Los legados de Pepe Alonso son inabarcables. Sacerdote, profesor de filosofía, activista cultural, escritor? Pepe nos dejó el pasado 10 de noviembre, pero las semillas de muchos de sus proyectos están por germinar. Toca mantener abiertos los caminos que emprendió. Queremos destacar aquí, entre muchas, tres dimensiones de ese legado.

Primero, la pasión de crear vínculos. Fue central en su vida la tarea de construir comunidad. Ese trabajo es hoy contracultural. Pepe fue animador de numerosos grupos de la Juventud Estudiante Católica, Profesionales Cristianos, comunidades de revisión de vida, grupos de lectura de la Biblia e incluso colectivos no confesionales de estudio y acción sociocultural. Muchos aprendieron a vivir en ellos la fraternidad que generan las pequeñas comunidades que trabajan por los demás fuera de la lógica del dinero y el poder.

Segundo, la comprensión de la fe como salida de las propias seguridades. Una fe que cuestiona e inquieta antes que da seguridad. De Abraham a San Pablo, la aventura de creer se parece más a la renuncia al confort doméstico que al cierre en la propia identidad. La salida de sí se expresa como disposición a la escucha. Para Pepe se trataba de dialogar con todos, especialmente con quien se presenta como enemigo. Aquí había un programa de fondo: convertir la escucha del diferente en el lugar donde se renuevan las formas de decir el misterio. La capacidad para responder con humor y respeto a las críticas más duras le convertía en un interlocutor modélico para deshacer prejuicios sobre la Iglesia.

Prueba de ello es la existencia del Aula Manuel Alemán de la ULPGC, dirigida por Pepe y dedicada al diálogo Fe-Cultura. En muchos de sus debates y seminarios, ya solo por su actitud dialogante, Pepe descolocaba tanto al laicismo excluyente como a los fundamentalismos religiosos que renuncian a la razón. Sabía que estos opuestos en realidad se necesitan mutuamente para sostenerse. De esa trampa se había liberado hacía tiempo. El pluralismo democrático implicaba para él la presencia pública de la religión, y, a la vez, el debate respetuoso con todas las opciones.

Tercero, Pepe era un maestro en la "lectura creyente de la realidad". La consigna del filósofo E. Mounier, "el acontecimiento será nuestro maestro interior", no perdía para él su sentido histórico, es decir, su referencia al mundo. Uno de los últimos ejemplos de ello es el pequeño ensayo que dedicó a las experiencias de democracia directa en las plazas del 15-M, a la solidaridad ciudadana contra la injusticia de los desahucios y, en general, al nuevo ciclo de protesta que reanima la esperanza de otro mundo. El ensayo se titula precisamente La esperanza no agoniza? dormita y fue publicado en Tagaste, la revista del Aula: "Este dinamismo desencadenado nos demuestra que es posible construir algo distinto, que se puede vivir de otra manera. Allí se está dando, además de la protesta y las caceroladas, la realización como parábola de lo que tendría que ser esta sociedad utópica que ellos mismo piden: decisiones discutidas y decididas en común, cuidado por el espacio que ocupan sin deteriorarlo, la ayuda mutua en miles de detalles desde lo sanitario hasta el agua y el pan".

Con esto señalo únicamente tres dimensiones del legado amplio y vivo de Pepe Alonso. Nuevos acontecimientos ayudarán a seguir descifrando, en esa herencia, otras parábolas de la promesa.