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cine entrevista

"La tierra es de quien tiene el dinero, ahí está el problema"

"Somos animales, nos atraemos y repelemos. Que Julie sea heterosexual, bisexual o lesbiana no tiene importancia. Hay que evitar la etiqueta", asegura la directora Alba González de Molina

"La tierra es de quien tiene el dinero, ahí está el problema"

Alba González de Molina (Las Palmas de Gran Canaria, 1989) es la primera directora de cine canaria seleccionada en la Sección Oficial del Festival de Málaga, cita de referencia para la producción de cine español. Julie, su primer filme de ficción, de bajo presupuesto, se rodó en 24 jornadas principalmente en la aldea leonesa de Matavenero, donde convive una comuna hippie apartada desde hace 25 años de la civilización. González de Molina empezó a escribir el filme con 24 años. "No me esperaba la selección. "Julie" está entre películas de mucho caché", dijo la directora cuando trascendió la noticia. "Lo recibo como un reconocimiento a tanto trabajo. No espero una recompensa económica. Para mí el reto era hacer una película y lo he conseguido. Julie empezó siendo algo chiquitito y ahora se ha convertido en algo más grande". El filme está protagonizado por la francesa Marine Discazeaux, que era camarera de un bar de Las Palmas cuando González de Molina le propuso hacer su película.

¿Cómo se gestó Julie

Terminada la carrera de Comunicación Audiovisual en Madrid, hace tres años, decido volverme a Las Palmas. Me apetecía lanzarme al mundo de la ficción. La idea surgió a través del profesor de Ciencia Política Carlos Taibo, a quien había conocido en mi documental Stop. Rodando el cambio. Vino a dar una conferencia en la ciudad y en el debate empezamos a hablar de educación libertaria. Ahí empecé a hacer los primeros trazos del guion. Pocos días después conocí a la actriz principal, Marine Discazeaux, que trabajaba como camarera en el bar El Bote, en la esquina de las calles Cebrián y Eusebio Navarro. Me impresionaron su cara, su físico, su pelo rojo (el que tenía entonces), me recordaba mucho a la actriz Brit Marling. Fui dos días seguidos al bar. Al segundo me pedí dos Jägermeister y, al final de la jornada, le propuse ser la protagonistas. Me dijo que sí. Marine tiene algo que engatusa. Físicamente es muy fuerte, pero después sus ojos transmiten tristeza, debilidad. Empezamos a quedar todos los días. La primera vez en la playa de Tufia y, a partir de ahí, en su preciosa azotea, en una casa canaria antigua cerca del bar.

Y empezaron a dar cuerpo al personaje principal de Julie.

Trabajé mucho con Marine su personaje. A partir de ahí, le prometí que en un viaje que hice a través de la organización HelpX, donde iba a trabajar a cambio de estancia y comida en tres granjas de Inglaterra durante mes y medio, vendría de vuelta con el guion escrito. Plantábamos, le dábamos de comer a los cerdos. Lo fui escribiendo en la caravana donde descansábamos después de cada jornada de trabajo. En octubre de 2013 volví con treinta folios. La fase de escritura del guion fue la que más disfruté. Es la más pura y creativa. Año y medio más tarde empezamos a rodar.

¿Cómo llegó a la localización principal de la comuna hippie de Matavenero?

El lugar lo había conocido en el rodaje de Stop. Rodando el cambio, estaba claro desde el principio. Es una aldea en medio de unas montañas impresionantes, unas casas torcidas de madera con tejados octogonales, un lugar como hechizado. Empecé a escribir la estructura del guion sabiendo perfectamente donde se iba a desarrollar la acción. Le escribí a uno de los habitantes del pueblo, Cuke, con el fin de obtener su aprobación para rodar. Ellos son una comunidad que lleva 25 años viviendo de forma alternativa, desconfían de lo que les lleva del exterior porque más de una vez se han sentido manipulados por los medios de comunicación. Propuse el rodaje de Julie con Marine en una asamblea en la comuna y les dejé tiempo para que se pensaran la respuesta. A partir de entonces empecé a ir mucho a Matavenero, unas diez veces, sembrando la complicidad y haciéndome cada vez más partícipe del lugar. La confianza mutua que se generó fue lo más bonito. No quería que se sintiesen ofendidos. En la película hay ocho actores y el resto son los habitantes de la comuna.

El rodaje fue en la primavera de 2015.

Al principio solo éramos Marine, la gente del pueblo y yo. Conseguimos recaudar 30.000 euros con una campaña de crowfunding, Después se sumó el productor Mariano Baratech, que invirtió algo de dinero. Pero la película es de muy bajo presupuesto, la mayoría del equipo ha capitalizado su sueldo. Rodamos entre abril y mayo de 2015. En total, veinticuatro días de rodaje en jornadas de doce horas de lunes a sábado, en León (en los pueblos de Matavenero y Salentinos) y Madrid (en Lavapiés y La Pedriza).

