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Una estrella en órbita

Una estrella en órbita

David Bowie ya no pertenece a este mundo. Fue un personaje, que en su época más intensa y creativa tuvo la capacidad de inventarse a cada paso, de reescribir su historia, y exteriorizar la galería de personajes que le acompañaban en cada giro en estudio y escenario. La parte que más me interesó de Bowie es la que va de 1967 a 1983, la que cerraba una gruesa etapa -que fueron bastantes- y que tiene como epílogo Scary Monsters (and Super Creeps) en 1980, y su posterior viraje hacia las pistas de baile con Let's Dance, en 1983. Canciones como Starman, Space Oddity, Life on Mars?, Rebel Rebel, Heroes, Changes, Ashes to Ashes,.., forman parte de una banda sonora grabada a fuego. El resto de su serpenteante discografía era motivo de entradas y salidas, sin desdeñar que por encima de todo era Bowie, distinto, errático incluso, pero Bowie. Hubo un tiempo incluso que afloraba la antipatía por sus maniobras de reconducir la carrera de otros dos ilustres de generación, Lou Reed e Iggy Pop, y los nefastos ejercicios de producción que hizo en algunos de los discos de estos dos. Pero ahora lo que manda es la sensación de orfandad -doble en este caso por la ausencia de Lou Reed, muerto en octubre de 2013- y cómo el duque se fue sin previo aviso, y a las 72 horas de brindar siete nuevas canciones, armadas como cruel acompañamiento de un funeral galáctico que el mismo preside. La estrella virada a negro, el artista pionero en insuflar de teatralidad la música y en asumir la estética glam, el juego sexual y la provocación. La galaxia está de luto por mucho tiempo. Más oscura desde ayer, aunque la mutante existencia del artista hace intuir que su imagen seguirá irradiando desde algún punto lejano al que el genio invitaba en su primigenia odisea espacial, en la llamada colectiva a vivir en Marte, en la reconversión en esa criatura llamada Ziggy Stardust, o en las que vinieron después. "Algo sucedió el día que él murió, el espíritu se elevó un metro y se hizo a un lado...", canta David Bowie en Blackstar. Seguiremos su órbita.

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