La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

literatura

"Nuestra realidad tiene paralelismos con la que vio nacer los fascismos"

"Nuestra realidad tiene paralelismos con la que vio nacer los fascismos"

El escritor argentino Patricio Pron (Rosario, 1975) presenta el próximo domingo en la Feria del Libro de Las Palmas a las 18.30 horas su reciente novela No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, obra entreverada de ficción y realidad, localizada en Italia y con calas temporales en las postrimerías de la II Guerra Mundial, el terrorismo de las Brigadas Rojas y las protestas de 2014 contra la reforma laboral. La celebración de un congreso de escritores futuristas en 1945 pone sobre el tapete la relación entre literatura y política.

Su novela problematiza la pretensión de reunir arte y vida bajo un mismo impulso, anhelo de las vanguardias. ¿Experiencias como la del futurismo italiano son balizas que nos advierten del fracaso que aguarda a toda politización del proyecto estético?

Hay varias cosas que podemos aprender de los futuristas. Una es, efectivamente, el peligro inherente a la politización explícita de los intelectuales y los artistas, pero también hay en el futurismo, al margen de su sindicación con el fascismo italiano, una promesa de libertad y variación, un esfuerzo por recorrer caminos no recorridos de antemano, que me parece que constituye una lección. En un momento en el que vemos libros y filmes cuyo interés está en la variación de una fórmula establecida, creo que el riesgo que los futuristas asumieron y su voluntad de producir arte innovador deberían ser recordados más a menudo. Mi novela también tiene por finalidad recordar esos esfuerzos.

La novela se aproxima a esos escritores futuristas-fascistas sin expedir una condena moral de antemano, tratando de comprender los motivos que los llevaron a alinearse como lo hicieron.

A menudo olvidamos que los fascismos europeos surgieron inicialmente como fuerzas de disenso y cuestionamiento de una realidad política y económica profundamente desigual, que tiene enormes paralelismos con nuestra realidad y con ciertos discursos de ruptura y disenso que podemos encontrar en nuestro momento histórico y político. Hay una advertencia, pues la historia demuestra que este tipo de iniciativas pueden convertirse en totalitarismos, fascismos de una índole u otra. Pero siempre he pensado que el juicio moral, el que se hace a los futuristas pero también el que afecta a muchos otros aspectos de la vida cultural e intelectual, debe ser puesto bajo una perspectiva histórica. Hablar de los errores que cometieron parece sencillo desde nuestra perspectiva actual, pero los futuristas, como otros vanguardistas que se adhirieron a determinadas ideologías políticas, no tenían esa perspectiva. No propongo una relativización o frivolización de su adhesión al fascismo, sino su puesta en el contexto histórico.

"Convertimos la literatura en política y la política en crimen" se afirma en el libro. A la altura de 1945 poco queda en esos escritores del fervor inicial de Marinetti y su celebración estética del hecho bélico. Todos parecen aplastados por su juguete, la guerra.

Experiencias como la del futurismo y, antes, en la I Guerra Mundial, la de los expresionistas alemanes, ponen de manifiesto que a menudo es dificultoso sostener con hechos las ideas que se han proclamado. Los expresionistas se enrolaron voluntariamente en la I Guerra Mundial, convencidos de que se requería una especie de baño de sangre para depurar a Europa. La mayor parte de ellos murió durante esa guerra. Hay que darle a ciertos vanguardistas al menos el mérito de haber sido consecuentes, a diferencia de tantos otros que proclaman la violencia y se ocultan cuando ya comienza. Mi novela pilla a los futuristas en un momento en que les es imposible seguir defendiendo la violencia y las guerras porque ya son víctimas de ellas.

La última parte de la trama transcurre durante las protestas de 2014 contra la reforma laboral italiana. Una vez más vuelve a estallar la violencia, el protagonista carga contra la policía. ¿Estamos en una situación homologable a la del fascismo o las Brigadas Rojas?

Da la impresión de que, en términos políticos e históricos, a menudo andamos en círculos, de que cada generación está condenada a repetir los errores de las que la han precedido. Hay una diferencia importante en el hecho de que ese joven. Tommasso Linden tenga que escoger si adherir a la violencia política o no en circunstancias muy específicas, que no inducen a la reflexión, pero en las cuales su actitud es la de aquel que no la alienta, sino que pretende frenarla. No pretende atizar una violencia verdaderamente omnipresente en nuestra sociedad bajo distintas máscaras, la adopta o la escoge circunstancialmente como una herramienta para defender unos derechos que en estos momentos en Europa están siendo puestos en cuestión. Las protestas contra la reforma laboral italiana no son las únicas que se han producido en este sentido, y no son las únicas que han sido reprimidas muy duramente. La pérdida de derechos y libertades conquistadas con baños de sangre a lo largo de la Historia se ha producido también en España, Francia y muchos otros países. Su violencia tiene un signo totalmente distinto que la que vivió su padre con las Brigadas Rojas o la de su abuelo en el fascismo. Porque la violencia en nuestra sociedad ha cambiado de signo, finge ser principalmente económica, no política.

En situaciones como la actual ¿estaría entonces legitimada la violencia como herramienta política?

