Se formó en la primera escuela de escritura literaria española: la Escuela de Letras de Madrid, fundada en 1989. ¿Qué supuso en su carrera?

La escuela tenía tres tutores: Constantino Bértolo, Juan Carlos Suñén, y Alejandro Gándara. Me hizo muchísimo bien asistir a sus cursos, que eran bastante duros. Teníamos que leer y escribir mucho, y también el método de la escritura rápida, que era genial. Había que atender las explicaciones y no se podían hacer novillos allí. Después publiqué una novela No pasa nada en la editorial Debate de Madrid, que ya está agotada y descatalogada.

¿Cuál es el argumento y cuándo la publicó?

En 1991. El tema es un taller de mecánica, donde se arreglan motores de coches, camiones, y alrededor de él pasan unas personas y se entrecruzan sin preverlo. La acción no sale de allí, es narrativa pura, ficción, pero es como una obra de teatro.

¿Cuántos días por semana tenían que asistir a clase?

Tres o cuatro. Teníamos dos clases, empezaban a las 18.00 horas, y duraban dos, tres, cuatro horas.

¿Puede explicar algún ejercicio práctico que hacían?

Había mucha libertad en estas cosas, primaba la imaginación de cada uno de los alumnos. No se trataba de hablar de un asunto que había ocurrido ni nada que tenga que ver con la realidad. Nada de eso. Se daba un tema variopinto sobre el que se escribía: sobre una calle, entrar en una tienda. Nos enseñaban las técnicas narrativas, los estilos. Allí había minimalista, barroco... de todo.

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