Hacía bastante tiempo que no se veía a Elvis Costello encima de un escenario en actitud y predisposición genuinamente rockeras. Se le ha visto en multitud de diferentes formatos desde que su nombre se puede considerar uno de los grandes de la escena de la música popular anglosajona, pero sus seguidores de primera hora, aquellos que compartieron con él su eclosión como uno de los padres de la nueva ola británica y del punk, hace ya varios lustros que echaban de menos verle de nuevo en la tesitura del rock sin matices ni filtros. Acaba de emprender una gira de no muchos conciertos por escenarios europeos, entre ellos Barcelona, el próximo viernes.

En los primeros 70, el británico Elvis Costello -alias artístico de Declan MacManus- saltó del circuito de los pubs londinenses que incubaban nuevas maneras de ver el rock a lo que rápidamente se denominó nueva ola ('new wave') británica. A finales de los años 70, ya convertido en músico profesional, se unió al grupo de músicos que le acompañaban habitualmente en sus conciertos, The Attractions, formación de la que se separó en 1986, aunque se han producido algunos reencuentros esporádicos con algunos de sus miembros.

A sus 58 años, Costello ha grabado cerca de una treintena de discos de estudio y tres en directo y sus apariciones sobre un escenario teatral, pantalla de cine o sala de grabación son incontables, por no mencionar sus hojas de servicios como productor discográfico, actor y compositor para programas televisivos, o montajes de ballet.

Su última obra como Elvis Costello data de hace dos años, un espléndido 'National Ransom', y en otoño aparecerá un insólito álbum grabado con The Roots, emblemática banda de hip hop de Filadelfia; para finales de año es posible que publique nuevo disco propio, y ahora mismo está preparando con el maestro Burt Bacharach la adaptación escénica de su disco conjunto 'Painted From Memory'.

Pero ahora mismo, Costello-MacManus está embarcado en una breve gira que arrancó a finales de junio y que termina a comienzos de agosto. La realiza acompañado de The Imposters, el versátil grupo integrado actualmente por Steve Nieve (teclados), Pete Thomas (batería) y Davey Faragher (bajo), y que le acompaña desde la disolución formal de aquellos Attractions, pero cuyos integrantes serían perfectamente intercambiables entre uno y otro grupo.

Recurrir a los Imposters para estos conciertos es ir sobre seguro. ¿Qué significa esa banda para usted?

Es mi grupo de rock and roll, y les conozco desde hace más de 40 años. Con algunas interrupciones más o menos largas hemos tocado juntos desde mediados de los 70 y con ellos, al subir a un escenario, las garantías son máximas. No se dan las sorpresas que me podría encontrar con otros músicos si tocásemos piezas muy distintas de todo mi repertorio, y eso da una tranquilidad enorme para poder centrarte en otros aspectos de la interpretación.

A Steve (Nieve), por ejemplo, le conocí cuando tenía 19 años; le vi por primera vez cuando vino a una de las primeras pruebas para montar The Attractions, y bueno, era un joven que le ponía mucho entusiasmo en el rock. Y allí se quedó como parte del proyecto que aún continúa, lo que está muy bien como muestra de la buena relación que hay entre nosotros.

¿Cómo surgió la idea de hacer una gira de greatest hits atípicos desde una vertiente rockera?

Hace un par de años en Estados Unidos realizamos un proyecto-espectáculo bastante atípico, que se llamaba 'The Wheel' (la rueda), un show con bastantes elementos teatrales y vodevilescos a nivel escenográfico pero que en su apartado musical era fascinante, porque el repertorio que tocábamos cada noche lo decidía mayoritariamente el público presente: la rueda giraba y en la casilla donde se paraba, esta correspondía al título de uno de nuestras canciones. Eso nos llevó a tener quizás unas 50 canciones listas de cualquier época y género.

Después de la experiencia de 'The Wheel', el año pasado hicimos una amplia gira por, sobre todo, Gran Bretaña que tenía un título muy largo y circense, The Spectacular Return of the Spectacular Spinning Songbook, y en donde manteníamos aquel aire de vodevil y donde la música la decidíamos básicamente nosotros, pero con unos márgenes cronológicos muy, muy amplios.

Y ahora hacemos un show más convencional en lo visual mientras que en lo musical hacemos repertorios cambiantes e interpretados con la inmediatez rockera, la misma o la similar con que fueron compuestos inicialmente muchos de esos temas.

En esta operación de recuperación de viejo material, ¿cuál es el espíritu que domina en usted?

