Ves el cielo de Valencia, lleno de agujas arquitectónicas que ahora parecen la patética comprobación de algunas de las metáforas aportadas por Antonio Muñoz Molina en su ensayo manifiesto Todo lo que era sólido (Seix Barral), y ahí encuentras la vía para entender qué pasó en esta región cuya prosperidad se basó en un tiempo en este tipo de agresiones al paisaje.

Ese skyline goza de todos los ingredientes de la filosofía estética que se acuñó con el apellido de Calatrava. Lo que lo compone es a la vez grandioso e inútil. E hiriente. En los filos de estas construcciones que quisieron hacer de Valencia una Manhattan mediterránea relacionada con Dios pero sin hacerle ascos al Diablo (del dinero fácil) hay una apelación arrogante y desesperada a la grandeza, a la grandeza del cemento y de la piedra.

El resultado de aquel desmán es hoy una tierra empobrecida, bajo cuyos lodos empiezan a regurgitar ahora preguntas que ensombrecen sin paliativos aquel periodo de esplendor supuesto que también lleva los apellidos de Camps, Barberá, Cotino, y los seudónimos de el Bigotes o Gürtel. Como las preguntas no pueden esperar para siempre, unas muy sencillas, lanzadas desde un programa de televisión (Salvados, La Sexta) por un joven periodista de apellido Évole, han servido de cauce para que los valencianos (y todos los españoles) vean sin tapujos y oigan sin manipulación alguna lo que tenía que decir uno de esos apellidos (Cotino) acerca de uno de los escándalos más sofocantes del pasado. Y no tenía que decir nada.

La actuación de Cotino ante las cámaras del programa de Évole ya ha dado la vuelta al mundo de las redes sociales, y este viernes se concentró como una sola persona preguntando en la plaza de la Virgen de Valencia, adonde fui yo también, propulsado por aquella actuación televisiva y por el hecho cierto de que los ciudadanos hemos de preguntar, seamos periodistas, jueces o zapateros, siempre que en el horizonte de un hecho se guarde adrede una sombra. En ese programa se denunciaba el silencio al que el Gobierno valenciano sometió el accidente más grave habido aquí, el de metro Jesús, en el que perecieron en 2006 43 ciudadanos de toda edad y condición. Ya se sabe, porque lo han dicho quienes estaban allí, cómo se comportó la comisión de investigación, manejada por los gobernantes (entre ellos Cotino, que era consejero; ahora es presidente de las Cortes), para dejar en nada las preguntas que había acerca de lo que había sucedido. En el programa, Évole hizo esas preguntas, se las hizo a Cotino, y éste reclamó su derecho a seguir callado. La gente ahora ha salido masivamente a la calle, impulsada por ese programa, a hacerle las mismas preguntas. En la calle, junto a las iglesias que él frecuenta como católico.

Estuve allí, escuchando, oyendo hablar, hablando con algunos de los concentrados. Fue un día de reivindicación y de periodismo, el día, precisamente, de la Libertad de Expresión en el mundo. Por la mañana, trabajadores de la Radiotelevisión Valenciana, en lucha por sus puestos de trabajo, pidieron perdón a las víctimas porque estos canales oficiales nunca se han ocupado de sus reivindicaciones. Y por la tarde la gente concentrada celebraba que, con otros medios valencianos que no están bajo el control de la Generalitat de Camps y sucesores, este programa de Évole viniera a arrojar luz sobre un hecho aviesamente silenciado para que se viera mejor la visita del Papa.