El cómic periodístico, lo ha demostrado sobradamente Joe Sacco, es un potente instrumento de denuncia, investigación y testimonio. Hay algo poderoso en saber que alguien ha ilustrado pacientemente unos hechos investigados; no solo los relata de viva voz o los fotografía, sino que los convierte en narrativa ilustrada a golpe de grafito y tinta.

La voluntad del esfuerzo, la paciente reconstrucción en historieta de los hechos investigados, otorga a estos un peso, incluso cierto grado de veracidad (al menos la de la mirada personal). Igort lo ha hecho también, primero en 'Cuadernos ucranianos' y ahora con 'Cuadernos rusos' (Editorial Salamandra).

El 7 de octubre de 2006, la periodista Anna Politkóvskaya fue acribillada a tiros en el ascensor de su casa moscovita. Este hecho terrible es el punto de partida para la bajada a los infiernos de Igort, los infiernos del continuado quebrantamiento de toda ética por parte del ejército ruso en Chechenia. Y la mascarada de democracia que esconde en Rusia una suerte de gobierno mafioso instalado en el poder.

Igort, de ascendencia rusa, indaga partiendo del hecho singular, el mencionado asesinato, y desmadeja el hilo de la verdad descubierta en una obra durísima, hasta extremos lacerantes, que el lector debe asimilar dejando que repose dentro, aunque hierva como lava de injusticia, delincuencia y miedo. Todo contado con un estilo documental, exacto, de dibujo preciso y con el color del barro y la sangre.

En 'Cuadernos rusos' la forma de contar interviene decisivamente en el mazazo al lector. Igort, que se asentó en los ochenta y, hay que insistir, no es ningún nuevo joven autor, comprende que la ortodoxia no es el camino adecuado, y así esta novela gráfica se nos presenta como un compendio de recortes, escenas como flashes entre cartas testimoniales y dibujos atmosféricos que cambian de estilo sin pudor.

El fin permite cambiar las reglas, Igort lo ha entendido y lo ha aplicado, y así el resultado que obtiene resulta una de las historias más conmovedoras y terribles de los últimos tiempos sobre la corruptible naturaleza humana, en general. También, por supuesto, una denuncia abierta e indignada a la corrupción del gobierno de Vladimir Putin en particular.

Queda claro, al fin, que 'Cuadernos rusos' no es una lectura leve: daña, entumece y nos hace reflexionar sobre la maldad real. Y si aún queda alguien capaz de pensar que estas densidades no son propias del cómic debería leer esta novela gráfica para caer definitivamente del guindo.