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Entrevista a Jorge Rodríguez Padrón

"El 'boom' hispanoamericano fue producto de un trapicheo editorial"

"La literatura actual es de muy inferior calidad a la que se hacía en el siglo XX, en Canarias y en todas partes", asegura el crítico literario

Jorge Rodríguez Padrón presenta hoy su obra en el Club LA PROVINCIA. LP / DLP

En sus últimos estudios se muestra más interesado por la literatura europea que por la hispanoamericana, que fue su larga fijación inicial, ¿en qué consiste y a qué se debe ese cambio de rumbo?

Mi propósito con este cambio de orientación en mi lectura tiene que ver con mi necesidad por indagar en la memoria cultural a la cual pertenezco; ver en dónde se inicia ese proceso y por dónde discurre y deriva. Un modo de reconocimiento que no he logrado en aquel otro ámbito que transité durante años, y que creí equivocadamente que era el mío.

Desde muy pronto, se mostró más interesado por autores más desconocidos, como Westphalen, Orozco, Varela, etc., y en cambio muy crítico con autores consagrados, como Octavio Paz o Vargas Llosa. ¿A qué autores sigue respetando bajo el paraguas de la Generación del boom

Nunca me ha interesado una literatura orientada a la consagración del escritor, en la que éste se aproveche de ella para lograr una posición de poder en la sociedad. El boom fue eso, y a las pruebas me remito. Sobre todo a los ejemplos más recientes. Salvo Rulfo, Onetti o Julio Ramón Ribeyro, lo demás es trapicheo editorial, que dio cauce al denominado boom. De lo por mí escrito, también sobre literatura hispanoamericana, que es muy abundante, no cambiaría hoy nada; si mis apreciaciones han sido erróneas, debo asumirlo también. Para aprender me habrán servido.

Dicen que los años reducen el radicalismo, pero en su caso es a la inversa: Oyendo lo que algunos dicen públicamente, Oyendo lo que algunos dicen públicamenteEl discurso del cinismo

Cuanto dije del cinismo quería referirse, en parte, a lo de la pregunta anterior: el trapicheo editorial y la utilización de la literatura como medio de ascenso social. No sé si puede haber o no un discurso social que no sea cínico. Pero la obligación del creador es mantener la integridad de su palabra, al margen de las claudicaciones que el poder le exige para otorgarle el éxito... Que no es nada, por cierto. ¿Un canon de calidad literaria? Me parece un sinsentido: se escribe precisamente contra todo canon, o no se escribe.

Algunos de sus mejores amigos escritores insulares defienden la existencia de un corpus autónomo de la literatura canaria, ¿cuál es su posición al respecto?

Sí, es ese sempiterno debate sobre literatura canaria o literatura en o de Canarias, que para mí no tiene sentido? Lo que acabo de decir sobre la inexistencia de un canon también atañe a las identidades geográficas. No creo en un corpus previo al que el escritor deba sumarse, con la confianza de que así lo hará bien. Ni canario ni de otro tipo. El escritor debe escribir, y escribirá como canario si lo es, no porque sirva a una literatura premeditadamente canaria, que para mí no existe como tal.

Muchos se quejan de la desatención en las instituciones y medios de ámbito nacional. ¿El centralismo sigue operando? ¿La desatención hacia la literatura escrita en las Islas es superior que hacia la de otras periferias españolas?

La queja no puede ser, ni en las Islas ni en ninguna parte, una posición de recibo. No es el centralismo lo que actúa, sino esa trampa que el poder le pone al escritor para asegurarse su servidumbre. Estés en las Islas o estés en cualesquiera otro de los centros o periferias, por usar ese término que no me gusta por su corrección, sucede exactamente lo mismo.

Baroja le decía a un muchacho paisano suyo: "Joven, si quiere ser escritor, váyase a Madrid y póngase a la cola", ¿sigue todavía vigente?

Depende de lo que se pretenda. Volvemos a lo mismo: si lo que se quiere es tener visibilidad, aparecer, figurar, estar..., todo eso que erróneamente se entiende como éxito, entonces sí: Póngase, señor, en cola? Pero ése no es el asunto. Y debe empezar a entenderse esto, o no se pasará nunca de la aburrida medianía que padecemos. Y no sólo en literatura, por cierto.

¿Hasta qué punto le ha condicionado personalmente vivir en Madrid para el ejercicio de la crítica de la literatura creada en las Islas?

No creo que haya una ley general para explicar los motivos de quienes se marchan, como a menudo se plantea con reduccionismo maniqueo. De mí sé decirle que el hecho de salir de las Islas, en un momento dado, hace ya mucho tiempo, resultó decisivo. Esa distancia, ciertamente, me ha permitido entender mejor, y explicarlas en consecuencia, muchas de las particularidades que, sobre todo en los modos expresivos, el escritor insular aporta a la literatura en lengua española.

De algunas de sus reivindicaciones de autores del siglo XX cabría inferir que, para usted, la calidad literaria era entonces superior a la actual? ¿Eso cree? ¿Qué pronostica al respecto para un futuro próximo?

Sin ningún género de dudas, la literatura del siglo XX era muy superior a la actual, en Canarias y en todas partes. Y no lo digo por decir. Lo que se ha convertido en mediocre y superficial y pueril es el modo de vida de nuestro siglo. Se ha liquidado conscientemente la memoria; se ha eliminado el sentido de la responsabilidad; se ha reducido a lo mínimo indispensable el pensar... Y, lo más grave de todo, se ha confundido la cultura con el espectáculo. Ante ese panorama, no puedo ser optimista.

Un título paradigmático en Canarias es la Crítica al crítico ausente. Siguiendo su ingente obra, parecería que no es un crítico destacado, sino el crítico. ¿Se ve solo en ese Crítica al crítico ausenteeldescampado

Muchos autores se quejan de la falta de una crítica literaria local más extendida y profesional, capaz de generar expectativas? Si me he dedicado a la labor crítica es porque me di cuenta, desde muy pronto, que yo era un lector antes que un escritor. ¿Me quedé solo, como dice? Es muy posible. Pero es que, acaso, ¿no es el de escritor, sea o no crítico, un trabajo solitario? Que haya o no críticos literarios sólo depende de que haya quienes se decidan a serlo, y a asumir ese compromiso de un modo sistemático. Yo he tratado de ser lo más riguroso posible, y creo haber conseguido que las discrepancias para con ciertas obras no se traduzcan en animadversión. Siempre me he enfrentado con textos y nunca con personas. Por otro lado, una labor crítica responsable debe empezar por la autocrítica. Creer que a uno le asiste siempre la razón sería una gran insensatez.

¿Qué opina del devenir del Premio Canarias de Literatura?

A partir de un cierto momento, y no sé por qué oscuros intereses, se liquidó la verdadera razón de ser originaria de ese galardón: servir de reconocimiento a la labor literaria de toda una vida, lo cual me parecía muy laudable. Desde que dejó de ser así, créame, no merece la pena dedicarle ni un segundo a formular un juicio de valor sobre él.

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