La historia del autor de 'El abuelo que saltó por la ventana y se largó' parece escrita por un departamento de marketing para impresionar a los lectores. Jonas Jonasson, tras haber sido periodista -jefe de la sección de deportes de un diario-, fundó su propia productora de televisión, y podría considerarse un 'workaholic' de manual: trabajaba 16 horas al día, su vida privada era inexistente, la facturación de su empresa se disparaba año tras año, llegó a tener hasta cien empleados€ Pero, un día, tras dos décadas al máximo ritmo, se dio cuenta de que no era feliz (bueno, le ayudó a ello un susto de salud, en forma de burn out o síndrome de agotamiento laboral).

Decidió vender su empresa, le dieron por ella 12 millones de euros -han leído bien-, se casó, tuvo un hijo y escribió una novela sobre un abuelo centenario que decide escaparse de su residencia y se ve envuelto en una disparatada trama que le hace recorrer el siglo XX y encontrarse con varios personajes históricos.

La novela fue un éxito descomunal y ha vendido ya unos ocho millones de ejemplares. Ahora, Jonasson reincide y publica la segunda, 'La analfabeta que era un genio de los números' (Salamandra, edición catalana en La Campana), no menos disparatada, con semejante ritmo acelerado, en la que una chica que limpia letrinas en Soweto acaba en Estocolmo intentando evitar un desastre nuclear junto al rey de Suecia. Un vodevil nuclear, con intervención de la CIA, el KGB y el Mosad, vendido ya a 30 países.

El endiablado clima que envuelve Estocolmo en invierno impide que el paseo de Jonasson con los periodistas del Magazine pueda ser muy amplio y, al final, junto a su hijo de seis años, el grupo se refugia en un piso franco, con muy pocos muebles, que su familia tiene en la capital. Jonasson y su hijo pasan el año en su granja en la isla de Gotland, a la que se desplazan en helicóptero y en la que cuidan de unos pocos cerdos y 25 ­gallinas.

¿Cómo se siente uno cuando vende su empresa por 12 millones de euros?

Desde ese momento, sabía que tenía suficiente dinero para vivir el resto de mi vida sin trabajar. Pero ¿quién quiere vivir sin hacer nada? Resulta hasta incómodo socialmente: "Tú a qué te dedicas?", "no, yo vivo de rentas", ¡queda fatal! La gente ya no te mira como si fueras una persona normal€ De modo que, pensé, tal vez era un buen momento para escribir aquella novela que siempre había tenido en la cabeza. Aunque vendiera unos pocos centenares de ejemplares, en las reuniones sociales podría decir: "No, yo soy escritor, ¿sabes?". Lo que no me esperaba es convertirme en el número uno en ventas en tantos países.

¿Y por qué cree que 'El abuelo...' triunfó tanto?

He confeccionado una teoría: si cada día vas en metro a un trabajo gris, que no te satisface, y al volver a casa encuentras cosas que tampoco te satisfacen, tal vez no seas muy feliz y pienses que estaría bien huir de todo lanzándote por la ventana a vivir otra vida. Lo piensas, pero luego recapacitas y no lo haces, porque está tu mujer o tu marido, y también los niños, a los que te gusta llevar a sus entrenos de hockey. Pero te consuelas leyendo el libro y largándote con el abuelo en su viaje. Te echas unas risas con él y luego vuelves a casa y te das cuenta de que, en el fondo, no todo es tan gris y que, si lo miras bien, tu pareja no está nada mal. "Tal vez no seas muy feliz y pienses que estaría bien huir de todo lanzándote por la ventana a vivir otra vida"

Y, de entre todas las reacciones que ha recibido, ¿destaca ­alguna?

Una abuela de 99 años de Canadá que me escribió que ella también soñaba con escaparse de su residencia, pero que no podía€ porque estaba en un cuarto piso, no en el primero, como mi personaje. Celebró sus 100 años con mis editores canadienses, y yo le envié una edición especial del libro, dedicada. También me ha escrito otra abuela italiana, esta de 89 años, diciéndome que no piensa morirse hasta leer por lo menos mi segunda novela. Espero que ahora quiera la tercera. Como ve, leer alarga la vida de la gente.

La prensa sensacionalista sueca se ha puesto las botas con su separación, que ha acabado en los tribunales y con la custodia de su hijo para usted.

Tras años de haber confundido totalmente vida y trabajo, tenía una necesidad enorme de que me quisieran. Y tomé unas determinadas decisiones que culminaron en un divorcio trágico. Ahora vivo con mi hijo de seis años. Eso es todo. No quiero que se hable más de mi vida privada, pero no por pudor, sino para proteger al chaval. Tengo razones muy poderosas para ello. No quiero tampoco que nadie le fotografíe.

