Ayer falleció de un ictus a los 82 años el director de cine Jesús Franco, responsable de una filmografía laberíntica y torrencial, de más de 200 títulos de bajo presupuesto que se reparten entre los distintos subgéneros de la serie B. Cineasta maldito, sus zombis, vampiros y amantes de las parafilias fueron largamente ignorados en España, pero generaron un cierto culto en otros países, con ilustres defensores como Quentin Tarantino. Se tomó a pecho lo del Archipiélago como plató cinematográfico, llegando a rodar una quincena de películas en Gran Canaria, con títulos tan sugerentes como La tumba de los muertos vivientes o La noche de los sexos abiertos.

Franco formó parte del jurado del Foro Canario del Festival de Cine de Las Palmas en 2006. El exresponsable de dicho foro, Luis Roca, recuerda por qué pensó en el madrileño. "Lo traje por su vinculación con las Islas y por el conocimiento que tenía de la trastienda del rodaje de la película Tirma". El director, que filmó su primer cortometraje en 1957, no estuvo presente en el set de Tirma, la superproducción hispanoitaliana que se grabó en Gran Canaria en 1954, "pero conocía muchas vicisitudes de aquel rodaje tan accidentado y notorio, especialmente porque era muy amigo del matrimonio José María Rodero-Elvira Quintillá, que sí actuaron en la película", explica Roca.

La filmografía de Franco es un puzle casi imposible de armar. El director, para evitar las bofetadas de una crítica española que se la tenía jurada, a menudo firmaba sus películas con seudónimos que intentaban jugar al despiste. Algunos son tan toscos que no engañan a nadie, como Jesse Franco o Jess Franck. Otros sugieren un pedigrí cinematográfico internacional, caso de Jack Griffith o John O´Hara.

Franco fue también productor, actor y compositor de bandas sonoras de muchos de sus filmes, apurando siempre la peseta desde su rabiosa independencia, con una filosofía similar a la del estadounidense Roger Corman, rey de la serie B hollywoodiense. "Tenía una manera de ver el cine como un negocio. Nunca tuvo subvención, lo que le llevó a hacer películas de temas que podían ser de interés general, como las eróticas (las clasificadas S). Trabajaba con un coste económico muy bajo y un equipo pequeño, rodando una película tras otra y poniéndolas rápidamente en el mercado de toda Europa. Se movía en unos ámbitos precarios y no participó de la cultura de la subvención que llegó con la democracia", dice Roca.

Esta filosofía dio pie a algunos mitos fascinantes, como el que aseguraba que Franco rodó con el mismo equipo y decorados hasta tres películas a la vez, algo que el propio director desmintió. En todo caso, no perdió la ilusión por hacer películas. En 2006, aprovechó un descanso en el Foro Canario para proponerle a Roca filmar un nuevo título: "Me propuso hacer una película. En ese momento se le pusieron los ojos brillantes".

Rodajes grancanarios

En los primeros ochenta, Franco rodó una serie de películas en Gran Canaria. "Él decía que le abrían las puertas de Las Palmas para rodar, que le daban muchas facilidades. Intentó filmar también en Tenerife, pero le pusieron bastante dificultades", explica Roca. Con 15 títulos, es el director que más películas de cine ha rodado aquí, pero su mujer, la actriz Lina Romay, aseguraba que "también es el que más películas ha rodado en Murcia y en todos los otros sitios", dado lo copioso de su filmografía.

El madrileño sabía sacar provecho a cualquier localización, a veces de forma inverosímil. Una de las películas que destacaba de entre las suyas era La tumba de los muertos vivientes, que rodó aquí en 1983, a pesar de que la ficción no se desarrolla en Canarias sino en África. No obstante, incluye una reunión en Londres. Para explicárselo al público el cineasta recurre primero al plano del Big Ben, luego pasa a la pretendida reunión londinense, que en realidad está filmada en el Gabinete Literario, con cuadros de próceres canarios incluidos. La acción final se localiza en Maspalomas, con una remesa de zombis saliendo de entre las dunas.

Ópalo de fuego está filmada básicamente en Las Palmas, con tomas en el Hotel Santa Catalina, pero también hay escenas filmadas en unas cuevas cerca de Gáldar. En la Casa de Colón mantienen secuestrada a una de las protagonistas.

En 2009 obtuvo un Goya honorífico. Hasta entonces el establishment cinematográfico español lo había ignorado, en el mejor de los casos. "Se quejaba de que la industria española, la academia, no lo reconoció nunca. Estaba muy orgulloso de la gran retrospectiva que la cinemateca francesa le dedicó a finales de los noventa", añade Roca, que ofrece una valoración de su obra. "Con el tiempo mejora lo que significó su cine, aunque son películas técnicamente defectuosas, apresuradas".

Una de sus películas de 1962, se llamaba La muerte silba un blues. Franco, tan aficionado al jazz, que de empleó como músico antes de hacerlo como cineasta, estará escuchando los acordes y la melodía de ese blues. No se puede decir que no aprovechara su tiempo. Ahí están sus más de 200 películas para quien lo dude.