¿Hay alguna producción, en los 46 años del Festival de Ópera de Las Palmas, que le haya resultado especialmente inolvidable?

Recuerdo muchas, pero hubo un Macbeth extraordinario de Tito Capobianco en el año 1975. Tito Capobianco era un director escénico muy conocido sobre todo en América, y en el año 73, cuando se reabre la ópera de París, le encargan Il Trovadore que dirige escénicamente con mucho éxito. Nosotros fuimos, la vimos, nos pareció extraordinaria, y como él estaba acostumbrado a venir a Gran Canaria, lo contratamos. Él estuvo nada más que dos temporadas, en 1975 y 76, en las que se encargó de la escenografía de cinco óperas por temporada e hizo un Simón Boccanegra también extraordinario. Los montajes eran carísimos por entonces y trajo a las cantantes más famosos de su época como Joan Sutherland o Birgitt Nilsson. Aquello prácticamente nos arruinó , pero nos hizo cambiar radicalmente el concepto de la ópera. Aunque nos dejó muchas deudas, ya las cosas nunca volvieron a ser como antes. De ese momento se acabó la dinámica de ensayo general un día y al siguiente función, se empezó a dar más importancia a la puesta en escena, había más tiempo entre ópera y ópera, y como empezamos a trabajar con un coro nuestro, dejó de venir el coro de Bilbao de la Abao, y fue un ahorro considerable

¿Y en cuanto a los cantantes?

Por el festival han pasado los mejores del mundo. Por ejemplo, recuerdo a Carlo Bergonzi, a Luciano Pavarotti que estuvo en el 73, cantando Boheme, cuando era el caché más alto de tenor de la historia. Pavarotti era a veces muy frió en su dramatismo, pero tenía una voz prodigiosa. Nos visitó muchísimos años Jaime Aragall, quizás el brillo más bonito de la segunda mitad del siglo XX, y prácticamente nos interpretó todo su repertorio, además de Carreras, Caballé o Plácido Domingo. También han estado todos los barítonos más grande s de su tiempo como Mastromei o Wixell, o bajos como Giaiotti. Precisamente, después de que nos visitara Capobianco tuvimos la necesidad de contratar un director artístico y tuvimos a Eugenio Mario Marcos, un catalán que nos trajo a Caballé y Carreras y que incluso murió aquí con las botas puesta. Luego hemos tenido otros directores artísticos como Rubio, Rosell y el actual Pontiggia que han trabajado de con su personalidad propia.

¿Cómo ha sido la evolución de Festival, comparados con los más importantes de España?

Cuando empezamos, el Festival de Las Palmas le debía mucho al Coro y a la Asociación de Ópera de Bilbao que nos facilitó los Estatutos, no enseñó el sistema de cobro fraccionado, etc. Empezamos con una sola función y así estuvimos seis temporadas. Pero pudimos avanzar rápidamente porque en seguida se incorporaron más socios y empezó a venir más público. Así, logramos en la séptima temporada incluir la segunda función. Eso ha sido algo excepcional en la historia de un festival de ópera, porque nosotros conseguimos en siete años lo que los festivales de Oviedo y Bilbao consiguieron en la temporada treinta y cuarenta. Luego, en el 67, las tres funciones, y en el 74 eran ya eran seis títulos repetidos dos veces.

¿Y a qué se debió ese crecimiento tan considerable?

Hay que analizarlo a través de varios factores como el que haya una afición importante, el buen clima y el que los cantantes se sentían muy bien aquí, venían a cantar a Canarias con mucho gusto.

¿Ha cambiado mucho el modo de contratar a los cantantes entre los años sesenta y ahora?

Antes nos fijábamos mucho en los viajes que tenían que realizar porque los cachés eran bajos en relación a lo que son actualmente. De este modo, a lo mejor un cantante de poca categoría nos salía más caro si venía de Estados Unidos o Inglaterra. Ahora los viajes han subido, pero no en la proporción de los caché. Sin embargo, yo creo que el avión ha sido el que ha terminado con la carrera larga de los cantantes. Antes, al contratarlos, éstos venían en barco, pasaban muchos días viajando y podían cuidar la voz. Pero ahora, con el avión, un cantante puede tener cinco o seis actuaciones al mes que es una burrada para la voz.

¿Cómo fue su inicio en el mundode la música clásica?

