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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

(De)generación

El escritor norteamericano Bret Easton Ellis. LP / DLP

Decía Wittgenstein que "la lengua es un laberinto de caminos. Si vienes por un lado, entonces sabes dónde estás; pero si vienes al mismo sitio desde otro lado distinto, entonces ya no sabes dónde te encuentras". Digo esto porque hace poco estuve hablando de literatura norteamericana con un estudiante de intercambio de la ULPGC de 23 años, natural de Indianápolis, Indiana, y me llamó la atención de que supiera pocas cosas de la novela norteamericana de los años 80. Sabía quiénes eran Saul Bellow, Phillip Roth, Richard Brautigan y John Hawkes, pero no conocía a David Leavitt, Bret Easton Ellis, Tama Janowitz y Jay McInerney, novelistas cuyas meteóricas carreras rompieron esquemas y barreras en la década de los 80 del pasado siglo, en parte gracias a su desmitificación de la sociedad norteamericana y a su rabiosa juventud.

David Leavitt (autor de un texto, casi manifiesto programático, Mi generación, del que luego se arrepentiría: "Los de mi generación aspiran a llegar pronto a los 30 años y a quedarse en ellos. Al partir estamos ansiosos, sobre todo, por acabar. [...] Si no tenemos pasiones ni afectos es porque hemos decidido que pasiones y afectos no valen la pena. Si estamos agazapados en la sombra de una historia en la que nos negamos a participar es porque ahí precisamente es donde hemos elegido estar"), Bret Easton Ellis y Jay McInerney fueron las cabezas de pelotón de un movimiento literario muy apegado a las aceptadas fórmulas de J. D. Salinger, autor de El guardián entre el centeno, que eclipsó en un primer momento a los narradores del realismo sucio que intentaban abrirse camino desde la década anterior.

Quizá la descripción que mejor les vaya sea la que hace el propio narrador de Modelo de conducta, novela de resaca, de hastío, escrita por Jay McInerney catorce años después de su deslumbrante debut (con ecos de La náusea de Jean-Paul Sartre), titulado Luces de neón: "Connor McKnight. Ése soy yo. Hola, encantado: tengo treinta y dos años y ocho meses, y no puede decirse que me sienta muy satisfecho al respecto. Aún estoy esperando a que comience mi vida de adulto. ¿Es eso culpa mía o de la vida? Quizá podría achacárselo a mis padres; sería de lo más original". Una novela que nos hace pensar que el inolvidable Holden Caulfield no ha muerto ni morirá.

"Muy de prisa, hacia ningún sitio", decía D. H. Lawrence que es el lema de la novela de aventuras norteamericana. También lo es de la novela norteamericana de los años 80, en especial de la obra de Bret Easton Ellis. Menos que cero, que publicó mientras aún era estudiante, es el retrato de una generación (la que Douglas Coupland bautizaría más tarde como Generación X) sin mayores expectativas que drogarse y tener sexo de todas las formas posibles, cayendo progresivamente en una espiral de violencia y degradación, cuya evolución lógica será el protagonista de American Psycho, novela donde asoma el mundo de la neurosis de la gran ciudad: "No quiero que me importe nada. Si me importan las cosas es peor. Se convierten en una cosa más de las que me molestan. Es menos doloroso si no te importa nada".

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