, e incluso "escribo las letras en un papel", para luego cantarlas en base a melodías que se le ocurren y compone desde sus nacientes capacidades musicales. "Volvería a presentarme y me gustaría ser actor" añade, una aspiración que no dista tanto de convertirse en un hecho como pudiera parecer a priori, si se tiene en cuenta que el crío ensayó el papel frente al espejo y consiguió un objetivo importantísimo en lo vocacional: "Me divertí aprendiendo el papel".

Isabel García, por su parte, se sintió "muy emocionada y muy contenta" cuando recibió la noticia de su nuevo papel como Chip, y aún tardó en volver a la normalidad después de saber que lo había logrado. La niña recuerda que "me gustó la actuación" que desempeñó en la audición, y ante la pregunta de si guardaba esperanzas, responde risueña que "sí".

La pequeña se muestra cauta ante la perspectiva de actuar ante una audiencia tan numerosa como la que se puede dar cita en el Galdós: "No sé cuánta gente habrá, no sé cómo me saldrá".

García también es una prematura amante del teatro, "porque actúan personas", justifica, sin duda en referencia a la mayor sensación de realidad, de ser algo tangible, que proporcionan los espectáculos escénicos frente al séptimo arte. "Volvería a presentarme en otra ocasión", adelanta la niña, cuyo futuro profesional, sin embargo, parece encaminado a la veterinaria, "porque tengo un perrito y me gusta cuidarlo", explica. Si tuviera que aconsejar a otros niño a la hora de presentarse a una audición, la pequeña no duda: "Si lo intenta, lo podría conseguir".

Diego Poch recuerda cuando se enteró de la noticia: "Me ilusioné mucho. Como pensaba que no me iban a elegir, me concentré todo lo que pude y al final lo conseguí". El momento que Diego más ansía es el de salir al escenario a ejercer de Chip, "me voy a emocionar con tanta gente delante" y prevé una gran identificación con el público, entre el que abundarán otros pequeños. "Lo haré muy bien, delante de tantos niños", afirma, aunque reconoce que lo que más le cuesta es "una parte muy larga que me tengo que saber de memoria".

Poch le da una oportunidad a futuros papeles de teatro, un universo que aspira a conocer mejor poco a poco, puesto que "voy al teatro menos que al cine"; y eso le otorga al primero un plus de curiosidad. Diego comparte con Isabel su interés por los animales y como ella quiere ser veterinario "mejor que actor". Su confianza en el poder de la voluntad queda patente, cuando afirma que "si te presentas para conseguir un papel lo podrías ganar, pero si no, no pasa nada, te apuntarás otra vez y seguro que lo ganas"