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Escenas de la vida conyugal

Asteroide publica 'Departamento de especulaciones', segunda novela de la escritora americana Jenny Offill en la que retrata las dificultades de un matrimonio

Escenas de la vida conyugal

Decía el novelista francés Raymond Roussel que "una obra literaria no tiene que contener nada real, ninguna observación acerca del mundo, nada salvo combinaciones de objetos totalmente imaginarios". Quienes estén de acuerdo con el autor de Impresiones de África y Como escribí algunos libros míos, deberían abstenerse de leer la novela autobiográfica Departamento de especulaciones de Jenny Offill, que acaba de publicar Libros del Asteroide, en la magnífica traducción de Eduardo Jordá. Una cosa es segura, Departamento de especulaciones (no se dejen engañar por su título) es una novela realista: quizá la más genuina y sincera novela que jamás se haya escrito sobre la vida conyugal, dicho esto con permiso de John Updike y de su curso avanzado de sociología del adulterio titulado Parejas.

¿Qué pasa cuando un hombre y una mujer ya no tienen nada que decirse? O más bien. ¿Qué pasa cuando un hombre y una mujer ya no quieren decirse nada? Ambos encerrados en su mundo, concentrados en su propio fracaso: ella, una novelista de éxito incapaz de escribir su segunda novela, que acepta el trabajo de "negro" de un cuasiastronauta que quiere escribir una loca historia de la conquista espacial; él, un artista que realiza "paisajes sonoros de la ciudad", desde choque de átomos hasta el viento entre las hojas, al que le cuesta mucho reunir las fuerzas necesarias para hablar de su matrimonio que hace aguas desde hace mucho tiempo: "La invención del barco también es la invención de los hundimientos".

Como cualquier gran novela (y ésta lo es pese a su brevedad), Departamento de especulaciones tiene varios niveles de lectura. En el primero salta a la vista el color negro del fondo del cuadro, que es la vida cotidiana de la pareja, el noviazgo, el amor, el matrimonio, la maternidad, el adulterio, etcétera. En el segundo nivel de lectura, o sea, del fondo al primer plano del cuadro, destacan los personajes, la narradora, de la que desconocemos el nombre, y su marido, llevados al desastre por fuerzas ineludibles que algunos llaman rutina ("Mi intención consistía en no casarme nunca. En vez de casarme me iba a convertir en un gigante del arte. Las mujeres casi nunca acaban convertidas en uno porque los gigantes del arte solo se preocupan del arte y nunca prestan atención a las cosas prosaicas") y otros, destino.

Departamento de especulaciones es un novela hecha de fragmentos intimistas y punzantes sobre "el Pequeño Teatro de los Sentimientos Heridos", algo que no debe amedrentar a los corazones versados, pues Offill filma su particular bajada a los infiernos a bastante distancia de las llamas. Ahí estriba el interés de su novela: no está contada en esa primera persona a la que tanto recurren los maestros de la novela negra, ni tampoco por un clásico narrador omnisciente tocado por la certidumbre de la neutralidad. Aquí, la narradora cuenta con la objetividad de una cámara de cine, pero desde luego no es neutral: "El libro sobre el adulterio aconseja expresar cada día afirmaciones positivas sobre uno mismo o sobre el matrimonio. A la esposa no le gustan las que se sugieren en el libro, así que elabora las suyas propias. Nervios de acero. Ni un favor para los cabrones".

No sé si me acaba de convencer este título, Departamento de especulaciones, para una radiografía impecable, implacable, lúcida y tierna del hundimiento de un matrimonio, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que la novela de Offill está llena de citas (de Rilke, de Stefan Zweig, de Kafka, de Emily Dickinson) y frases difíciles de olvidar: "El amor cambia con el tiempo, lo que mucha gente siente como amor es la inflamación del enamoramiento. El matrimonio es justo lo opuesto, es el gesto de una fe en el futuro juntos". Por lo demás, Offill acredita envidiables cualidades: un estilo sencillo, transparente y profundo, inventiva y sentido de la narración. Podríamos aplicarle la frase de Jack Kerouac, a quien no dejaban de preguntar sobre su modo de escribir: "Lo que sientas encontrará por sí solo su estilo".

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