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cómic

Una infancia en Siberia

'Little Tulip' muestra la dramática situación de las familias de los presos políticos soviéticos deportados a los gulags rusos

Una de las viñetas de 'Little Tulip' . LP / DLP

En raras ocasiones un cómic es capaz de despertar un profundo interés, casi morboso, desde la primera viñeta. La clave para conseguirlo es contar una historia tan cruda y despiadada como sólo podía serlo el sistema penal de campos de trabajos forzados de la Unión Soviética, más conocido como gulag.

Pero si además no se circunscribe a esa época, sino que presenta dos líneas argumentales que se terminan uniendo, entonces consigue crear un relato más interesante haciendo que la acción salte entre el presente y el pasado. La primera trama está ambientada en el Nueva York de 1970, donde un artista del tatuaje trabaja para la policía como dibujante de retratos robot y se ve involucrado en el caso de un violador y asesino en serie. La segunda comienza en 1943 cuando un matrimonio de presos políticos es enviado con su hijo al gulag. El protagonista de ambas es Pavel, que se instruyó en los secretos de su oficio a la vez que aprendió a sobrevivir durante su dura infancia en los penales siberianos.

El guion de esta curiosa combinación supone otra incursión en el noveno arte del aclamado escritor estadounidense Jerome Charyn, que en su recreación de las tradiciones de los urcas -ladrones en lengua rusa- presenta una clara influencia de Educación Siberiana, novela del escritor ruso Nicolai Lilin publicada en 2009, que supuso todo un fenómeno editorial y un gran escándalo al demostrarse que a pesar de ser presentado como un texto autobiográfico su autor se había inventado toda la historia.

Afortunadamente, a pesar de que Charyn se inspira en dicha novela, no cae en las fantasías de Lilin, como presentar a los urcas como una etnia de honorables ladrones, sino que corrige las falsedades para crear un argumento más real. Sin embargo, hace un par de guiños a la novela, como ubicar el gulag en Kolymá, una región histórica siberiana, que supone una referencia al protagonista, Kolima. Posiblemente Charyn se inspirara en la adaptación cinematográfica de 2013, y hay mucho de la gran pantalla en esta obra, ya que el nombre del asesino en serie es Bad Santa, título de una película cómica de humor negro de 2003 y la acción tiene ciertas similitudes con Harry el Sucio. En cuanto al dibujo de François Boucq, meticuloso y detallista hasta en los tatuajes, y dotado de un sorprendente sentido de la composición y el encuadre, suponen la materialización perfecta para el guion de Charyn, porque compone unas viñetas enternecedoras, siniestras o sanguinarias, coloreadas en diferentes tonos según las épocas en las que acontece la acción. Quizás el único fallo es la inclusión, casi al final, de un elemento sobrenatural algo inopinado que parece un artificio para justificar la matanza que con la que se cierra la obra. Dicho esto queda claro que Little Tulip es un violento thriller para adultos de lectura intensa y dura, cuya belleza se basa en el fuerte componente histórico y antropológico de su argumento y en el magistral dibujo de Boucq.

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