Yo me inicié en la música muy joven, mi primer examen fue mi ingreso en el Consevatorio. Y allí hice primero de solfeo. Después aprendí violín y, como tenía una hermana que tocaba piano, nos dieron una serie de composiciones de los grandes compositores facilitadas para violín y piano y eso me metió desde los nueve años en el conocimiento de Don Giovanni, La bodas de Fígaro, etc, que me ha dado enorme satisfacciones y me ha permitido entender conceptos musicales. Yo nací en Córdoba, pero he estado viendo en muchas zonas de España. En el 58, tras aprobar las oposiciones de Corredor de Comercio, vine a Las Palmas, donde tenía muchos amigos, y me instalé aquí. Fui nadador en 1500 metros de la Federación Canaria de Natación desde el año 1944 al 47, desde los 14 a los 27, en los que también hice muchas amistades.

¿Cuál es el principal problema del Festival de Ópera?

Que necesita más dinero. Nos han cortado, recortado, pero nos estamos manteniendo porque los cantantes aquí crean amistades. De hecho, Juan Diego Flores hizo amistad con el actual presidente, Óscar Muñoz y con José de León y también viene a veces por ellos.

¿Cómo resumiría la etapa de Juan de León como presidente?

Como una lucha continua con la administración, para mantener a toda costa la calidad. Ha sido muy duro y muy eficaz. Ha logrado hacer cambiar de opinión a muchas autridades y conseguir ampliaciones en las enormes reducciones que nos hicieron. Ha sido un luchador infatigable y ha mantenido la calidad de la ópera .

Antes estuvo en la presidencia su hermano Gregorio León.

A Gregorio le tocó luchar con la oposición de Gonzalo Angulo que, como buen marxista, quería estatalizar todo. Quiso cagarse la Sociedad Filarmónica o que la ópera no debería existir sino organizada por él. Quiso abarcarlo todo.

¿Y el trabajo de Julio Molo como vicepresidentes?

Muy importante. Por su amistad con las empresas constructoras nos consiguió una cantidad enorme de esponsorizaciones. Era abonado de la ópera de Madrid y le gustaba sobre todo la ópera italiana. Entró en la directiva tarde teniendo en cuenta cuando se había hecho socio, pero hizo un trabajo sensacional.

¿Cómo definiría el actual trabajo de Pontiggia?

Muy bueno y a nosotros nos viene extraordinariamente bien, porque lo que él hace con nosotros lo tendrían que hacer dos y hasta cuatro hombres: la traducción de los textos, las notas al programa, la dirección escénica, el taller, los trabajos de decorado, etc.

Algunos aficionados se quejan de que en Las Palmas se repiten muchos títulos.

Ese es el problema que habrá siempre, porque la ópera va por títulos. Hemos tenido que repetir muchos por la crisis, pensando en la taquilla, porque en los planes que teníamos para el 2010, 11 y 12 eran muy distintos. Teníamos el pensamiento de hacer una ópera extraodinaria como El caballero de la rosa de Richard Strauss y tuvimos que desistir porque era carísima. Íbamos a traer un Don Carlo de Verdi, también carísimo porque tiene muchísimos cantantes y cambios de decorados. Y un Parsifal de Wagner y tuvimos que desistir. Y hemos tenido que buscar títulos a los que la gente va. Este año nos ha costado trabajo poner Una tragedia florentina. Lo hemos puesto porque estaba junto a Caballería rusticana, porque si no no podemos ponerla. Y el próximo de Mozart, El rapto en el serrallo sigue siendo extraño para mucha gente. En una visión global, Verdi ha sido el compositor más querido en el Festival.

Se dice que el público canario es demasiado condescendiente con los artistas que vienen a actuar al Festival.

Bastante. A mí me gustaría vivir un escandalazo como el que presencié en Oviedo cuando era estudiante. Un tenor estaba fastidiado de la garganta, y un concejal salió al escenario para decir que el tenor no iba a poder trabajar. En ese momento se formó un escándalo tan grande que el cantante tuvo que cantar. Volví quince años después y fui a la pensión en la que siempre había estado y una mujer casi analfabeta me recordó esa anécdota de que "cogieron a un tenor que no quería cantar" porque ese suceso se había quedado metido en la historia de la ciudad. Yo creo que eso no sucede aquí porque hay un poco la mentalidad de que los cantante son invitados y no contratados, que son cosas distintas. En la famosa anécdota de Carreras yo le pongo un cero al público de Las Palmas. Carreras dejó de cantar y dijo "coño, aquí no se puede trabajar, hay un ruido impresionante" y la primera reacción del público fuer aplaudir. Menos mal que un señor de la butaca dijo "hay que tener un poco más de respeto al público" y contestó: "sí, por eso yo hago esto" que lo medio arregló. Luego tuvo otras actuaciones fantástica en La boheme, etc.