Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un póster con Putin y Medvédev retratados como amantes.LA PROVINCIA / DLP

CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

El armario de acero

Decía Antonio Machado que "es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza". La homosexualidad fue despenalizada en Rusia en una fecha tan cercana como 1993, pero todavía existe una fuerte homofobia que ha logrado que no sólo se dicten leyes que atentan contra los derechos humanos universales, como la ley contra la "propaganda homosexual" que prohíbe informar positivamente a menores de edad sobre "relaciones sexuales no tradicionales", aprobada en junio de 2013 por el presidente Vladimir Putin y su primer ministro, Dmitri Medvédev, sino que, según una encuesta realizada por el Levada Analytical Center de Moscú, un 74 % de los rusos creen que los gays y lesbianas tienen una problema mental.

Poco antes de que se cumpliera un año de la promulgación de la ley rusa contra la "propaganda homosexual", la editorial española Dos Bigotes, especializada en autores y temas LGTBI, publicó en abril de 2014 su primer título, El armario de acero, una antología de nuevos autores rusos que Putin y Medvédev no dudarían en meter en la cárcel (si el libro hubiese sido publicado en Rusia, claro) por su defensa de la homosexualidad como paradigma de la libertad individual a pesar del entorno opresivo que se ceba con los grupos minoritarios. Rusia se ha convertido hoy por hoy en un país más intolerante que en tiempos del dictador Stalin, que prohibió el amor homosexual que la revolución bolchevique de octubre (noviembre en el calendario gregoriano) había legalizado en 1917.

Si hay una literatura propagandista ésta fue sin duda la que la barbarie estalinista contribuyó a crear de manera significativa, aunque no exclusiva, destruyendo la prodigiosa tradición narrativa rusa del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX en aras del llamado realismo socialista, es decir de la literatura surgida en la Unión Soviética entre 1922 y 1991. Esto hace más si cabe que libros como El armario de acero deban de ser imprescindibles en muchas bibliotecas personales, pues constituye una forma de tomar conocimiento de la verdadera situación de gays y lesbianas en la Rusia de Putin. Los autores convocados para la ocasión (Margarita Meklina, Vadim Kalinin, Aleksander Anasevich, Aleksander Belykh, Stanislav Snitko, Dmitry Kuzmin o Sergei Finogin) vienen a dar cuenta, y de paso abren otra vía, de aquello que Herman Melville dijo: "Lo que se nombra es menos temible".

El primer relato que abre el libro se titula La polla y es toda una declaración de intenciones del poeta y dramaturgo Aleksander Anasevich: "Comedme la polla, la polla, la polla". El fogonazo de esta frase inicial en el fondo de la mente hace que se ponga en marcha toda la maquinaria defensiva del lector poco acostumbrado a tener que lidiar con expresiones de este tipo. Paul Valery se lamentaba de que la literatura se haya vuelto un arte que abusa del lenguaje "como creador de ilusiones y no como medio de transmitir realidades". En el caso de El armario de acero, el asunto está en saber cuánta realidad es capaz de soportar el lector. Ya me cuentan.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.