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Viñeta de ´Martillo de herejes´.

cómic 40 años de la muerte de franco

Los miedos del caudillo

El régimen creó una gran industria de evasión enfocada hacia el público infantil, pero personajes como Carpanta o doña Urraca mostraban cómo era esa España

El régimen de Franco siempre vio en el cómic una peligrosa amenaza. La dictadura fue consciente de la importancia que este medio había tenido en países de una gran tradición democrática de cara a la opinión pública, y cómo más de un alcalde o gobernador corrupto habían caído gracias a las denuncias de este floreciente medio.

Uno de los principales objetivos del régimen fue crear toda una industria de evasión que relacionara al noveno arte con el público infantil. De este modo, grandes editoriales como Bruguera dedicaron todo su esfuerzo a glosar las desventuras de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape o el Botones Sacarino, aunque muchos de sus creadores supieran introducir mensajes subliminales sobre la podredumbre moral de la época. Baste citar las historias de Carpanta, doña Urraca o la familia Trapisonda que, sólo por sus nombres, ya daban una muestra clara de cómo era la sociedad española. Por otro lado, hubo desde la nostalgia hacia el héroe medieval español en el Capitán Trueno, hasta el enaltecimiento de los supuestos valores del régimen en Roberto Alcázar y Pedrín, pasando por cosas tan patéticas como Soldado invicto que glosaba las 'heroicidades' del golpista.

Tras la muerte del dictador, muchos han sido los que han trasladado al cómic episodios de aquella infausta época. Pero la Transición fue un tiempo intermedio en el que no estaba totalmente establecida la libertad de prensa. Prueba de ello fue el intento de suprimir en 1984 la revista Madriz, editada por el Ayuntamiento en tiempos de Tierno Galván, por una historieta de Ceesepe en la que parodiaba al dictador como un criminal llamado Superfranki. El máximo responsable fue Alberto Ruiz-Gallardón, concejal de la oposición, que les acusó de menoscabar la figura del anterior jefe del Estado.

Carlos Giménez ha sido el autor de algunos de los más crudos retratos. Paracuellos, publicada por entregas en 1977, se anticipó al fenómeno de la memoria histórica con una autobiografía de los años de infancia del autor en un centro de auxilio social, que transmite la atmósfera viciada de la posguerra mejor que cualquier ensayo de historia. A un mismo nivel se mantiene, Una, grande y libre que aborda la Transición en estado puro, con sus pasos adelante y atrás, con sus miedos y sus deseos de libertad, y con las viejas fuerzas como el ejército y la Iglesia pugnando por conservar poder e influencia.

Otro título fundamental es Tormenta sobre España, una obra formada por guiones de Víctor Mora junto a una nómina extraordinaria de dibujantes como Víctor de la Fuente, Florencia Clavé o José Ortiz, en la que se abordan diferentes aspectos de la guerra civil.

Ambientada en el frente del Ebro y Cataluña, ¡No pasarán! Las aventuras de Max Fridman de Vittorio Giardino repasa la historia de las Brigadas Internacionales, reclutadas por partidos comunistas en todo el mundo para luchar contra Franco. También habría que citar Martillo de herejes de Juan Gómez y Agustín Alessio donde ambos autores reducen todo el conflicto a un pueblo en donde los falangistas, anarquistas, comunistas y sublevados intentan aniquilar cualquier orden que no sea el suyo. Una posición de privilegio la ocupa, sin embargo, la obra de Palacios sobre la guerra civil con Eloy, Río Manzanares, 1936 Euskadi en llamas y Gorka Gudari.

En su afán de ir por libre, Miguel Gallardo se adelantó a su tiempo con Un largo silencio donde mezcla viñetas con las memorias mecanografiadas de su padre, nacido en una modesta familia de Linares que asciende a fuerza de estudio y tesón hasta que la guerra le tuerce el camino. Francisco Gallardo, alférez republicano, sufre la contienda, los campos de concentración de Francia y la represión a su regreso. En Paseo de los canadienses Carlos Guijarro refleja cómo en febrero de 1937, la carretera que serpentea junto al Mediterráneo, entre Málaga y Almería, se llenó de almas en pena que huían de las tropas italianas y franquistas que los atacaban por tierra, mar y aire. La gran evacuación de civiles de Málaga, abandonada a su suerte por las autoridades republicanas, fue uno de los episodios más cruentos de la Guerra Civil. Cuerda de presas, de Jorge García y Fidel Martínez muestra once historietas independientes, dibujadas en blanco y negro con un trazo expresionista que engarza con la literatura de memorias de las republicanas que perdieron la guerra. Las protagonistas son rojas encarceladas en los años cuarenta que se trasladan en vagones de ganado, pasan hambre y frío y carecen del soporte moral que se prestó clandestinamente a los presos varones.

En Los surcos del azar, Paco Roca rastrea las vidas de los republicanos que, tras cruzar a Francia, acabaron luchando en la Segunda Guerra Mundial contra las potencias fascistas con la esperanza de que la siguiente batalla fuese contra Franco. Roca se centra en La División Leclerc, la primera en liberar París, que estaba plagada de exiliados españoles. Otra obra que ha obtenido gran repercusión es El arte de volar,?de Kim y Antonio Altarriba,que da voz a los que vivieron el exilio pero volvieron como derrotados, fagocitados por un sistema que los convirtió en peones.

La acción de El hijo, de Tyto Alba y Mario Torrecillas, transcurre en un manicomio, un lugar sórdido con sus propias y siniestras reglas, que se convierte en metáfora de la propia España de posguerra, negra y deprimente. Un lugar, en definitiva, de vencedores y vencidos, de locos calificados como tales, muchas veces, por apartarse de la norma social, y de médicos y monjas franquistas sin piedad.

Rapide!?, deÁngel Muñoz, es una curiosa historia de acción que entremezcla ficción y realidad para reflejar el viaje de Canarias a Tetuán del general para sumarse al golpe de Estado. Nosotros llegamos primero, de Furillo, es una trama delirante que parte de un supuesto sueño de Franco de pisar la Luna antes que americanos o rusos. La manera en la que Furillo retrata al dictador nos hace ver de que el hecho de que semejante tipo llegara a donde llegó nos deja a los españoles en muy mal lugar.

En Un médico novato, Vicent Llobel Bisbal recuerda el verano de 1936, cuando Pablo Uriel, recién licenciado en Medicina, es enviado a un pequeño pueblo de La Rioja para trabajar como médico sustituto. Cuando el pueblo se vea inmerso en el conflicto de la guerra, Pablo y sus hermanos, al igual que tantas personas de ideas progresistas, ingresarán en prisión sin saber bien de qué se los acusa.

Finalmente, Las guerras silenciosas, de Jaime Martín, aborda un episodio de la dictadura poco explorado: la guerra de Ifni , que dio lugar a198 muertos y 80 desaparecidos entre tropas españolas y el Ejército de Liberación Marroquí. Tras el alto el fuego de 1958, se incrementó el número de reclutas que debían hacer la mili en Sidi-Ifni, entre ellos el padre del dibujante, José Martín, que debían dedicar el grueso de sus energías a sobrevivir a las chinches, el hambre, el maltrato, la corrupción y los despropósitos militares. Martín relata a un tiempo la vida de sus padres y la de toda una generación, aprisionada por las convenciones impuestas por la dictadura.

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