Si algo ha dejado claro Chris Renaud en las películas que ha codirigido hasta ahora es que tiene un buen ojo para embutir escenas potentes en cuanto a ritmo vertiginoso y colorido abrumador para que los peques de la sala alegren la vista y se olviden por un momento de comer palomitas y burbujas.

Las dos entregas de Gru son modélicas en ese sentido, pero también evidencian la falta de consistencia en los guiones a la hora de trabajarse los personajes para que sean algo más que portadores de gracietas casi siempre previsibles. Mascotas, a diferencia de Gru, no tiene unos personajes de aspecto peculiar que den un toque extravagante a la película, más bien son normalitos y poco aprovechables para el negocio juguetero de marras. Funciona más como una historia estructurada al estilo Toy Story que como sucesión de escenas abracadabrantes.

El resultado es menos encantador porque la propuesta es coral y no todos los animales tienen la misma gracia, pero cuenta con los suficientes elementos festivos para que los niños no se aburran. Los adultos no se lo pasarán tan bien porque hay muchas situaciones demasiado gastadas por el uso y los humanos están mal tratados, pero con un poco de paciencia llegarán a la gran fiesta final donde Mascotas alcanza las cotas necesarias de brillantez para dejar buen sabor de palomitas. Eso sí: no es Toy Story ni por asomo. Y pronto se diluirá en el recuerdo.