Como una buena parte de las de las nuevas generaciones de activistas que surgen a la política en este momento o han surgido, específicamente en España en torno al 15-M, Tommasso no concibe ya la violencia como una herramienta de transformación política. Pero es un personaje que por primera vez se está planteando estas cuestiones, y en ese sentido se parece a decenas de miles de personas que en esta sociedad en los últimos tiempos están pensando qué define lo político, cuál es la relación entre la política y la violencia, cuánto hay de producción artística en las formas alternativas de lo político y cuánto hay de político en las formas alternativas de lo artístico, qué nos dice una literatura que apoya los valores establecidos y hasta qué punto debemos considerarlo inapelable como instancia cultural. Todo esto puede sonar muy abstracto, pero en realidad es la reflexión cotidiana que realizan, con otras palabras, muchas personas en este momento histórico. Aunque parezca que habla del pasado esta novela habla del presente. Lo personajes tienen inquietudes muy contemporáneas.

Todos estos recortes de derechos y libertades al menos han tenido la virtud de reavivar el interés por lo político y abrir cuestionamientos que hace diez años habrían parecido insólitos.

Hay una necesidad de redefinir qué significa ser un ciudadano, qué derechos y obligaciones entraña, cuál es la participación requerida y cuáles son sus mecanismos. En sustancia, de qué herramientas dotarnos para dejar de ser espectadores de nuestra vida y convertirnos en actores de ella. Todos los personajes de la novela se hacen esta pregunta. Pero quienes comienzan ahora a interesarse por lo político tienen que enfrentarse a unos déficits notables en materia de formación, propiciados por un Estado que durante décadas no ha creído pertinente formar políticamente a sus ciudadanos y por una prensa que ha sido afín a ese proyecto. En España durante décadas se ha podido escoger entre una versión muy morigerada de formación política y los estudios religiosos, como si no hubiera un carácter mesiánico en algunas ideas políticas y un fuerte componente político en la cuestión religiosa. Hay un gran déficit que yo, que vengo de otros países con tradiciones políticas más acusadas, reconozco con particular facilidad.

Uno de sus personajes de ficción, Luca Borrello, deja a su muerte una amplia obra literaria inédita, en la que el autor va restringiendo su presencia paulatinamente, algo que usted ya estudió en el ensayo 'El libro tachado'.

Es un ideal intelectual y cultural valioso, y es mi propio ideal, dejar de lado ciertos usos consuetudinarios y ciertas percepciones habituales de lo que es un escritor para centrarnos en otros aspectos, en particular la forma en la que nos apropiamos de los textos y los hacemos nuestros, de tal forma que en un momento u otro dejan de hablar de las intenciones del autor para hablar de nuestros propios intereses. En algún lugar, Terry Eagleton, un poco en broma pero creo que bastante en serio, propuso un movimiento llamado Readers Liberation Movement [Movimiento de Liberación de los Lectores]. Tanto esta novela como aquel ensayo mío participan de ese movimiento, que es de empoderamiento del lector, basado en el convencimiento de que el lector no es pasivo, que participa de las obras y les de una encarnadura y un fondo que los autores no podemos darles. Es un intento de redefinir las reglas de un juego literario que, para que sea interesante, tienen que ser redefinidas de forma continua.,

En esas obras de Borrello, tal como se describen en la novela, hay guiños a Lautreamont o el OuLiPo. ¿Le interesan mucho esos juegos culturalistas?

Sí, no me desagrada que mis libros tengan una especie de sombra literaria, pero esa sombra literaria no debe obstaculizar la lectura de los que no tengan esos referentes. Pero los que sí los tienen pueden encontrar en los libros que escribo una especie de plus, de satisfacción, del placer que otorga jugar con alguien y pillarlo. El OuLiPo está muy presente en la novela, en buena medida debido a que recorrió caminos que habían sido hollados por primera vez por los futuristas, de la misma forma que hicieron los dadaístas, surrealistas, situacionistas...

Los deliciosos apuntes biográficos del final del libro tienen un humor muy a lo Bustos Domecq. Esa tradición Marcel Schwob- Historia universal de la infamia

Para quienes hemos crecido en el Río de la Plata y hemos sido formados en su tradición literaria, ese tipo de referencias son inexcusables. La tradición de las biografías imaginarias es muy importante y hay en ella un vehículo humorístico muy destacable. Hay en el libro unos elementos de comicidad que le evitan a la novela un carácter solemne que no casa conmigo ni con el libro que yo quería escribir.

De Rafael Sánchez Mazas se afirma en su novela que "la suya es una de las pocas obras de autor falangista que deja una impresión favorable en el lector, para lo cual es imprescindible, sin embargo, no leerla nunca" ¿Veremos estabilizarse algún día cierto consenso crítico en torno a esta generación de autores?

El problema es mayor aún y nos devuelve al ámbito de lo político. Es que no existe siquiera una valoración con respecto al franquismo, a la naturaleza de su ejercicio del poder y a la influencia que ejerció no sólo en la España de Franco sino también en la posterior. Si bien es evidente que autores como éstos son sujetos de periódicas recuperaciones, muy necesarias en relación a algunos, creo que si no hay siquiera consenso respecto a la necesidad de abrir las fosas comunes, discutir acerca de si debemos rescatar a un escritor es procedente, pero suena casi inmoral en relación con otras tareas pendientes.

Compartir el artículo

stats