Estoy convencido de que tocamos aquellas canciones de tantos años con el mismo 'feeling' de los tiempos de cuando fueron escritas. No sé si es difícil, raro o extraño, pero es la única manera que tengo, que tenemos, para cantarlas y tocarlas. Y en general la sensación que domina en esta gira, en este proyecto es el de una gran alegría, por ver cómo nos lo pasamos nosotros y el público, y también por ver algunos temas sobre los que yo tenía mis dudas, salen muy airosos en esta nueva visita.

O sea, que nostalgia más bien poca.

No, no la hay. Entre otras razones porque me da la sensación de que bastantes de esas canciones, las que tienen una temática digamos más general, colectiva, siguen hablando de cosas y de situaciones que me parece que son muy vigentes. Pero más allá de esto, mi actitud y la de los Imposters no es nada nostálgica ni melancólica ni cosas por el estilo. Muchas de ellas son canciones de rock, a las que se han puesto los adjetivos de new wave o punk, pero que básicamente tienen ese espíritu inicial. Y ahora, desde que las hemos reincorporado a nuestro repertorio y las ensayamos, la verdad es que suenan mucho mejor.

Entre esos temas que ha rescatado se encuentra Tramp The Dirt Down, una canción que se hizo muy popular cuando apareció en 1989 por su contenido antithatcherista. Hace unos meses falleció la Dama de Hierro.

Lo realmente cierto es que esa canción no pensaba cantarla más. El año pasado, sin embargo, en esa gira que le decía, surgió la oportunidad de interpretarla y así lo hice. Y lo hice porque bastantes de las cosas que escribí en aquella balada folk hace ¡25 años! Siguen en buena parte vigentes en Gran Bretaña. Era una canción muy activa, crítica y combativa, es verdad, contra la nefasta política de Margaret Thatcher.

En la letra de la canción parecía desear su muerte?

Una cuestión complicada. Ahora no desearía la muerte de nadie. Fríamente mirado, tendría dificultades en desear el mal físico a las personas. Hipotéticamente, podría celebrar la desaparición de Margaret Thatcher si con ella muriesen sus ideas, y este no es el caso. Pero ahora no podría alegrarme por la muerte de alguien físicamente, porque sería patético incluso. De su política y de lo que ella representaba políticamente, por supuesto.

¿A veces el compositor no es consciente del impacto de sus palabras?

De lo que tenemos que ser conscientes es de que más allá de lo importantes que en un momento dado nos podamos creer los músicos, nuestra trascendencia real pasado el tiempo es muy distinta, mucho más limitada. Las letras de mis canciones en realidad sólo llegan a unas personas concretas, habitualmente a los que las escuchan. Esa es la realidad. ¿Usted cree que una canción como 'Tramp The Dirt Town' le llega, le afecta, la ha escuchado, el que se encarga de dirigir la política de desempleo del gobierno Cameron? En absoluto; en ese caso, y en incontables más, mis palabras no afectan a nadie.

Pero la sigue cantando ahora cuando su situación personal no es precisamente precaria.

Siempre ha existido una manera de argumentar, una especie de cantinela, sobre el hecho de que los músicos asentados, ricos y privilegiados no tienen el derecho de expresar lo que sienten. Pero hay que decir que sí, que tenemos todo el derecho del mundo a expresarnos. Nosotros no pedimos nada a nadie, y es verdad que en algunas de mis canciones sobre cuestiones delicadas, complejas, ahora se puedan ver con algunas contradicciones. Pero es por eso mismo por lo que he querido que esas composiciones de aquellos años estén presentes en mis conciertos de ahora porque si entonces las cosas no eran blancas o negras, ahora tampoco lo son. Es decir, según como se miren son bien actuales.

Usted vive entre Nueva York y Vancouver -se casó con la pianista y cantante canadiense Diana Krall-, aunque sigue de cerca la política de su país.

Por supuesto. Las pasadas elecciones municipales me entristecieron y me confirmaron que en Gran Bretaña hay muchos complejos colectivos. Como tenemos la sensación de que en Europa no nos quieren y no nos aceptan como somos, creemos que podemos aislarnos como si el mundo no fuese global. Para mí, ver estos movimientos de la voluntad colectiva me deprimen un poco, aunque habría que ver lo que votarían mis preocupados compatriotas en elecciones parlamentarias.

Un consejo para mantener la frescura musical al subir a un escenario.

Has de tener claras dos cosas: que ahí delante hay gente que ha pagado para venir a escucharte y verte y que las canciones las tienes que vivir como la primera vez.