¿Cómo se sintió en su primera experiencia como directora de una película de ficción?

Durante el rodaje me encontré más resolutiva de lo que imaginaba . Tenía un guion técnico que había trabajado mucho, aunque lo tuve que recortar para reducir las jornadas. En la aldea teníamos cosas en nuestra contra, no hay electricidad, ni wi-fi, ni cobertura para móviles, ni agua potable. Íbamos con un generador que usábamos para las jornadas nocturnas, de resto usábamos las placas solares de las casas que nos prestaban la gente del pueblo.

¿Con qué se ha quedado de la experiencia?

Fue muy curioso cómo se volcaron, los niños dejaron de ir a la escuela para ver de primera mano cómo es un rodaje. Nos ayudaban a cargar, a hacer la claqueta, yo trabajaba con una niña en brazos todo el rato. Además, casi el ochenta por ciento del equipo vivía en la aldea, los habitantes nos cedieron sus casas. La comida nos la hacía la gente de la comuna, no teníamos comodidades, dormíamos en colchones en el suelo, las duchas eran muy eventuales, yo me bañaba en un pozo que tenía enfrente de donde dormía.

El equipo lo viviría como una experiencia única e inolvidable.

Tuvimos vivencias impactantes. El espacio y la gente son mágicos. La mayoría del equipo quedó impactado, acostumbrados a estar pegados al móvil y viviendo un mes donde no hay capacidad de mandar un WhatsApp, sin las comodidades de una ciudad y, sin embargo, viviendo en un espacio totalmente alternativo, con la oportunidad de comunicarte con esta gente que viene del movimiento Rainbow de los años 60. Muchos llevan más de 25 años viviendo de forma muy apartada. Una anécdota curiosa es necesitábamos alguien que hiciera de muerto y ninguno en la aldea quería. Lo salvamos cogiendo a un amigo que pasaba por ahí de visita.

¿Ellos han visto la película?

No la ha visto ni el propio equipo de rodaje. Quiero organizar algo en la propia aldea con un proyector, sería como darle las gracias, porque ha sido lo mejor que me ha pasado. Intentaré que alguno de los habitantes venga a la proyección en Málaga.

Hablemos de la película. Julie, el personaje protagonista que le da título, no tiene claro adónde va desde el principio.

Se está escaqueando. En su viaje interno se oculta, es alguien que contesta con inseguridad, dando muy poca información, tapando los traumas y el pasado. Es una persona abandonada que teme que si no huye de sí misma alguien terminará huyendo de ella.

En la película parece que, además, descubre aspectos nuevos de su sexualidad durante su estancia en la aldea.

No tiene por qué interpretarse como algo nuevo. Su sexualidad no es una controversia para ella. Y la historia de amor que vive tampoco se trata con gran trascendencia, Victoria (interpretada por Silvia Maya) puede ser un amor pasajero. Julie no es una historia de amor. Ella vive un triángulo amoroso que podría ser con dos hombres, con dos mujeres o un hombre y una mujer. Somos animales, a fin de cuentas, nos atraemos y repelemos. Que Julie sea heterosexual, bisexual o lesbiana no tiene importancia. Hay que evitar la etiqueta.

Con su ubicación en una comuna que sobrevive al margen del sistema, la película entra de lleno en el cine político.

Hice esfuerzos para no caer en lo planfletario. Quería desnudar la historia, despolitizarla, dejarla lo más pura posible. No quiero espectadores que vengan a verla predispuestos. Mis ideas están claras y se ven expuestas, pero me gustaría que fuera el espectador el que saque sus propias conclusiones.

La pequeña comuna vive la amenaza de la construcción de una carretera para un parque eólico en la zona.

Estamos en una crisis de dimensiones brutales, sobrecogedoras. La búsqueda de la felicidad por parte de un grupo de personas que la persiguen para sí mismos y por un ideal común es muy poco frente al sistema. Por mucho que quieras escapar, la tierra no es del ser humano, sino de quien tiene el dinero. Ahí está el problema. Por eso quise provocar los conflictos que se representan en las tres asambleas: la muerte, la aceptación del otro y las posibilidades frente a las instituciones. Si te fijas, en la película no existen los antagonistas, todos son, de alguna manera, enemigos de sí mismos. Es interesante ver cómo en una utopía como esta, que es real, hay también una realidad imperfecta. Por eso escribo mucho eso de "desmitificar la utopía". Porque donde vayamos, vivamos la realidad que sea, seguirá habiendo gente maltratadora, intolerante, los conflictos no desaparecerán nunca.

Nada más instalarse en la comuna, Julie coloca su juego de muñecas rusas sobre su mesilla de noche.

Es lo único que lleva en la mochila y lo único que deja en la comuna. Son las mujeres de su vida, cada una contenida en la siguiente. Esa es la historia que cuenta la película.

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