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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

El sentido común

Retrato del político y escritor inglés Thomas Paine. LA PROVINCIA / DLP

Decía el político y escritor irlandés Edmund Burke que "ningún grupo puede actuar con eficacia si falta el concierto; ningún grupo puede actuar en concierto si falta la confianza; ningún grupo puede actuar con confianza si no se halla ligado por opiniones comunes, afectos comunes, intereses comunes". Esto puede parecer una perogrullada, pero en estos tiempos de simulación política, es decir, de "aparentar o hacer parecer" que la salvaguarda del interés público está por encima de los intereses privados o de grupo, la afirmación de Burke se llena de sentido. Al igual que esta otra de su eterno adversario, el político y escritor inglés Thomas Paine, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos: "Jamás puede haber verdadero concierto donde las heridas de un odio mortal son demasiado hondas".

Con honestidad debo decir que no me había puesto a releer a Burke y, sobre todo, a Paine desde los tiempos de la universidad. Entonces no tenía claro que en los años siguientes Reflexiones sobre la Revolución en Francia de Burke o El sentido común y otros escritos de Paine me fueran a servir de algo, más allá de asegurarme el futuro fuera de la política. Digo esto último porque la política y yo somos incompatibles. Y sin embargo, la política está hoy, más que nunca, en el centro de nuestras vidas. Si abrimos hoy de nuevo El sentido común o Los derechos del hombre, dos de los libros más populares y polémicos de Paine, salta a la vista cuán poco ha cambiado la visión que tenemos del gobierno dos siglos más tarde.

El sentido común, publicado anónimamente en 1776, se convirtió en un fenómeno sin precedentes durante la guerra de independencia americana. Con los años, muchas de sus reflexiones se han convertido en imprescindibles, y no sólo cuando se refieren a la clase política: "Algunos escritores han confundido de tal modo la sociedad con el gobierno que han hecho poca o ninguna distinción entre ambos, pese a que no sólo son diferentes, sino que, además, tienen un origen distinto. La sociedad surge de nuestras necesidades, y el gobierno procede de nuestra iniquidad; la primera nos estimula positivamente mediante una unión afectuosa; la segunda, negativamente, restringiendo nuestros vicios. La una alienta la interacción, la otra crea distinciones. La primera es un benefactor, la segunda, un castigador".

Los derechos del hombre está escrito con la misma claridad que El sentido común, o si lo prefieren, su escritura es tan clara como una pintura de Antonio López. También posee la misma clarividencia, como escribió el irreverente, provocador, ácido, brutal, rapidísimo de reflejos y observador descarnado Christopher Hitchens en su análisis de Los derechos del hombre de Thomas Paine, publicado a principios de este año por Debate. Para Hitchens, que ha removido con saña las límpidas conciencias de tories y radicales británicos (¡qué no hubiera hecho con la derecha y la izquierda de nuestro país!), "en una época en que tanto los derechos como la razón se encuentran sometidos a diversos tipos de ataque abierto o encubierto, la vida y los escritos de Thomas Paine siempre formarán parte de un arsenal del que alguna vez tendremos que servirnos". Ese momento ha llegado.

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