Juan Perro vino de Nueva Orleans con la maleta a rebosar de negritud. El sonero de costumbres roqueras que Santiago Auserón se inventó tras finiquitar la brillante historia de Radio Futura, encontró en los bulliciosos clubes, cuna del blues y jazz, la coartada de estilo con la que dar un paso al frente en la empresa de barnizar de cadencias caribeñas su música. Tras cuatro discos en los que Juan Perro ha reverenciado a los maestros soneros, su más reciente álbum Río Negro, publicado en 2011, le permite experimentar con las formas primitivas del blues.

El pasado viernes, Auserón trajo de vuelta por la capital grancanaria a Juan Perro en formato acústico, a dos guitarras, secundado por el barcelonés Joan Vinyals, para refrescar algunos de los grandes títulos del repertorio que le acompaña desde Raíces al viento (1996), en colisión con piezas inéditas a medio coser que rueda en cada concierto.

En la sala polivalente del Alfredo Kraus y ante un aforo que podía y debía haber sido más numeroso, Auserón se transformó con buen pulso, voz correcta y verbo ágil, en el viajero que es Juan Perro. Del inicial e inédito A ver si cae un rayo hasta que sonó Zarabanda, pasaron dos largas horas en las que se mentarón a amigos y maestros, de Joe Strummer a Compay Segundo, de Fats Domino a Faustino Oramas El guayabero; y se trajo al presente el relato de las tardes en La Habana regadas de ron, las noches de bares en Madrid, y los oscuros laberintos urbanos de Nápoles.

Lo nuevo y lo antiguo es todo uno. Y de las cuerdas de Auserón y Vinyals salieron a pulso canciones como José Rasca, El carro, Poco talento, Río Negro, Girasoles robados (con guiño incluido a Riders on the Storm, de The Doors), El ala rota, Blueberry Hill (Fats Domino), Pies en el barro, El mirlo de Pruno, Ambar (inédita), No más lágrimas, Malasaña., La nave estelar, A un perro flaco, La charla del pescado, Reina zulú o El forastero. Un repertorio agradecido de un músico que por méritos sobrados ya es leyenda.