Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Detalle de 'Two men', de Lucian Freud.LA PROVINCIA / DLP

CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

¿Qué tal el dolor?

Decía Elias Canetti que "un lugar es un lenguaje". Y eso vale tanto para los páramos desolados de Cumbres borrascosas de Emily Brontë como para el lenguaje descarnado de la última novela de Rafael Chirbes, París-Austerlitz (Anagrama), donde el protagonista, un joven pintor homosexual, disecciona cuanto tiene de atormentado y doloroso el amor (da igual el sexo que sea), mientras su amante Michel, enfermo de sida, agoniza en el hospital Saint-Louis de París. Chirbes nos lleva, nos transporta por los pequeños sinsabores y las grandes heridas de una relación estancada en la cotidianidad, en la que el narrador sin nombre se encuentra atrapado como en un insomnio largo y lento: "Lo peor era que me había arrastrado a esa rutina sin objetivo, mero girar uno en torno del otro, devorándonos cada vez con menos apetito".

Todo libro nos introduce en una onda. La onda de este libro comienza como un sueño brumoso en el que va abriéndose paso la dureza de la realidad, del desencanto, del humillante fracaso íntimo. Todo un conjunto reflexivo teñido de tristeza, de melancolía, de derrota, que el lector debe afrontar sin prejuicios y que Chirbes cuenta con la eficacia y la crudeza de sus dos novelas anteriores, Crematorio y En la orilla. En París-Austerlitz, el escritor valenciano, a través de Michel, parece decirnos que si no se puede vivir cada día en función de la pasión es mejor la muerte. Michel sueña con "volver al principio, echar marcha atrás en el tiempo, que el tren vuelva a la estación de partida y las agujas a la salida del andén lo conduzcan por otras vías con rumbo a otra estación de destino". El narrador en cambio está convencido de que el resultado no habría sido muy distinto.

Ahora que casi nadie lee a Jean Genet, ni sus obras de teatro se suben a los escenarios, tal vez sea el momento de reivindicarlo a través de París-Austerlitz. Porque se trata de una novela que, al igual que las del escritor francés, destila una fisicidad erótica que la individualiza, y sobre la que la crítica ha pasado de puntillas. Como si la novela de Chirbes no fuese con esto. En realidad, va con todo. También con el sexo homosexual: "Gime como si estuviera enfermo o drogado cuando empujo para meterme en él, y yo, también enfermo y drogado, quiero ir aún más allá, hacia un interior imposible. Es hermoso disponer libremente de un cuerpo. También da vértigo. Le pregunto si me nota dentro y dice: sí, noto que estás más dentro que nunca. Veo sus ojos que expresan a la vez deseo y entrega, y yo, allí dentro, satisfago su doble aspiración".

París-Austerlitz es un libro de punzadas dolorosas que reflejan, de un lado, la tremenda dificultad de mantener el amor vivo y la fragilidad de los protagonistas y, de otro, las maneras con que la enfermedad vierte sus sombras sobre la experiencia cotidiana. La desnudez de la escritura subraya el horror de lo narrado. No obstante, parafraseando a Gombrowicz, diría que me horroriza menos el drama que describe el libro que la voluntad de crear el drama que se percibe en el mismo autor, aquejado de un cáncer irreversible y ferozmente rápido que acabó con su vida el 15 de agosto de 2015.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.