Sí, está claro. ¿Cuál fue su primera idea de 'La analfabeta...'?

Mi escritura, aunque no lo parezca, tiende a criticar la sociedad y la condición humana.' El abuelo...' trata de ese confinamiento al que nuestra civilización somete a las personas mayores, a las que arrincona cuando ya no pueden producir y no les consulta jamás nada. En ese libro hay ya una referencia a Sudáfrica, cuando piensa en ir a conocer a Mandela y sacarlo de la cárcel. En Sudáfrica se han producido dos de las mayores estupideces de que ha sido capaz la raza humana: el régimen del apartheid, que es el racismo como norma política, y la proliferación nuclear, construir cuantas más armas de destrucción masiva mejor.

Usted describe situaciones que en la vida real serían muy duras con muchísimo sentido del humor, hasta el punto de que las transforma en divertidas.

Ese es el juego. Las cosas se pueden siempre explicar de dos modos: que provoquen efectos negativos o positivos. Yo soy un fan de la serie 'Hotel Fawlty' con John Cleese, y aquel camarero llamado Manuel, que en la versión original era de Barcelona. A primera vista, son situaciones cómicas, y uno sólo recuerda las carcajadas que le producía, pero en realidad tiene escondida una crítica, va más allá del chiste. Por ejemplo, cuando el chef Kurt se siente atraído por Manuel, vemos cómo reacciona la conservadora sociedad inglesa de los años setenta ante los gais. Para comprender el mundo, no hace falta que todos seamos como Bergman o como Larsson. No todos los suecos somos así.

Usa el humor absurdo de una manera muy poco sueca.

La sociedad sueca tiene un alto índice de depresiones, estrés y suicidios. Hace unos años, el programa de radio de más audiencia del país era conducido por un enfermo terminal que hablaba en antena al hijo que no había podido tener. ¿Qué le parece? Yo creo, en cambio, que los creadores no sólo deben imaginar espacios con mucho dolor, físico y mental, sino lugares donde se ría uno mucho. La risa como algo que te permite pensar, más allá del lamento. Introduzco luz en la literatura sueca."Para comprender el mundo, no hace falta que todos seamos como Bergman o como Larsson"

Ya se ha estrenado en Suecia la película sobre 'El abuelo...' ¿Qué le parece?

Es ya la más vista en toda la historia de las películas suecas. No he participado en ella. Han cortado mucho del libro, al principio no lo entendí, pero luego el director, muy pedagógico, me hizo darme cuenta de que, tal como yo lo quería, duraba exactamente 19 horas. Nadie habría ido a verla... Él tuvo que tomar decisiones, y está bien así, ha mantenido lo esencial. Lo que me da un poco de rabia es que, en algún momento, ha encontrado una solución narrativa mejor que la del libro€, y yo ya no lo puedo cambiar.

¿Pilota usted su propio helicóptero?

No. Tengo carnet, pero mis problemas de ciática y mis operaciones de espalda me limitan. Cojeo de la pierna izquierda.

¿Cómo le ha cambiado el éxito?

Siempre he disfrutado escribiendo, pero he disfrutado mucho más esta segunda novela porque ya no tenía dudas. Con la primera, sentía la incertidumbre de lo que iba a pensar la gente, no sabría si gustaría, piense que me la rechazaron cinco editoriales y eso hace mella en la autoestima. Ahora estaba seguro, y simplemente he escrito algo que a mí me gustaría leer, algo que me haría reír. Antes me angustiaba no saber escribir tan bien como Milan Kundera. Ahora he asumido que cada uno hace una cosa distinta.

¿Qué es lo último que ha leído?

Una biografía de Victoria, la heredera al trono sueco. Devoro muchas biografías y memorias, y también libros de historia. Me interesa la sociedad, la política, me fascina el hecho de que cometamos los mismos errores una y otra vez, si ves la historia te das cuenta de que está llena de paralelismos y que nunca aprendemos. La guerra de Vietnam empezó porque Estados Unidos inventó una provocación del otro lado, para responder con una guerra. Pasan los años y vuelve a suceder: el mismo Estados Unidos con Iraq, inventándose que tenían armas de destrucción masiva. Y ahora estamos con Siria...

Los españoles hemos mitificado mucho tiempo a Suecia. ¿Qué hay del 'sueño sueco'?

¿Qué sueño era ese? ¿El de Olof Palme, al que asesinaron en la calle en 1986, en un caso que aún no se ha esclarecido? Ese sueño nunca volvió, se quedó allí tendido, sobre un charco de sangre. Yo me siento perdido políticamente desde entonces. Perdido.